Economía del conocimiento: entre lo logrado y lo pendiente
Es necesario que desde el sistema educativo se estimule la formación de perfiles bilingües y técnicos, así como también que estos incentivos estén atravesados por una mirada de género
En la última década se ha hecho referencia a la economía del conocimiento en el ámbito tanto político como académico y empresarial, una combinación que no se da con frecuencia. Cabe preguntarse, entonces, ¿qué es exactamente y qué efectos tiene en la economía argentina?
El concepto refiere a las actividades económicas que se basan en la información, la tecnología y la comunicación, prácticamente sin dependencias directas de los recursos naturales. Requieren una cuota importante de conocimiento humano para generar valor y producir tanto bienes como servicios innovadores que luego encuentran aplicación en otros sectores económicos, generando un mayor beneficio. En 2019, el Congreso sancionó el Régimen de Promoción de la Economía del Conocimiento (ley 27506), cuya ambición principal era darle impulso a este tipo de actividades económicas de alto valor agregado para favorecer la generación de empleo formal y calificado, fortalecer un sector independiente de los recursos naturales e incrementar las exportaciones.
En la actualidad, el Gobierno expresó su interés de convertir a Argentina en un centro de operaciones para este tipo de empresas. Además, la ley y el régimen de promoción no fueron alcanzados por el Decreto 70/2023 ni por la Ley de Bases. Sin embargo, la administración nacional parece más interesada en controlar las variables macroeconómicas que en generar y ejecutar programas que favorezcan a prácticamente a los sectores productivos.
De acuerdo con el último informe presentado por Argencon, entidad que nuclea a empresas prestadoras de servicios relacionados con la economía del conocimiento, las exportaciones del sector ascendieron a USD8.927 millones en 2024, lo que representa un 15,5% por encima de la medición del año previo.
Estos valores significan apenas menos de un 10% del total de las exportaciones argentinas realizadas en 2024 y colocan al sector en el tercer lugar entre los complejos exportadores, por detrás de las contribuciones del agro y del sector energético y en una medida similar a las de la industria automotriz.
En cuanto a su impacto en el mercado del trabajo, el mismo informe explicó que las empresas del sector emplearon 34.8700 personas durante el año pasado, de los cuales 27.7686 fueron puestos elegibles para adherir a la Ley de Economía del Conocimiento, lo que implicó un aumento de un 3% en la comparación interanual.
De esta manera, el trabajo registrado generado por el sector representa menos de un 10% del empleo formal total. Uno de los principales obstáculos para su crecimiento tiene que ver con la rotación, estimulada por una brecha cambiaria que incentiva a la búsqueda del trabajo freelance (que muchas veces implica la facturación por vías de menor formalidad o directamente informales).
La trascendencia de este fenómeno se redujo en el último año, de acuerdo con los datos incluidos en el informe, tras mejoras salariales y la disminución de la brecha cambiaria. Sin embargo, la estabilidad de esta situación, teniendo en cuenta cuáles son los mecanismos utilizados para lograrla, es incierta.
Por otra parte, existen otras cuestiones estructurales que deben ser atendidas para que la economía del conocimiento sea un sector transformador y no solamente un segmento relativamente exitoso o un parche exportador.
Es necesario que desde el sistema educativo se estimule la formación de perfiles bilingües y técnicos, así como también que estos incentivos estén atravesados por una mirada de género.
En las universidades, si bien las mujeres son mayoría, las carreras relacionadas con los aspectos técnicos que demanda este sector están ampliamente masculinizadas.
Entre aquellas personas que trabajan en ciencias aplicadas en el país, las mujeres apenas representan un 30%, porcentaje que disminuye al hacer foco en los puestos jerárquicos. Si el objetivo en este sector de la economía es no reproducir los sesgos de género que existen en tantos otros ámbitos, y evitar que esto dependa de la buena voluntad y de la empatía corporativa, serán necesarias políticas públicas de ciencia y tecnología que contemplen la perspectiva de género y tengan una visión territorial, algo que por el momento parece una expresión de deseo y no una realidad cercana.