Escenario político

Milei provoca, oposición desconcertada: tres especulaciones

El presidente sigue ocupando el centro de la escena política y económica.

Dante Avaro

Con poco más de un año de ejercicio político a sus espaldas, el gobierno no ceja en su capacidad para asombrar tanto a propios como a extraños. Los opositores (formales y reales) tienen que admitir que Milei asombra, porque reafirma constantemente su condición de novedad (lo nuevo). El presidente Milei no se cansa de provocar (políticamente) y la oposición real (en ocasiones también la formal) cae presa de su juego. Los opositores no encuentran terreno firme para construir discurso político y todo indica que, por ahora, se conforman con escaramuzas pírricas por redes sociales. 

No es la primera vez que esto sucede en Argentina, pero sí es la primera vez que —durante estas últimas cuatro décadas—le pasa al peronismo. Se puede especular con tres tipos diferentes de explicaciones que, en conjunto, muestran un panorama completo sobre por qué Milei magnetiza, todavía, a la opinión pública. 

Primero. Milei estructuró y estilizó su discurso en torno a la siguiente idea: durante los últimos cuarenta años, la “casta” no ha tenido que probar que sus políticas eran buenas, puesto que nadie les mostraba cuán mal estaban funcionando. Yo —dijo Milei— mostré ese asunto y gané. Frente a ese hecho, los opositores equivocaron su estrategia. 

Por un lado, los opositores formales (aliados parlamentarios) hipotecaron sus futuros rendimientos electorales, al apoyarlo sin recibir nada a cambio (siempre queda, dirán estos para sus adentros, el consuelo de la siguiente frase: “solo el que hace cuentas, se equivoca”). La oposición real, desde el día uno, salió a vociferar en contra del gobierno recién electo. Según algunos analistas, quedó atrapada en la siguiente pregunta: ¿la oposición condena las políticas de Milei porque prevé sus consecuencias, o, al contrario, se inventa las consecuencias para facilitarse la tarea de condenar de antemano sus políticas? Una parte importante de la opinión pública no entró en ese juego. 

Segundo. Una gran parte de los intelectuales, analistas, periodistas, militantes y políticos profesionales se equivocan al presentar la irrupción de Milei en un eje izquierda/derecha. El yerro es mayor cuando se lo presenta entre democracia/autocracia (aunque fascismo sea el término utilizado). La irrupción de Milei, tal como él se ha presentado, es entre democracia y mercado. Es decir, cuando las democracias lucen mal o tienen “mal aspecto”, el mercado se presenta como una muy buena alternativa (esta es la base de convergencia entre autores minarquistas, anarco liberales, libertarios, anarcocapitalistas, etc.). No es menos democracia, sino que a través de desestatizar la sociedad (más mercado) se pueda mejorar la democracia.

 La noche del 19 de noviembre de 2023 todos parecieron haber dado cuenta de que Milei había colocado —usando la expresión de Antonio Machado— las velas donde soplaba el viento, pero solo él tomó el riesgo y acertó a los lugares desde donde venían las ráfagas. Esto ha resultado un asunto que puso a rumiar a toda la oposición y a sus oráculos.  

Tercero. Utilizando otro registro discursivo, figurémonos —con el auxiliar de Boris Groys— que el sistema político y su escenificación son como un gran fichero constituido por una cantidad siempre fija de tarjetas. Para ingresar la tarjeta de Milei se requiere, por tanto, sustraer información del fichero general. Es decir, ingresar la tarjeta de Milei (y sus estrechos colaboradores) requirió devolver algunas tarjetas al conjunto informacional que no añade valor cognitivo al fichero general. 

Solo así resulta posible, bajo una nueva clasificación y catalogación, mantener el fichero general como un conjunto sistematizado de información acerca del sistema político y su escenificación. Quien comprenda estos movimientos estará navegando o, al menos, surfeando sobre la realidad. Quien extrañado quedó, está subsumido en el desconcierto, intenta echar mano del archivo general para obtener respuestas, pero este permanece mudo. 

La oposición todavía no quiere o no sabe cómo usar el nuevo fichero político. Ya hay muchas tarjetas que están en el archivo general, pero sus actores parecen no saberlo o no quieren aceptarlo.  

Estos tres asuntos interactuando tienen, probablemente, un menor atractivo que su presentación individual. Sin embargo, aun así, sirven para retratar la buena fortuna de la que goza el gobierno. En otras palabras, no hace falta que a Milei le vaya—en términos de resultados de gestión— relativamente bien; basta con que no le vaya tan mal. Mediante un gobierno regular y calibrando adecuadamente qué y hasta dónde puede desestatizar, le basta para mantener ocupada a la oposición mirando qué tarjetas quedan dentro del archivo relevante de la política. Las elecciones de mitad del mandato lubrican este asunto, pero también drenan el dique que contiene abroquelada y expectante a la oposición.

 

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