Educación financiera, eso que sigue haciendo falta
Argentina se ubicaba en el puesto 37 sobre 39 países incluidos en un ranking realizado por la CAF
Existe cierto consenso sobre la necesidad de avanzar con mejores y mayores herramientas de educación financiera en nuestra sociedad. Ya existen normativas que obligan a dar estos contenidos durante el ciclo de formación básica, se desarrollan articulaciones público-privadas para brindar capacitaciones gratuitas en gobiernos locales y la oferta tanto de cursos como de capacitaciones en distintos formatos sigue creciendo (porque claramente hay una demanda que respalda estos desarrollos).
Sin embargo, continúa siendo un tema de difícil acceso para gran parte de nuestra sociedad. Hasta no hace mucho tiempo, Argentina se ubicaba en el puesto 37 sobre 39 países incluidos en un ranking realizado por la CAF sobre esta materia.
El acceso a la educación financiera no solo tiene impacto en los hogares sino que también tiene efectos macroeconómicos. Una población financieramente alfabetizada es más propensa a utilizar servicios bancarios, ahorrar e invertir, lo que contribuye a una mejor performance de los mercados financieros. Además, los riesgos de sobreendeudamiento o desvíos en las pautas de consumo disminuyen, ya que una población financieramente alfabetizada toma decisiones más racionales.
Asimismo, tiene un fuerte impacto social, ya que permite la inclusión más individuos en el sistema financiero, quienes acceden a oportunidades económicas y mejoran su calidad de vida. El impacto es mayor entre las personas jóvenes: contar con acceso a educación financiera en edades tempranas reduce las posibilidades de cometer errores graves durante la adultez.
Por otra parte, disminuye los niveles de informalidad en las operaciones. Facilitar el acceso a servicios financieros genera un impacto positivo en el desarrollo de emprendimientos que logran incrementar de forma mucho más ágil y dinámica sus transacciones.
Mención aparte merece la brecha de género. Las mujeres enfrentamos una brecha tanto en la acumulación de capital como en las inversiones, lo que limita nuestra participación en los mercados y el acceso a oportunidades financieras. Incluir en enfoque de género en programas de educación financiera, considerando las necesidades específicas y los intereses de mujeres y diversidades, resulta fundamental para revertir estas desigualdades.
La educación financiera es una herramienta poderosa para el desarrollo económico, la estabilidad y el crecimiento sostenido de nuestro país. Es imperativo que tanto el sector público como el sector privado unan esfuerzos para promoverla, asegurando que la ciudadanía cuente con las habilidades necesarias para gestionar sus finanzas de manera efectiva y contribuir al crecimiento sostenible del país.