El autocuidado es un signo de libertad
Debemos hacer de nuestro bienestar una prioridad. Cuando fomentamos procesos como el diálogo interno positivo, nuestro equilibrio psicológico mejora
Cuidar de nuestras emociones, de nuestro cuerpo y de nuestro estilo de vida, impacta de forma poderosa en nuestra salud mental. Lamentablemente, en un mundo tan dominado por el estrés y las presiones, es fácil que nos olvidemos de esos hábitos que aseguran el auténtico bienestar.
Cuando fomentamos procesos como el diálogo interno positivo, la mentalidad resiliente, el deporte o una buena higiene del sueño, nuestro equilibrio psicológico mejora. Adquirimos recursos eficaces para manejar las dificultades cotidianas. Nuestro universo psicológico, el plano social o contextual, al igual que nuestras emociones y bienestar físico, edifican la auténtica armonía y el que podamos decirnos: "hoy me siento bien". La importancia del autocuidado es clave para que todas nuestras necesidades se vean satisfechas, tanto las de nuestro cuerpo, como las de nuestra mente.
El autocuidado en la salud mental abarca el bienestar emocional, psicológico y social. Incluir esta ecuación en nuestra vida facilitará regular mejor la ansiedad y ese sufrimiento psicofísico que tanto desbarata nuestra cotidianidad. El cuidado ayuda a centrarnos en lo que de verdad importa: nosotros mismos y el darnos tiempo para reflexionar sobre las emociones y sentimientos potenciando nuestra autoconciencia.
El autocuidado es la piedra angular que permite desarrollar un enfoque resiliente ante los hechos desafiantes que aparezcan. La vida no es fácil para nadie, pero si elegimos atendernos de manera integral y comprometida, nuestra realidad mejora y encontramos las fuerzas que necesitamos. En el momento en que nos involucramos en actividades como salir a caminar, compartir tiempo con amistades o adquirir técnicas para manejar nuestras emociones y pensamientos, el cambio positivo acontece.
Debemos hacer de nuestro bienestar una prioridad. Puede que hayamos pasado muchos años centrando todos nuestros esfuerzos en los demás. Pero recordemos que no es bueno dejarnos de lado, olvidar nuestras necesidades y de lo que merecemos para estar bien. Es momento de fijar la mirada un poco más en nosotros y comprometernos en nuestro autocuidado. Hacerlo no es un acto de egoísmo, es un ejercicio de salud.
El autocuidado emocional nos permite hacer de nuestras emociones, nuestras mejores aliadas en el día a día y no solo en momentos de crisis. La soledad, la ansiedad, el dolor de la pérdida, los problemas de pareja y esas sombras conocidas: el miedo y la incertidumbre pueden causarnos un gran malestar si le damos cabida en nuestra vida.
Señalaba Daniel Goleman que las personas, a veces, nos confundimos cuando se habla de la necesidad de controlar las emociones. Las emociones son parte de la vida y, como tal, "control" nunca será sinónimo de bloqueo o negación en lo cotidiano. Debemos darles nombre, lo que implica básicamente, no invalidar ningún pensamiento, sensación o emoción. Pongamos las emociones a nuestro favor para actuar con equilibrio, serenidad y confianza y así afrontar con mayor aplomo las tormentas.
El filósofo y psicólogo Michel Foucault, se refería al cuidado de uno mismo como un signo de libertad pues surge de la conciencia y de un conjunto de decisiones que hemos tomado durante nuestra vida. Existimos para generar autoconciencia y responsabilidad sobre nuestra propia existencia. La vida adulta involucra, entre otras cosas, tener el discernimiento para identificar los errores y los hábitos nocivos que acompañan nuestro paso por el mundo. Ese cuidado de sí es algo que sólo puede proporcionarse el mismo sujeto. Es una forma de pertenecerse a sí mismo.
Ocuparse de uno mismo no implica una actitud egocentrista, sino todo lo contrario. Significa tener conciencia plena de todas nuestras potencialidades y limitaciones. De forma complementaria, hay que sentir interés por el otro y esto solo es posible si hay interés por nosotros mismos. De lo que se trata, con este modelo de pensamiento, es de aprender a cuidar y a tomar la realidad en nuestras manos.
"Un ciego de nacimiento pidió un día que alguien le explicara cómo era el sol. Podía sentir su calor y su luminosidad, pero no podía entender cómo era.
Entonces, un hombre hizo sonar un disco enorme de bronce y dijo: -El sol es como este gran disco de bronce.
El ciego, algo confuso, se quedó con esa descripción. Poco después oyó sonar una campana y, sobresaltado, pensó que el sonido venía del sol…
-No, el sol no emite sonido alguno- le dijo entonces otro hombre. -El sol es ardiente como un cirio.
El ciego entonces imaginó al sol alargado y caliente. Así que tomó un cirio entre sus manos y estudió su forma.
El día en el que el ciego sostuvo una flauta, pensó que tenía entre sus manos al sol.
Lo cierto es que hay muchas diferencias entre el sol, una campana y una flauta, pero el ciego no podía saberlo, porque nunca había visto el sol y solo tenía como referencia lo que otros habían dicho de él.