Buscando en lugar equivocado

Para ser felices debemos creer que nos lo merecemos

La felicidad es, y siempre será, una tarea interior de cada uno.

Aldo Godino

Tenemos la mala costumbre de fijarnos en aquello que nos falta, mientras despreciamos el valor de todo lo que nos rodea. No siempre cuidamos lo que nos hace feliz, lo que nos dibuja una sonrisa, nos sumerge en un mar de calma y nos invita a desconectar de la telaraña del día a día. Lo que nos eriza la piel, nos hace saltar de alegría y nos invita a ser mejores.

Por desgracia, hemos experimentado en muchas ocasiones la frustración del deseo de felicidad, y nuestros sueños se han visto defraudados. Uno tras otro, todos ellos parecían disfrutar de unos instantes de gloria y luego se desvanecían, de modo que nuestras expectativas de felicidad duradera se fueron perdiendo a lo largo del camino. Parece ser entonces que la felicidad se compone de pequeños momentos, de detalles vividos en el día a día, y quizá su principal característica sea la precariedad, su capacidad de aparecer y desaparecer de forma constante a lo largo de nuestras vidas.

Desperdiciamos tanto tiempo a lo largo de nuestra vida que, a veces, se nos olvida cuidar lo importante: esos detalles, momentos y personas que nos regalan dosis de felicidad, sabiduría, tranquilidad y amor, mucho amor, a pesar de los contratiempos, las lluvias y los nubarrones. "Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo", decía Leon Tolstoi. La felicidad es tan accesible a nosotros cómo lo es el dolor , simplemente por estar vivos y por tener conciencia de que lo estamos. Ser feliz es accesible para todos. Recordemos que para ser felices debemos creer que nos lo merecemos.

Sin embargo continuamos acariciando nuestros sueños irreales; tratamos de armar la realidad con expectativas de serie a todo color; construimos castillos en el aire; insistimos en imaginar la vida y la felicidad como ese tesoro escondido del que tenemos el plano. Pero siempre que pongamos nuestra felicidad en lo que las cosas prometan o la dejemos en manos de otros seres humanos, seremos víctimas de la frustración. La felicidad es una tarea interior. Cuando esperamos que algo o alguien nos hagan felices, siempre nos encontraremos con la desilusión. Nuestros errores comienzan cuando esperamos que las personas y las cosas se responsabilicen de nuestra felicidad.

Quizás hemos abandonado toda esperanza de verdadera y duradera felicidad. La evidencia contemporánea es abrumadora: crece el índice de rupturas matrimoniales; la trata de personas es epidémica; se ha incrementado la incidencia de la dependencia química del alcohol y de otras drogas; las bandas urbanas violentas proliferan en nuestras calles; las prisiones están repletas y no cumplen con su objetivo. Incluso el aire que respiramos ha sido declarado contaminado. Es obvio que nadie puede captar en profundidad toda esta problemática sin correr el riesgo de deprimirse. Puede ser que por nuestras experiencias personales o la educación recibida hayamos integrado la premisa de que no podemos ser felices porque no nos lo merecemos. Pero no hay nada en el mundo que deniegue a una persona el poder sentir la felicidad.

No hacen falta hechos ni sacrificios grandiosos para reconocer el valor de todo lo que nos hace bien. A menudo, son los pequeños detalles los que marcan la diferencia, esos que desprenden atención, comprensión y cariño, esos que nos regalan calma, paz y tranquilidad, que nos conectan con el presente, el amor y nuestro interior. A veces lo más simple es lo más valioso y ni siquiera somos capaces de percibirlo. Todo lo contrario: nos empeñamos en perseguir la felicidad por caminos equivocados, sin percibir que está más cerca de lo que pensamos.

Tal vez ûcomo decía Mafalda- no siempre tenemos "ganas de andar haciendo turismo por adentro" y seguimos buscando la felicidad en lugares equivocados. Ciframos nuestras esperanzas en otras personas y en objetos que, sencillamente, no pueden satisfacerlas. Alguien tenía en el espejo, encima del lavabo, un mensaje que le recordara esta verdad: «Estás viendo el rostro de la única persona responsable de tu felicidad". La clave es nuestra actitud. Si de una vez por todas aceptamos que tenemos mucho a nuestro alrededor que agradecer y por lo que sentirnos bien, si nos empeñamos en ver más allá de nuestro filtro negativo y si comenzamos a reconocer como valioso tanto el tiempo de los demás como el nuestro todo comenzará a tomar otra perspectiva.

Tengo la convicción de que la felicidad está al alcance de todos. El único problema es que, si la buscamos fuera, vamos en una dirección equivocada. La felicidad es, y siempre será, una tarea interior. Contaba Anthony de Mello: "Un vecino encontró a su amigo cuando éste andaba buscando algo de rodillas. «¿Qué andas buscando?". «Mi llave. La he perdido". Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino: «¿Dónde la perdiste?". «En casa". «íSanto Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas aquí?". «Porque aquí hay más luz". ¿De qué vale buscar la felicidad en lugares ajenos si donde la has perdido ha sido en tu corazón?"

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