HISTORIA

El guardapolvo blanco: el invento argentino que generó debates y hasta burlas, pero igual se impuso

El guardapolvo blanco escolar nació en 1915 y fue recibido con durísimas críticas. El guardapolvo blanco desafió prejuicios y venció resistencias. No fue un invento de Sarmiento

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El guardapolvo blanco, el emblema de la educación pública argentina, no fue idea de Domingo Faustino Sarmiento. Tampoco de Pablo Pizzurno, aunque este último sí había cuestionado el lujo innecesario de ciertos estudiantes en las aulas. La verdadera impulsora fue una maestra porteña llamada Matilde Filgueiras, que en 1915 decidió desafiar las diferencias sociales con una prenda sencilla y funcional. Pero su propuesta no fue recibida con aplausos inmediatos: generó debates, resistencias y hasta burlas.

El contexto de la época no ayudaba, las vestimentas ostentosas de algunos alumnos marcaban la brecha entre quienes podían darse lujos y quienes no. La desigualdad se hacía evidente hasta en los pupitres. 

Con este escenario, Filgueiras propuso un uniforme escolar que pusiera a todos en un mismo nivel. El objetivo era evitar que la ropa reflejara la condición económica de cada estudiante y terminara condicionando su paso por la escuela.

La historia del guardapolvo: quién fue la maestra porteña que lo inventó 

La idea de Filgueiras no fue unánimemente aceptada, algunos padres consideraban absurdo imponer una vestimenta única, mientras que quienes estaban de acuerdo no lograban consensuar el color del uniforme. Sin embargo, la docente no se dejó vencer por la indecisión ajena: se dirigió a la calle Florida, compró varios metros de tela blanca con su propio dinero, cortó los delantales y los distribuyó entre los alumnos. También instruyó a las madres sobre cómo debían coserlos.

 El guardapolvo blanco escolar fue un invento argentino: la historia de su creadora
La invención argentina del guardapolvo: ¿por qué fue blanco y cuándo se impuso obligatoriamente?

No fue una decisión estética ni caprichosa. En aquellos años, la higiene era un tema central en la educación. Las enfermedades se propagaban con facilidad en las aulas y el blanco, asociado a médicos y enfermeras, simbolizaba limpieza y cuidado. Esta relación con la sanidad terminó por convencer a quienes aún dudaban.

El 1 de noviembre de 1919, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, el uso del guardapolvo blanco fue aprobado oficialmente. No obstante, su obligatoriedad en todas las escuelas del país recién llegó en 1942. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, el Consejo General de Educación estableció en 1926 que tanto docentes como alumnos debían llevarlo durante toda la jornada escolar.

Con el tiempo, el guardapolvo dejó de ser un simple delantal cosido en casa y adoptó la forma que conocemos hoy. Se convirtió en un símbolo de la educación pública, un emblema de la igualdad en el aula y una prenda que trascendió generaciones.

A más de un siglo de su creación, el guardapolvo blanco sigue siendo una imagen icónica en las escuelas argentinas. Sobrevivió a cambios políticos, reformas educativas y debates sobre la vestimenta escolar pero su esencia sigue intacta: es un recordatorio de que, al menos dentro del aula, todos deberían partir desde el mismo punto.

Matilde Filgueiras, con su rebeldía y convicción, no solo creó un uniforme: dejó un legado. Y aunque su nombre no figura en placas ni estatuas, su impacto se ve cada día en las aulas del país.

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