Flash y la "cultura de la cancelación" en debate
Si Flash, estreno de esta semana, se convierte en un éxito de taquilla -así lo predicen los analistas del mercado cinematográfico- generará un debate: ¿cómo es que el público va a ver una película protagonizada por un actor acusado de varios delitos?
Algo de lo que no se habla demasiado el lo que va a suceder el próximo fin de semana cuando se estrene en los EE.UU. y varios mercados -la Argentina incluida- Flash, la nueva película de superhéroes de Warner-DC. Según analistas del mercado, el filme va a dominar el box-office global como viene pasando con casi todos los tanques estrenados este año. Pero en este caso, la situación es un poco más compleja. La película dirigida por el argentino Andy Muschietti, que ya tuvo varias reseñas positivas en los medios de los EE.UU., carga con una serie de problemas que incluyen, puntualmente, a su estrella, Ezra Miller. Y en eso radica su importancia.
Miller ha tenido en los últimos años una conducta errática y complicada que ha redundado en cargos por violencia, abuso de armas de fuego, robo y varios otros problemas serios. Aunque el actor se disculpó por padedcer, según su propia versión, de un desorden mental y entró a tratamiento, su nombre fue sinónimo de complicaciones. Flash, además, ya había terminado su rodaje cuando los problemas arreciaron, y es una inversión gigantesca. Lo que en este caso se pone en juego es, en cierto sentido, la cultura de la cancelación: después de los muy publicitados escándalos de Miller, ¿puede el filme dominar la taquilla? Todos indican que sí.
Es una buena noticia además para la competidora Marvel, que tiene el mismo problema con el actor que interpreta al personaje central de su nueva saga, Jonathan Majors, arrestado por violencia doméstica y que protagoniza la ya filmada por lanzarse segunda temporada de la serie Loki, y debería aparecer como Kang el Conquistador en mucha de las películas por venir. El dilema es si los problemas "de la vida real" de los artistas puede hundir al negocio de las películas en las que participan. Por supuesto, es un dilema ético y hasta moral.
Pero el costo astronómico de estas producciones hace que los estudios y los aparatos de marketing manejen todo con cuidado. El caso Miller/Flash pone en la balanza el problema y el éxito económico de la película podría abrir una discusión diferente respecto, además, de la corrección política y la "cultura de la cancelación". Más allá de la culpabilidad o no de los humanos que están detrás de los personajes, hay un discurso que podría entrar en crisis. De allí que la taquilla, esta vez, sea para mirar con mucha atención.