La historia secreta de Elon Musk y la compra de Twitter
Elon Musk le dio forma a su sueño de X.com con mucho dinero, pero también con idas y vueltas, obsesiones y hasta una venganza. Publican una biografía sobre el dueño de X
Corría abril de 2022 y Elon Musk tenía un problema entre manos: 10.000 millones de dólares. Hasta ese momento, todo era ideal: había sido elegido como la Persona del Año 2021 por la Revista Time, las acciones de su automotriz Tesla volaban y su empresa espacial SpaceX le sacaba años luz a su competencia con satélites y presencia en todo el mundo. Pero en la cabeza de Musk, todo ese dinero no era para tener en el banco. "¿Y si compro Twitter?", pensó.
Shivon Zilis, para ese entonces ejecutiva de Neuralink —la empresa de Musk que crea chips implantables en el cerebro— y madre en secreto de dos de sus hijos, le dijo que no avanzara con su idea de Twitter. Era comprarse un problema. "Estar en guerra es parte de mi esencia. Supongo que siempre quise poner las cartas sobre la mesa o jugar al siguiente nivel del juego", le respondió.
¿Qué hacer con 10.000 millones de dólares? "Me pregunté qué producto me gustaba, y esa fue una pregunta fácil. Era Twitter", le contó a Walter Isaacson, autor de la biografía "Elon Musk" que saldrá en septiembre próximo. Así que transformó ese pensamiento en acción. Más precisamente, en acciones. Adquirió unos cuantos títulos de Twitter, su juguete preferido. Allí, la lógica era inversa a la del patio del recreo: a los nerds los elogiaban y los seguían.
Sin saberlo, acababa de activar el detonante que transformó el 2022 de Musk en un caos y dio paso a una de las sagas más importantes del año y, quizás, de la década.
Un deseo trunco y una preocupación seriaVeinte años atrás, Musk ya soñaba con un concepto: X.com. Así quiso ponerle a PayPal, la empresa que fundó y lo catapultó al éxito. Sin embargo, sus socios se resistieron y el deseo del empresario quedó resonando en el fondo de su mente. En 2022, ya con mucho dinero y mucho más poder, esa idea seguía: X.com era el nombre que debía tener esa "aplicación de todo" que se apoderaría del sistema financiero mundial.
Twitter, entonces, se convirtió en la posibilidad de hacer realidad su deseo. "Twitter podría convertirse en lo que X.com debería haber sido, y podemos ayudar a salvar la libertad de expresión en el proceso", le dijo Musk a Isaacson, según contó el escritor en Wall Street Journal.
¿Qué tenía que ver libertad de expresión? De ideas liberales, Musk estaba preocupado hace rato por el "virus progresista" que invadía Estados Unidos. Un virus como ese, "fundamentalmente anticiencia, antimérito y antihumano en general" en su opinión, era uno de los factores que impedía que la civilización se volviera "multiplanetaria", otro anhelo de Musk que busca satisfacer con SpaceX.
The woke mind virus is making Netflix unwatchable
— Elon Musk (@elonmusk) April 20, 2022
En ese rechazo había un lamento oculto: su hijo Xavier había transicionado a los 16 años, sin decirle nada. Musk se enteró e intentó reconectar, pero Jenna —el nuevo nombre de su hija— no quería saber nada: ahora era "comunista" y pensaba que todos los ricos eran malos. Lo mismo que la mayoría de los usuarios de Twitter. La red social era el problema. Y también la solución.
Muere Twitter y nace XAl comprar sus primeras acciones, Musk se contactó con el flamante CEO de Twitter, Parag Agrawal. Hablaron media hora. "Es un tipo realmente agradable", pensó Musk al terminar la conversación. No era una conclusión positiva. Para él, un CEO no debe ser agradable, sino un "dragón que escupe fuego". Sin embargo, no le dijo nada. Al contrario: aceptó la invitación para ser parte de su Junta Directiva, mientras, para sus adentros ya surgían otras ideas. Para Musk, en Twitter eran los locos los que dirigían el manicomio.
Su primera sugerencia fue devolver esa libertad de expresión que, para él, Twitter restringía: ¿un código abierto, quizás? Pensó también en cobrarle un pequeño monto para verificarse, para así recaudar dinero y, a la vez, sembrar las bases para X.com, app en la que los usuarios intercambiarían dinero entre sí.
Eran demasiadas ideas, demasiados problemas, demasiado tiempo. Musk se fue de vacaciones a Hawaii, pero no dejaba de pensar. Una madrugada, mientras miraba las cuentas con más seguidores, tuiteó impulsivamente: "La mayoría de estas cuentas 'principales' rara vez twittean y publican muy poco contenido. ¿Twitter está muriendo?".
