NEUROCIENCIA

Enfermedad de Alzheimer, una pandemia silenciosa

Comienza implicando las funciones cognitivas y avanza hasta convertirse en una afectación global del sistema nervioso central

Ibrusco

La enfermedad de Alzheimer se podría definir como un envejecimiento cerebral acelerado que desarticula el paso del tiempo cerebral y el corporal, dejando un cuerpo entero con un cerebro afectado progresivamente en sus funciones. El 21 de septiembre de cada año se conmemora el día internacional de esta enfermedad, una fecha impuesta desde el hemisferio norte. Resulta paradójico que se recuerde mundialmente este problema cuando comienza la primavera, el revivir. Pero esto, en verdad, es porque en el hemisferio norte comienza el otoño, la caída de las hojas, remedando la pérdida de la memoria. Quizás, entonces, sea posible plantear si además de ser diferentes en este punto metafórico nos estamos perdiendo el eje de esta grave problemática al abandonar la visión desde nuestra región.

El Alzheimer comienza implicando las funciones cognitivas (generalmente la memoria reciente) y la conducta en general. Posteriormente afecta el resto de las funciones, alternándose el sistema tanto motor como sensorial y autónomo, así como también los ritmos biológicos, para convertirse en una afectación global del sistema nervioso central, lo que lleva finalmente a la pérdida total de autonomía. Todo esto sucede entre los diez y los quince años que dura la enfermedad, siendo muy heterogénea la presentación de sus síntomas, ya que las características varían intensamente entre las personas y también influye la idiosincrasia regional. En general, lo que el paciente era previamente, lo será más.

Esta afectación fue descripta por primera vez en 1906 por Alois Alzheimer en una paciente de 51 años, considerada en un principio como enfermedad presenil. Luego cayó en el olvido hasta que el envejecimiento poblacional hizo que se convierta en la pandemia del siglo XXI.

A nivel global, la enfermedad de Alzheimer representa un desafío creciente para la salud pública, afectando a millones de personas y sus familias en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que alrededor de 50 millones de individuos viven con demencia en todo el mundo y esta cifra podría triplicarse hacia 2050 debido al envejecimiento de la población global. El Alzheimer es responsable de aproximadamente el 60% o 70% de los casos de demencia, lo que lo convierte en la forma más común de esta condición. La prevalencia de la enfermedad aumenta significativamente con la edad, particularmente después de los 65 años. Sin embargo, es importante destacar que el Alzheimer no es solo una enfermedad de personas mayores ya que también afecta, aunque en menor medida, a individuos en etapas más tempranas de la vida especialmente en mutaciones genéticas.

 

Existe una tendencia al alza de esta enfermedad, constituyendo una endemia mundial y siendo la patología crónica no infecciosa que más discapacidad produce. Este problema, combinado con el envejecimiento de la población, sugiere que estamos frente a una emergencia de salud pública que podría considerarse una pandemia no infecciosa.

La enfermedad presenta una clara distinción de género, siendo las mujeres desproporcionadamente más afectadas que los hombres, reflejando no solo diferencias en la esperanza de vida sino también en susceptibilidades biológicas y sociales específicas. Este crecimiento y las implicaciones de género resaltan la urgencia de una respuesta global coordinada para abordar tanto la prevención como el tratamiento de esta devastadora enfermedad.

El costo total estimado de la demencia, incluyendo la enfermedad de Alzheimer, ascendía a más de USD1,3 billón en 2019. Este número refleja no solo los costos médicos directos sino también los costos no médicos directos y los costos del cuidado informal (familiar). Se espera que aumente significativamente, proyectándose que alcance los USD2.8 billones para 2030.

En América latina se espera que el número de personas con demencia aumente significativamente, convirtiéndose en la región con uno de los crecimientos más rápidos en este aspecto. Se proyecta que la cantidad de personas mayores, quienes son más susceptibles a condiciones como el Alzheimer, crecerá considerablemente, contribuyendo a un aumento en los casos de demencia durante los próximos años.

Globalmente, la Organización Mundial de la Salud indicó que el número de personas que padecen demencia se triplicará en los próximos treinta años, pasando de 50 millones a 152 millones en 2050. Esta tendencia refleja el envejecimiento de la población y sugiere que el incremento no será exclusivo de una región sino que representará un verdadero desafío global. Los costos asociados con el cuidado de aquellas personas que padecen la enfermedad también se espera que aumenten dramáticamente, lo que podría tener un impacto significativo en el desarrollo social y económico mundial.

La clave para manejar este aumento de los casos de demencia será la inversión en investigación, así como también la mejora de los sistemas de salud para manejar el cuidado de las personas mayores y el desarrollo de políticas públicas que aborden el envejecimiento de la población de manera integral. Esta creciente prevalencia que genera esta enfermedad remarca la importancia de intensificar las investigaciones para encontrar tratamientos efectivos y mejorar los sistemas de cuidado y apoyo para los afectados y sus familias, así como también de adaptar las políticas de salud pública para enfrentar los desafíos asociados a esta condición en diversas regiones y culturas.

En ese marco, existe una sobrecarga de los cuidadores, quienes generalmente son adultos mayores que, a su vez, también se encuentran en estado de vulnerabilidad. Es así como las cuestiones familiares, de red social o del sistema de salud impactarán muy diferentemente en diversas regiones. Distintas culturas y costumbres necesitarán diferentes evaluaciones diagnósticas y recomendaciones consecuentes. No es el mismo esquema familiar el de culturas donde se alejan tempranamente los hijos de la familia que en donde existen estructuras sociofamiliares más sostenidas. Tampoco serán iguales las indicaciones en regiones con arquitecturas diferentes, disímiles costumbres alimentarias (tipo y horarios de las comidas) o diferentes costumbres para dormir. Cuando estos aspectos difieren intensamente, distintas serán no solo las recomendaciones socioambientales sino también las terapéuticas, farmacológicas y no farmacológicas.

 

* Neurocientífico y profesor. Decano de la Facultad de Ciencias Médicas (UBA). PhD en Medicina y en Filosofía. Director @alzheimerargentina.

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