Balance y previsiones

Qué pasó en el cine en 2022 y qué (se supone) pasará

Es difícil hablar de "las mejores películas del año" cuando los títulos no solo se agolpan (o ni siquiera lo hacen) en las salas. De todos modos, aquí va una pequeña reflexión (sí, con recomendaciones) sobre qué pasó y qué podría pasar de aquí en adelante.

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¿Se puede hacer un balance cinematográfico de 2022? ¿Se pueden elegir las mejores películas? Sí, se puede. Sin embargo: ¿tiene sentido hacer un top ten de películas hoy? Quizás: en realidad quien esto escribe, con casi tres décadas de crítico de cine sobre sus espaldas, cree que es mejor hablar de otra cosa, de lo que es importante en el audiovisual y no tanto de títulos individuales. Aunque, sin dudas, hay títulos de los que hablar.

¿Hubo películas buenas? Sí, hubo: sin orden ni concierto, sin subrayar formas u orígenes, ahí están Licorice Pizza (HBO Max), Avatar-El camino del agua, Apolo 10 y1/2-Una infancia espacial (Netflix), y varias otras (este redactor quiere mucho Competencia oficial -Star+-, de la dupla Cohn-Duprat, también encargados de, justamente, El Encargado, pero como tuvo algo que ver con ambas no quiere parecer poco ecuánime). El problema consiste en que mucho de lo mejor del año fue invisible o solo accesible en plataformas.

Ejemplo: Drive my car (ganadora del Oscar extranjero), La leyenda del Rey Cangrejo, o la saga sobre el porno Pleasure están dentro de lo más interesante que se pudo ver en 2022; y si bien las dos primeras tuvieron algún paso (mínimo y acotado) por salas, la mayor difusión estuvo en plataformas (las tres están en Mubi). En cierto sentido, si se analizan las recaudaciones, se puede apreciar que las películas no inmersivas/espectaculares ya tienen como destino las plataformas, por lo menos en cuanto a distrubución internacional se refiere. Esto es un problema serio para casi todo el sistema cinematográfico, porque no se puede vivir -lo venimos diciendo desde hace mucho pero ahora queda claramente visible- solo de tanques.

Y sin embargo, algo sucede. Argentina, 1985 -disponible en Amazon- y varias películas de terror (Nope, Barbarian, El teléfono negroSmile y algunas más) tuvieron buen paso por los cines. En el primer caso, hubo algo de querer recuperar cierta mística política y el atractivo de Ricardo Darín como Strassera lo que ayudó a impulsar la venta de tickets en sala por encima del millón de espectadores. Es un fenómeno a analizar. Pero es más interesante lo que sucede con los filmes de género tenebroso, que nunca dejan de debutar en los primeros puestos del top ten.

¿Por qué funciona el terror? En primer lugar, porque es fácilmente traducible. A diferencia de la risa o la política, los públicos del cine de sustos se asusta en los mismos lugares viva en la Argentina o en Bangladesh (sí, ya vimos que ambos países también sufren igual por el fútbol). Pero además tiene cierta característica tenebrosa que cuaja absolutamente con la pantalla grande y la sala oscura. No por nada los primeros espectáculos anteriores al cine se llamaban "fantasmagorías", donde linternas mágicas y sonidos buscaban dar miedo a los asistentes. 

Hay otra cuestión importantísima: incluso cuando estas películas pueden incluir en sus excusas argumentales algún "tema contemporáneo" o alguna denuncia (Nop es bastante clara en ese sentido), terminan primando los temores más primitivos, universales y tradicionales. El miedo a la muerte o a la tortura, el miedo al dolor o a la pérdida, que no tienen que ver con nada contextual y están presentes siempre en el mundo. Quizás ahí hay una posibilidad para los cines; y este año las películas mencionadas, que además fueron muy buenos negocios realizadas con poco costo permitieron mantener el flujo en las salas.

Pero vamos a un punto más central: ¿por qué es tan importante Avatar-El camino del agua? Respuesta: porque es carísima. No, no es el costo sino lo que eso implica: se realizó porque James Cameron quería, pero requiere una recaudación masiva. Es un salto respecto de otros tanques que tienen que recaudar más o menos algo que está previsto (no hay casi película de 200 millones de dólares que no recaude su costo). Pero es además "otra cosa" visual y narrativamente. Una gran parte del metraje tiene algo de documental (de un mundo que no existe) y de atención al detalle que recuerda mucho más al "ride" o al paseo por un lugar que a la narración cinematográfica (de todos modos sólida a nuestro criterio). Es decir: es una película que intenta resignificar el espacio de la sala cinematográfica utilizando todas sus posibilidades. Su debilidad es el discurso de denuncia (como para dejar contentos a los utilitaristas del cine) y su fortaleza es la construcción sensorial de algo que no está allí.

La gran pregunta es si el cine, de aquí en más, será solo fantasía y terrores primitivos, si es posible llevar a una sala oscura a un público para mostrarles una fábula realizada con realismo y rostros humanos tal cual son. Quizás estemos entrando en la fase rococó del cine. Los títulos de 2022 parecen indicar ese camino, diferente del que fue pero todavía por decidir si mejor o peor.

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