Cerebro, cuerpo y alma

Una discusión religiosa y filosófica pero también científica sobre la conexión entre ellos

Ignacio Brusco

“Existen en nosotros varias memorias. El cuerpo y el espíritu tienen cada uno la suya”
Honoré de Balzac

Existen dos posturas en cuanto a la dualidad cerebro-alma. La planteada por el conocido filósofo Daniel Dennett de la Universidad de Tufts, que le asigna una estructura unificada al proceso mental, otorgándole base orgánica. Y otros grupos que postulan una posibilidad más abierta, algo parecido a la dualidad planteada por Descartes, separando el cuerpo del alma.

En esta discusión entra de lleno el estudio del proceso de la conciencia, como punto de conexión entre la mente y el cuerpo, si bien es difícil discernir sobre de qué hablamos cuando definimos conciencia, cuestión no libre de altos niveles de conflicto.

Es muy difícil definir en el concepto de alma, tanto filosófica como científicamente. Es claro que esta idea sigue con vigencia en los sistemas de creencias y en los teológicos.

Se conoce que los sistemas de creencias pueden ser posicionados en ubicaciones neurológicas del sistema nervioso existiendo incluso ramas de la misma que estudian la neuroteología y el efecto placebo, como sistemas que aplican la fe ante alguna instancia.

Se ha planteado que los sistemas religiosos presentan una fundamentación psicológica y cultural en la angustia y el temor a la muerte, como concepto de final. Así, el humano desde la prehistoria tomó conciencia de su finitud. Entonces creó y necesito el concepto de dioses acompañando de la idea de alma.

Pues si el cuerpo se extinguía, como era evidente; debería crearse otra instancia que lo sustituya. Esto fue acompañado del entierro de los difuntos desde la prehistoria, con los cual se acompañaba el camino del alma hacia otra posible situación (otra vida, eternidad o lo que fuera).

El concepto de alma tiene un fundamento sustancialmente relacionado con el sistema de creencias. Cuestiones de fe que se aplican pueden observarse en la religión y en el placebo, difíciles de discutir desde un lugar científico, pues se basa en cuestiones más afectivas que racionales, sin que por ello no deban considerarse de gran relevancia en los procesos humanos. Concepciones parecidas al primer motor inmóvil aristotélico o a los conceptos de alma, como lo plantearon los primeros cristianos gnósticos o los budistas. Son fenómenos todavía muy difícil de abarcar desde el método científico.

Podría establecerse un parangón entre mente y alma, como establecieron varios filósofos antiguos. Sin embargo, según la ciencia actual, la conciencia difiere del alma. Pues es otra cuestión lo consciente, implica autobiografía, corporización (sentir el cuerpo en un ida y vuelta), criterios de realidad y motivación que parecerían nada tienen que ver con el concepto de alma aristotélica como energía primera.

Un punto filosófico interesante y utilizando la neurociencia comparada, es sobre si los procesos conscientes son aplicables a los animales: Son muchos los etólogos (investigadores de la conducta animal) que piensan que existe un tipo de conciencia animal.

A esto también se opone Dennet, siendo un firme evolucionista que cuestiona este pensamiento; a diferencia de la filósofa Patricia Churchland de la Universidad de San Diego; que acepta la posibilidad que compartamos situaciones de experiencia consciente con ciertos animales.

En ciertos animales que incluso puede suspenderse su actividad volitiva, como lo hace la avispa parasitoide (Ampulex compresa) sobre las cucarachas a través de una neurotoxina que les inyecta en su sistema nervioso que le suspende toda conducta autónoma a este insecto capturado; transformándolo en un autómata dependiente. Así la avispa la conducirá a su nodo para comerla. Es decir que algunos plantean que hasta los insectos tienen una especie de capacidad de tomar decisiones libres, dentro de sus posibilidades, pudiendo estas ser clausuradas.

Actualmente muy pocos cuestionan a la mente, desde un punto de vista cognitivo y material. Es decir, cómo la funcionalidad intelectual se abole ante la destrucción del cerebro. El arqueólogo cognitivo Emiliano Bruner, junto a otros grupos de neurocientificos ha postulado una estructura cerebral que constituiría el puente de esa relación cuerpo-mente. Correspondiendo a un sector de asociación y conexión entre la sensorialidad corporal y la visión. Y adjudica a la parte superior del lóbulo parietal llamado precúneo (y al surco intraparietal) la características de este puente entre funciones vitales claves: la de la mano (destreza y captación sensorial muy fina), la vista (el humano es macro óptico) y la emoción. Son funciones claves en el desarrollo del homo sapiens. Esta área parietal superior imbricaría a la visión con la sensación corporal. Facilitaría así la interface entre los sectores que más se han desarrollado en el humano

La fusión entre la destreza de la mano y la vista nos desarrollan tecnológicos y culturales. Pero otorgando además generan al self, que otorga esta funcionalidad; que además aumenta la posibilidad gregaria e intersubjetiva. A esta área parietal los arqueólogos cognitivos la han descrito con un gran aumento de tamaño en el ser humano. Comparado tanto con los primates existentes, como el humano, con su desarrollo cerebral de alta complejidad, puede pensarse a sí mismo, plantearse una definición de conciencia y de los problemas a futuro. Muchos de ellos con alta incertidumbre, probablemente su principal problema. Especialmente la angustia de finitud. Conocemos así que finalizara nuestra conciencia individual, por lo menos, desde una teoría unificada.

 

* Doctor en Medicina y en Filosofía.
Director INEAR. Prof. titular UBA. Conicet

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