Aprender a estar con uno mismo

Es bueno el arte de saber estar solo, de iniciar actividades y proyectos en soledad

Lic. Aldo Godino

Aunque parezca mentira, muchos adultos son incapaces de estar con ellos mismos. La soledad les genera tal incomodidad que constantemente buscan compañía, aunque no siempre reparen en si es de calidad. Debemos aprender que, nosotros mismos, somos las personas con las que permaneceremos de por vida.

Estar a solas nos genera malestar porque no estamos acostumbrados. Vivimos inmersos en el ruido externo, enfocados en los otros y desconectados de nuestro propio ser. Cuando los demás se van, el silencio resulta muy perturbador. "El más sabio y útil de todos los conocimientos posibles es conocerse a sí mismo", supo afirmar William Shakespeare.

La incapacidad de disfrutar nuestra propia presencia no solo impide conocer al maravilloso ser humano que somos, también puede llevarnos a establecer nocivas relaciones de dependencia que no están basadas en el amor sino en el miedo a que ese alguien se vaya y nos deje solos.

Cuando disfrutamos nuestra compañía somos libres y nuestras relaciones se vuelven una elección, no una necesidad. En ese momento nos colocamos en la posición de escoger la persona con la que queremos verdaderamente compartir nuestro tiempo y no dudamos en finalizar vínculos que no nos aportan algo positivo. Es importante resaltar que buscar el contacto social y establecer relaciones es totalmente sano y natural. Somos seres sociales y necesitamos la interacción con los otros para mantenernos saludables tanto física como emocionalmente. No obstante, pasamos la mayor parte del tiempo con nosotros mismos. Lamentablemente, no nos hemos dado la oportunidad de conocernos, pues siempre hemos tratado de estar rodeados de otras personas.

Con frecuencia, la dependencia emocional nos lleva a estar excesivamente pendientes de los demás. Nos desvivimos por conocer las necesidades y las expectativas ajenas para incluso cumplirlas al instante. Depositamos toda nuestra energía y nuestro tiempo en su bienestar y, por ende, nos olvidamos de nosotros mismos. Entonces, debemos comenzar por recuperar todo ese tiempo y toda esa energía mental que le dedicamos al otro y enfocarnos más en nosotros. Debemos empezar a preguntarnos cómo nos sentimos en cada momento, qué necesitamos, qué deseamos, qué nos apetece, convirtiéndonos en nuestra prioridad.

Quizá al inicio sintamos que es algo egoísta, pero nada está más lejos de la realidad. No podemos amar sanamente, cuidar y atender a los demás si no nos amamos, cuidamos y atendemos primero a nosotros. "Ser uno mismo en un mundo que constantemente trata de que no lo seas es el mayor de los logros" sostuvo Ralph Waldo Emerson.

Cuando queremos a alguien lo escuchamos, le regalamos amor, palabras de aliento y le dedicamos tiempo. Bien, es necesario que también hagamos lo mismo con nosotros, como por ejemplo encontrando tiempo para tener "citas de amor propio", momentos a solas en los que el único objetivo sea disfrutarnos.

Puede que comprobemos que aún mantenemos heridas del pasado, que tenemos miedos, que sentimos ira y quizás esto nos perturbe. Probablemente, llevemos años tapando estos sentimientos con la continua presencia de otros y ahora por fin les damos un poco de luz.

Estar bien con uno mismo no tiene precio. Tal artesanía psicológica requiere dos logros: reconciliarnos con el pasado para apagar ciertas decepciones y dejar de obsesionarnos en el futuro para calmar ansiedades. Sentirse bien es, por encima de todo, aprender a pensar de forma adecuada, centrándonos en un presente donde le podemos dar forma a una paz interna que nadie debería perturbar.

La sociedad suele apagar nuestras voces e incluso nos domestica, difuminando nuestros sueños más profundos. En ese marco, nuestra tarea es ser obstinados y auténticos, recordando que solo aquel que es fiel a su esencia alcanzará la iluminación y la auténtica felicidad. Ser fiel a uno mismo debería ser nuestra principal obstinación. Es bueno el arte de saber estar solo, de poder iniciar actividades y proyectos en soledad sin el peso de la angustia, sin la necesidad o el apego de tener a alguien al lado.

"Había una vez un hermoso jardín donde todo era alegría, excepto por un árbol que pasaba los días sumergido en una profunda tristeza porque tenía un problema: no sabía quién era.

Te falta concentración, si realmente lo intentas podrás tener deliciosas manzanas, le había dicho un manzano. No lo escuches, es más sencillo tener rosas", replicó un rosal desde el fondo del jardín.

El árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían y se sentía cada vez más frustrado. Un día llegó un búho, la más sabia de las aves, y exclamó: “No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas, sé tú mismo, conócete a ti mismo. Tú nunca darás manzanas porque no eres un manzano y tampoco florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Tú eres un roble que Dios construyó para que crezcas grande y majestuoso”, dijo el búho y desapareció.

Siendo quien era, finalmente todos admiraron y respetaron al roble, que solo entonces comenzó a conocer la posibilidad de convivir en bienestar. Y el jardín fue completamente feliz".

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