Todos somos buenos en algo
Si bien debemos aceptarnos y saber que tenemos puntos débiles, también es importante reconocer las cualidades que poseemos
La comparación es inmanente a nuestra condición humana, los demás siempre son una referencia. Sin embargo, lo que también sabemos es que solemos utilizar la información que extraemos de esta comparación para otros fines, por lo que podemos sentirnos insuficientes, defectuosos o poco válidos, diferentes e incluso inferiores a los demás, lo que supone una amenaza para nuestra autoestima. Lo que ocurre es que perdemos de vista que, aunque no en lo mismo, todos somos buenos en algo. Quizá sea el momento de reconocer y valorar aquello que nos hace únicos.
Desafortunadamente, la sociedad tiende a buscar la homogeneización. De la misma forma que algunos cánones estéticos buscan que todos encajemos, también existen ciertas habilidades, actitudes y rasgos de personalidad que, de un modo u otro, se nos exigen. Parece no haber espacio para la diversidad, a pesar de lo enriquecedora que resulta.
Es evidente la presión social por hacer que todos nos adaptemos a los cánones impuestos (entre otras cuestiones, una sociedad más homogénea es más fácil de controlar y plantea menos retos). Hay un camino genérico trazado al que hemos de adherirnos si queremos ser reconocidos. Estudiar en buenas universidades, tener trabajos estables y formar familias tradicionales son las principales expectativas que recaen sobre nosotros. Todos esos procesos sociales no nos son indiferentes. Por el contrario, moldean nuestra imagen y también los ideales de vida, pudiendo generar emociones muy negativas. Generalmente, son las estrategias que adoptamos ante la presión del ambiente.
Cuando olvidamos que todos somos buenos en algo nos hacemos mucho daño, renunciamos a nuestra esencia. Cuando somos niños predomina la inocencia, la espontaneidad y la confianza. Hacemos lo que amamos y no nos preocupa lo que otros opinen. Sin embargo, rápidamente aprendemos que no siempre podemos ser nosotros mismos si queremos ganarnos el amor y la aceptación de los demás.
Por otro lado, es posible que seamos muy buenos en algo, pero si no somos buenos en lo que "deberíamos" ser sentimos que no nos sirve de nada. Por ejemplo, si una persona es introvertida, con un inmenso y rico mundo interior, es posible que haya llegado a rechazar su sensibilidad en múltiples ocasiones y se haya visto forzada a ser alguien más activo y extrovertido.
Para evitar las dolorosas consecuencias de compararnos y ser comparados sería importante que, a nivel social, comenzase a fomentarse y aceptarse la diversidad. Que tomáramos conciencia de que todos podemos realizar aportes valiosos a la sociedad, aunque la sociedad no esté siempre preparada para reconocerlas de manera inmediata. No obstante, primero debemos reconociernos y aceptarnos como somos. ¡Todos somos buenos en algo!
Todos queremos sentir que somos inteligentes. Si nos lo dicen, nos sentimos eufóricos. Sin embargo, diversos experimentos de psicología social dictan que alguien va a rendir más si su éxito es atribuido al esfuerzo más que a su capacidad.
Las comparaciones generalmente no hacen más que crear inseguridades, envidia, celos y demás emociones negativas que paralizan y desmotivan. Las comparaciones son perjudiciales para el crecimiento personal. Cada ser humano tiene sus virtudes y defectos, unos brillamos en unas cosas y otros en otras. ¿Compararíamos a un pájaro con un pez? Claro que no.
Las comparaciones son perjudiciales, tanto si las hacemos nosotros mismos como si las realizan los demás. En realidad, la imagen que demos ante la sociedad es lo de menos, importa más cómo nos sentimos por dentro. Si uno se siente bien no tiene por qué ser como los demás quieren. Debemos aceptarnos y saber que tenemos puntos débiles, pero también debemos reconocer las cualidades que poseemos. Lo importante no es ser mejor que alguien sino ser mejor que ayer.
Aunque resulte difícil de creer, son muchas las personas que, en realidad, no tienen claro para qué son talentosas. Lo más frecuente es que desde niños sean otros los que nos digan en qué nos desempeñamos mejor y para qué "tenemos futuro". A veces coincide con la realidad y en otras oportunidades no. Es entonces cuando cobra sentido el proceso de desbloquear el talento.
Henry Van Dyke sostuvo: "Utiliza en la vida los talentos que poseas: el bosque estaría muy silencioso si solo cantaran los pájaros que mejor entonan".
"Un hombre se le acercó a un sabio y, muy serio, le dijo: Maestro, tengo un problema con mi hijo. Me trajo las notas del colegio, regulares en general, con una alta calificación en dibujo y una pésima calificación en matemáticas.
¿Y qué has pensado hacer?, preguntó el sabio. Lo pondré de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de matemáticas, respondió el hombre visiblemente alterado.
¡Necio! Ponlo de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de dibujo y desarrolla su talento. Todos servimos para algo, pero no todos servimos para lo mismo, replicó el maestro".