Las improvisaciones son mejores cuando se las prepara

Maximiliano Suárez*

La ópera Don Giovanni es una de las más consagradas del mundo, aunque su cobertura, a cargo de Wolfgang Amadeus Mozart, haya sido compuesta apenas la noche anterior al estreno. Se dice que Mozart solía dejar los detalles finales de sus obras para último momento, ya que la sensación de crisis lo volvía más productivo y creativo.

Una estrategia arriesgada, pero sin dudas efectiva. Eso sí, lo que funcionó para Mozart quizás no funcione para todo el mundo, por algo fue uno de los grandes genios de la historia. Como si estuviéramos en el Teatro de Praga, hace meses esperamos el comienzo de una obra que no ejecuta la primera nota. Lo único que tenemos es una larga lista de justificaciones de por qué la función no ha empezado ni está por empezar pronto.

Algo que lamentablemente ya está en el ADN argentino, no nos gusta hacernos cargo. La culpa, siempre, es del otro. A lo largo de la historia nos hemos concentrado en generar una serie de teorías conspirativas y fabulosas para evitar asumir lo ineludible: hemos fracasado en la construcción de un proyecto de nación. El país en el que vivieron nuestros padres dio menos oportunidades que el de nuestros abuelos, y si no hacemos algo pronto, el que heredaran nuestros hijos será aún más difícil que el actual, si es que queda alguien para ese entonces.

El éxodo argentino de hoy tiene algunas semejanzas incómodas con aquél incipiente éxodo venezolano de comienzos de la década pasada. Y además la huida de jóvenes muestra otra realidad inconveniente. No es la pandemia, virus hay en todos lados, crisis permanente, solo en algunos.

El problema no está ni en el Covid-19, ni en el dólar. El primero es un virus circunstancial, que tarde o temprano se irá, y que además otros países han manejado bastante mejor que nosotros. El desastre de ni economía, ni salud, podría haberse evitado con un plan basado en los datos y la experiencia de los países que nos antecedieron. Difícil para un gobierno que no cree en los planes.

Tampoco faltan dólares como se suele decir frecuentemente, la tenencia per cápita de billetes verdes en Argentina es más alta que la de EE.UU., y los activos externos de los residentes superan con creces los pasivos del sector público. Nuestra posición de inversión internacional es acreedora neta, es decir que financiamos al resto del mundo, algo extremadamente inusual para un país que justamente necesita aplicar el crédito para su propio desarrollo.

Tiene razón el presidente, los dólares son para la producción. Pero la forma de incentivarlos a entrar en el círculo virtuoso del crecimiento económico no es hiper regulando y obligando a los particulares a entregar sus dólares a un precio ficticio. ¿O a caso alguien vende dólares al cambio oficial voluntariamente? Los paralelos podrán parecer disparatados si se los mide en función del poder de compra, pero evidentemente es el precio al que se encuentran compradores y vendedores libremente. Tan sencillo como eso.

Con un poco de certidumbre y racionalidad, el dólar cae como un piano. Pero para eso hay que liberar el cepo, sincerar la economía y dejar de emitir. Quizás sea duro, pero peor será cuanto más tiempo vayamos por este sendero desviado. Cuando el dólar saltó a $60 tras las PASO, se apuraron a decir que ya se encontraba “en equilibrio”. A pesar de eso, al asumir en diciembre el gobierno promulgó el impuesto solidario y lo llevó casi a $90.

Cuando el dólar paralelo llegó a $130 se vislumbró como una gran idea el gravar el oficial con el 35% de ganancias y así emparejar las cotizaciones. ¿Que hizo el blue? Se fue a $165 y contando.

El resultado es una brecha con el oficial que ya supera el 100% y en los 14 meses transcurridos desde las PASO el dólar libre ya subió un 250%, lo mismo que en toda la gestión anterior. Que en algún momento va a haber ajuste ya lo sabemos, solo que es distinto hacer el acople con una brecha del 20% y una del 200%.

No existe la restricción externa, en el mundo sobran los dólares y hasta en algunos países los bancos cobran por recibir depósitos. No se puede financiar indefinidamente el déficit imprimiendo billetes, la emisión monetaria genera inflación, es algo que no se debiera discutir. No es casualidad que hace más de dos décadas nos encontremos en el podio de países  con mayor aumento de precios.

Para frenar la escalada del dólar se necesita un programa económico y respetar al ahorrista, brindarle herramientas de inversión, reforzar el sistema financiero y dejar de bastardear la moneda. Nadie ahorra en un instrumento que se crea y se reparte a discreción. El valor de una moneda, como de cualquier bien, proviene de su escasez relativa.

Como instruye el proverbio, quién quiere hacer algo encuentra un medio, quien no quiere hacer nada, encuentra una excusa. Si seguimos con teorías desopilantes que no tienen asidero en ningún país serio del mundo, vamos a seguir agrandando una crisis que podría ser inédita. Mientras tanto los espectadores seguimos aguardando, esperemos que cuando la música empiece a sonar sea efectivamente Don Giovanni y no el Réquiem.

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* Asesor Financiero de Bull Market Securities

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