Tensiones ideológicas y avances comerciales: dos caras de la misma moneda en el Mercosur

Una nueva forma de adaptación: el pragmatismo como estrategia para sostener la vigencia del Mercosur

Florencia Rubiolo

La cumbre del Mercosur celebrada en Buenos Aires dejó en evidencia una tensión central dentro del bloque: mientras Javier Milei abogó por una integración más abierta, menos burocrática y orientada al mercado, Lula da Silva defendió el fortalecimiento del Mercosur como herramienta política frente a los desafíos globales, con énfasis en el apoyo a comercios entre miembros y la transición energética. Sin embargo, esa divergencia no fue un obstáculo para lograr avances concretos.

El contrapunto entre los presidentes de Argentina y Brasil sintetiza el momento que atraviesa el bloque. En un escenario internacional fragmentado, la coexistencia entre visiones ideológicas opuestas y decisiones conjuntas puede entenderse como una nueva forma de adaptación: el pragmatismo como estrategia para sostener la vigencia del Mercosur.

Esta flexibilidad es, además de una herramienta técnica, una respuesta política ante un orden internacional marcado por la incertidumbre y el avance de medidas unilaterales. Ejemplo de ello es la ampliación de la lista de excepciones al AEC (Arancel Externo Común), que otorga a los Estados miembro mayor autonomía para enfrentar disrupciones en el comercio global sin abandonar el marco regional de integración.

Además, aunque los países que integran la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) -Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein- representan economías pequeñas en términos demográficos, el acuerdo alcanzado con el Mercosur posee valor estratégico: incluso en un contexto de fragmentación política, el bloque mantiene la capacidad de actuar con coherencia en el plano externo.

Más allá de los sutiles beneficios económicos que pueda generar en el corto plazo, este acuerdo refuerza la proyección del Mercosur como un actor dispuesto a integrarse a cadenas globales de valor. Conservar la posibilidad de negociar en bloque constituye, en sí misma, una muestra de madurez institucional.

Las tensiones internas y los acuerdos son, hoy, dos caras de una misma moneda: la de un Mercosur que, por ahora, encontró en la flexibilidad una forma de persistencia.

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