El pesimista ve dificultades en cada oportunidad

Cuando detectar “lo malo” se transforma en un problema

Aldo Godino

Del vaso medio vacío al vaso medio lleno. “El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas”, sentenció William George Ward. Hay que destacar que existe un punto medio entre ser pesimista y ser optimista, este punto medio es el realismo.

Antes que nada, es importante que sepamos que la tendencia a ver la parte negativa de las situaciones es normal y tiene una razón evolutiva y adaptativa: protegernos de aquello que puede hacernos daño. Sin embargo, cuando una persona sólo ve lo negativo, se convierte en pesimista y la función adaptativa de detectar lo “malo” se transforma en un problema.

El pesimismo es un adelanto negativo del futuro que hace que una persona espere las peores cosas y anticipe la maldad, el fracaso y la decepción. El pesimista sólo atiende y retiene información desfavorable o desagradable. Afirmaba Helen Keller: “Ningún pesimista ha descubierto nunca el secreto de las estrellas, o navegado hacia una tierra sin descubrir, o abierto una nueva esperanza en el corazón humano.”

Son personas que se estancan en lo negativo. Su atención se enfoca de manera desproporcionada en las señales desfavorables, mientras dejan de lado los aspectos positivos. En palabras más coloquiales, se centran en el vaso medio vacío.

Muchos pesimistas piensan que los acontecimientos de sus vidas están controlados por factores externos. Así pues, consideran que el éxito y logro que consiguen se debe a la suerte, al azar, las instituciones o a la relación que tienen con otra persona. Además se sienten inseguras debido a su tendencia a concentrarse en lo negativo y a anticipar lo peor.

Afrontan de manera pasiva los retos, problemas y adversidades que se les presentan. Este patrón conductual está vinculado a su visión fatalista del mundo, la cual sustenta la identidad que los define. Como consecuencia de su manera de pensar, actuar y sentir, las personas pesimistas tienen tendencias depresivas y son vulnerables a un estado de ánimo bajo.

Las personas pesimistas, frente a una dificultad, anticipan el peor resultado, sin que sea el más probable. Es decir, depositan sus expectativas negativas “en lo que está por venir”, “esperar lo peor, para estar preparado”. En este sentido, ser pesimista (en parte) se debe a tener un tipo de personalidad con un alto nivel de ansiedad.

Observar los aspectos negativos no es malo en sí mismo; de hecho, es adaptativo. Sin embargo, cuando el pesimismo se exacerba y se generaliza a todas las esferas de la vida, es necesario detenerlo y progresar hacia una visión más optimista.

Por otra parte existen personas realistas. “El verdadero realismo, decía Jean Cocteau, consiste en revelar las cosas sorprendentes que el hábito mantiene cubiertas y nos impide ver”. Son individuos que perciben el mundo tal como es y no como sus expectativas se lo sugieren. Están inclinados a centrarse sólo en los hechos y en la situación, en lugar de dejarse arrastrar por las fantasías y las suposiciones sobre el futuro. Con frecuencia, toman sus decisiones basándose en la lógica, en lugar de en las emociones.

Esperan que los hechos sucedan, no suelen anticiparse con juicios de valor. Es decir, esperan a ver cómo se desarrollan los hechos para decir qué les parece, conservan la calma y son capaces de mantener sus expectativas ajustadas a lo que se podría esperar en la realidad que viven. Saben disfrutar de sus logros y están listas para sus fracasos.

Las personas realistas se caracterizan por no ser catastróficas y por valorar los aspectos positivos y negativos de las situaciones y los problemas. Esta capacidad de valorar las situaciones desde ambas polaridades es una de las características más distintivas de ellas.

Es necesario resaltar que cuando el pesimismo y el realismo se exacerban, se convierten en rasgos negativos. En términos moderados y adaptativos, ambos son muy útiles para el desarrollo personal. La clave está en el equilibrio. Así pensaba Churchill: “El pesimista ve dificultades en cada oportunidad. El optimista ve la oportunidad en cada dificultad”.

“Había una vez un granjero que quiso hacer un concurso entre su perro y su conejo, y haciendo un agujero en uno de sus grandes prados, escondió en él una zanahoria y un hueso, para ver quién los encontraba antes. El conejo, muy alegre y optimista, se lanzó a buscar la zanahoria, cavando aquí y allí, totalmente convencido de encontrarla. El perro, sin embargo, era muy pesimista, y tras husmear un poco, se tiró al suelo y comenzó a lamentarse de lo difícil que era encontrar el hueso en un campo tan grande. Durante horas el conejo cavó, y a cada nuevo hoyo, el perro se lamentaba aún más de lo difícil que era aquello hasta para el conejo, mientras el conejo pensaba que ya le quedaba un agujero menos para encontrarla. Y resultó que cuando no quedaba sitio donde cavar, el conejo hizo un túnel hasta llegar bajo el perro, donde encontró la zanahoria y el hueso.Así, el perro perdió sólo por su pesimismo, cuando gracias a su gran instinto, ¡había encontrado el sitio a la primera!” 

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