Apagada la computadora y con la cuestionable costumbre del televisor encendido en la pieza, uno de mis rituales cotidianos para relajar el trajín diario es mirar Sportscenter. Maxi Palma y Pablo Stecco generan allí, en su versión de “Trasnochados”, un repaso deportivo matizado con humor sutil a flor de piel. Uno disfruta a esos colegas en su creatividad.

Ocurre que en la madrugada de este jueves, en medio de la tanda, apareció en pantalla el gol de Juan Carlos “Chango” Cárdenas al Celtic en el Estadio Centenario de Montevideo. Racing ganó con ese tanto el tercer partido final y obtuvo la primera Copa Intercontinental para la Argentina, un 4 de noviembre de 1967. Después del zapatazo de la gloria al Celtic, su abrazo con el DT Campeón Juan José Pizutti, constituye otra perla en la gama de “los abrazos del alma”. Dos notables, la misma emoción y la gloria estrechados por la emoción.

Palma y Stecco dejaron el humor de lado para anunciar el fallecimiento de Cárdenas, saludar a la familia del futbolista y los hinchas racinguistas.

Si algo tiene este oficio del periodismo, es que a veces nos permite compartir vivencias íntimas con los lectores, oyentes y televidentes. Lo que no minimiza el desafío de lograr enmarcar tales sentires para la comprensión de todos.

Cárdenas diremos, y no por su muerte, resume que a veces los humildes, con voz baja, pueden alcanzar la gloria y ser queridos, genuinamente, por multitudes.

En un mundo donde el ego es pandemia, él supo diplomarse de inolvidable.

Por eso estas líneas intentan reflejar su legado en alguien, más allá y desde el fútbol. Y aunque en tiempos con alta producción de odio pueda sorprender, diremos que aquel logro de la Academia en 1967 se cantó como un triunfo del país por propios y ajenos a Racing. Esa final se jugó por la tarde, a la noche a la vuelta de Uruguay, en el Estadio Presidente Perón, había banderas de todos los equipos para recibir a los campeones.

Mi vieja me llevó a esa fiesta y siempre le estaré agradecido.

Escribir estas líneas en primera persona implican también comentar un orgullo adicional para idolatrar al “Chango”, él era santiagueño como mi papá, quien también, sin ser de Racing, lo adoraba. Desde que tenía 7 años el “Chango” es uno de mis ídolos, por jugador querible y su valor agregado de tipo humilde, cordial, generoso y otros tantos adjetivos más.

Incluso la leyenda de Cárdenas sobrevivió a la película más cruel de la vida de Racing, desde 1967 a 2001, cuando la Academia volvió a ganar un campeonato local, habiendo pasado por tragedias deportivas e institucionales insoslayables. Por esos años el “Chango” fue más héroe que nunca. Incluso bajo las humoradas de rivales que sostenían que en ese tramo crítico de Racing, de tantas repeticiones televisivas y recuerdos “iba a llegar el día en que el gol del “Chango” iba a pegar en el travesaño”.

Un meme imaginario pero pintoresco para describir grandeza, memoria y años tristes. Pero cada 4 de noviembre nos golpeamos y nos golpearemos el pecho por el “Chango” y Racing.

Hubo una tarde donde la producción de Postdata, mi programa de radio en FM Sur de Quilmes, en ocasión de mi cumpleaños me obsequió durante dos horas, entrevistas a personalidades que admiro. Entre ellas estuvo el “Chango” y vaya si me emocioné al agradecerle tanta dicha más que futbolera.

Tiempo de recordar una máxima periodística que nos dejó hace años Miriam Varela en la redacción del diario El Sol de Quilmes: “a la hora de un fallecimiento no debemos convertir en héroes, por el sólo hecho de su muerte a una persona”.

Esta es una de las excepciones a tan respetable sugerencia para nuestro oficio, el “Chango” Cárdenas ya se había recibido de héroe mucho antes de partir, y sus superpoderes se cifraron siempre en el deporte y la vida por nobleza, humildad y don de gente, jugar como se vive en otras palabras.