Most of these “top” accounts tweet rarely and post very little content. Is Twitter dying? https://t.co/lj9rRXfDHE
— Elon Musk (@elonmusk) April 9, 2022Una hora y media después, a las 5:00, una conversación cambiaría todo.
—Sos libre de tuitear '¿Twitter está muriendo?' o cualquier otra cosa sobre Twitter, pero es mi responsabilidad decirte que no me estás ayudando a mejorar Twitter en el contexto actual— le escribió Agrawal. —¿Qué hiciste esta semana?— respondió Musk, despreciativamente.
Minutos después, volvió a la carga.
— No me voy a unir a la Junta Directiva. Esto es una pérdida de tiempo. Voy a hacer una oferta para comprar Twitter. — ¿Podemos hablar?—, preguntó Agrawal, sorprendido.
Rápidamente se sumó el presidente de la junta directiva de Twitter, Bret Taylor.
— ¿Tenés cinco minutos para que yo pueda entender el contexto?—, le escribió. — Reparar Twitter chateando con Parag no va a funcionar. Se necesitan medidas drásticas.
La oferta y el desastreAntes, Musk pensaba en hacer su propia red social, y hasta preguntó si debía crearla en una encuesta de Twitter. Pero, mientras hablaba con su hermano Kimbal, llegó a la conclusión de que Twitter tenía la base de usuarios necesaria. Eso sí: no había forma de arreglarla como accionista. Tenía que ser el dueño.
Voló a Vancouver. Allí se encontraría con su novia, la cantante Grimes, e iría a comer con sus suegros y su hijo. Sin embargo, Grimes decidió que Musk no fuera: lo notaba estresado. Elon se quedó en el hotel y envió un mensaje a Taylor: "Después de varios días de deliberación (obviamente se trata de un asunto de gran gravedad), decidí seguir adelante y convertir Twitter en privado". Luego se sumergió para una madrugada de videojuegos. A las 5:30, tuiteó: "Hice una oferta".
Eran 44.500 millones de dólares. Musk no tenía todo ese dinero, así que salió a buscar financistas. Su hermano Kimbal se negó, pero Larry Ellison accedió a darle 1.000 millones. Luego, por recomendación, habló con Sam Bankman-Fried, fundador del ya quebrado exchange FTX: "Mi detector de mierda se activó como la alerta roja en un contador Geiger", recordó Musk. No hubo acuerdo.
Tras conseguir el dinero, Musk se dedicó de lleno a Tesla y SpaceX. Twitter estaba como telón de fondo y hacía que su humor cambiara drásticamente. En conversaciones con Isaacson, Musk pasaba de la esperanza al desánimo. Hasta llegó a admitir que "pensaba demasiado en Twitter" y que tenía una tendencia a "morder más de lo que puedo masticar".
Hora de volarPara septiembre, Musk estaba furioso. Estaba convencido de que Twitter mentía, de que todo era un desastre y de que el trato era un error. Quería pagar menos, pero la red social ya había demandado y todo parecía jugarle en contra. Sus abogados le dijeron que era mejor pagar la oferta inicial. "Podría decirse que debería pagar el precio completo, porque estas personas que dirigen Twitter son unos tontos e idiotas", le dijo a Isaacson.
Tras comprar Twitter, visitó sus oficinas de San Francisco. Había comida gratis, salas de yoga, espacios de juegos, gimnasios, hasta se vendían remeras que hacían alusión al progresismo. Se priorizaba la "seguridad psicológica", algo que a Musk le dio gracia. El buen trabajo surge de la incomodidad, creía. Todo tenía que volar, hasta los demasiados pájaros de Twitter que invadían el edificio.
Antes de cerrar el trato, Musk planeó una jugada final. Una venganza, quizás. El viernes 28 de octubre se iba a concretar el acuerdo: el dinero se transferiría, las acciones se retirarían de la lista y Musk tendría el control. Agrawal y sus principales adjuntos de Twitter cobrarían sus indemnizaciones y adquirirían sus opciones sobre acciones.
En vez de hacer eso, Musk ordenó a sus abogados a cerrar todo el jueves por la noche, convencido de que la Junta Directiva lo había engañado. Agrawal tenía lista la carta de renuncia, pero se encontró con que ya no tenía mail de Twitter para enviarla. Musk acababa de cerrar el trato, y lo había echado a él y sus adjuntos "por causa justificada". Mientras miraba boquiabierto su pantalla, un guardia de seguridad le pidió que abandonara el edificio.
Agrawal trató de renunciar, pero Musk fue más rápido. Su última jugada fue impulsiva, inmadura, vengativa. Como la de un nerd adolescente al que molestaron en el patio del recreo.