Para revindicar de una vez por todas a John Wayne, películas en Qubit.TV
Abundan los comentarios de que "era un paquete" o "un tronco" o "no sabía actuar". Sin embargo, el cowboy arquetípico creado por John Wayne estaba lleno de matices, cambiaba de acuerdo al género y convencía siempre al espectador. Aquí, revisión en Qubit.TV de una carrera memorable.
Una de las discusiones más frecuentes entre cinéfilos y no cinéfilos es si John Wayne era o no un gran actor. Los cinéfilos dicen (decimos) que era un grande; los no cinéfilos, que era un pedazo de madera con patas incapaz de representar alguna emoción. Es el gran problema de la "buena actuación" en el cine: suele considerarse "buena" la que tiene más expresividad (incluso sobreactuación...) y no lo que cuaja perfecto con lo que se está contando. Dicho de otro modo: el teatro, la televisión o el cine tienen actores pero son tres juegos con reglas diferentes. También el fútbol, el básquet y el vóley se juegan con pelotas, pero nadie contrataría a Messi para jugar en la NBA. Es un poco similar: John Wayne era un gran actor de cine clásico y vamos a demostrarlo con algunos títulos disponibles en Qubit.TV.
Por supeusto, se relaciona a Wayne siempre con el western y con John Ford, porque fue de hecho el actor preferido del realizador irlandoamericano, protagonista de varias de las principales películas del director. La primera fue La Diligencia, que además marcó un antes y un después en el género. Wayne es Ringo, un soldado de fortuna que acompaña a un variado grupo de viajeros a través de territorios de indios. Aunque sí es un western, y sí es una película de acción y aventuras, es también casi un drama simbólico. Wayne, que ya había hecho muchos westerns, aparece aquí como un héroe ambiguo que va trazando un horizonte moral a medida que transcurre la trama. Es, de parte de Ford (y Wayne lo entiende) una reflexión sobre el arquetipo, no una reiteración de un personaje. De allí en parte la fama de la película.
Sin embargo, una de las mejores actuaciones de Wayne para Ford es algo diferente de un western: es una comedia costumbrista ambientada en un pequeño pueblo de Irlanda donde un boxeador vuelve tras vivir casi toda su vida en los EE.UU. Ese boxeador es Wayne y tiene un gran dolor en su pasado y un gran -y tumultuoso-amor en el presente, interpretado por Maureen O'Hara. La película se llama El hombre quieto y retrata las tradiciones de un mundo definitivamente perdido, que es también algo así como un purgatorio para un hombre más herido que quieto. El final, que incluye una de las peleas más largas (y divertidas) de la historia del cine (entren Wayne y Victor McLaglen), muestra que el actor podía trabajar el melodrama y la comedia con absoluta precisión.
Es muy probable que uno de los trabajos más maduros del actor en la pantalla sea, también, la película bélica menos "triunfalista" que hicieran los estadounidenses alrededor de la Segunda Guerra Mundial. Arenas de Iwo-Jima, de Allan Dwan, retrata la tremenda y decisiva batalla en esa isla (lugar donde también se desarrollan Bandera de nuestros padres y Cartas de Iwo-Jima, de Clint Eastwood y varias otras) que básicamente rompió el equilibrio entre Japón y los EE.UU. en la guerra del Pacífico. Pero Dwann no cuenta una historia de victorias, sino que a través del complejo personaje de Wayne (un sargento duro pero comprensivo, que exige al máximo a los suyos pero también los trata humanamente) retrata el "lado B" de la contienda, las tristezas humanas, las miserias (la mujer con un bebé que se prostituye en una de las secuencias más geniales que interpretó Wayne) y los sacrificios que implica una guerra. Sin Wayne, no tendría el filme la complejidad que tiene.
También sobre la Segunda Guerra es Fuimos los sacrificados, que Ford hizo cuando aún ejercía dentro de la Armada de los EE.UU. (había registrado el Día D y la batalla de Midway, donde fue herido). Pero la película es de una amargura absoluta: la historia de un escuadrón de lanchas livianas que cumplía misiones casi suicidas en el Pacífico. Wayne comparte el protagónico con Robert Montgomery (que de paso rodó varias secuencias) y tiene como una de las tramas un romance condenado por la contienda. Wayne resuelve esa situación con control absoluto y mucha emoción contenida; es de hecho -como Arenas...- una película amarga y Wayne se muestra como un hombre herido por la Historia de un modo conmovedor.
Con Howard Hawks, Wayne fue más dinámico, también más cómico y "físico". Es decir, el hablar era menos importante que su manera de pararse frente a la cámara y moverse. Con Hawks Wayne hizo varios westerns, sobre todo la "trilogía de los ríos" (Río Bravo, Río Rojo y Río Lobo). En Qubit está la segunda, donde Wayne encarna a un ganadero que trata de salir de la mala con un arreo de 9000 cabezas pero enfrentado a su hijastro (Montgomery Clift en una de sus grandes actuaciones) casi a punto de reventarlo a balazos. La dinámica entre ambos personajes y los claroscuros morales se resuelve en este caso a pura acción, en los movimientos de los personajes. Wayne habla menos pero logra personificar a un hombre veinte años mayor a su edad real con convicción absoluta.
Y cerremos con la curiosa Cacería en los mares, del artesano John Farrow. Lo extraño de esta película es que cuenta cómo un marino alemán tiene que llevar su barco, a través del Pacífico, de vuelta a su país cuando acaba de comenzar la Segunda Guerra Mundial. Es decir, Wayne hacía de un personaje "del país enemigo", aunque por cierto el filme es bastante posterior a la contienda. Lo que importa es su relación con una mujer (Lana Turner en la cima de su fama) y el retrato aventurero de una voluntad de supervivencia notable. En cada película, Wayne inventaba cosas sin dejar de ser él mismo.