Trasladar la Capital: bondades y defectos de un viejo sueño argentino
La propuesta que lanzó Alberto Fernández (dos veces) esta semana recibió tanto apoyos como críticas y silencios. Los expertos admiten que podría ser una idea interesante, pero le agregan varias condiciones y creen que, en todo caso, debería enmarcarse dentro de un plan estructural mayor
La idea de trasladar la capital federal fuera de Buenos Aires tiene una larga trayectoria, y esta semana Alberto Fernández la reflotó por enésima vez. ¿Pero es una idea buena? La cuestión ya recibió tanto apoyos como críticas y condiciones, que partieron de parte de la dirigencia política y también de expertos de diferentes áreas.
"Todos los días pienso si la ciudad Capital no tendría que estar en un lugar distinto a Buenos Aires, venirse al norte y darle todo el potencial que le da una ciudad capital", dijo el jefe de Estado el último martes durante una reunión del Gabinete federal en Monteros, Tucumán.
Lo que para muchos había sido una frase aislada e improvisada se transformó en algo (apenas) más formal cuando el miércoles el Presidente le pidió al Consejo Económico y Social debatir la idea, en la reunión de este cuerpo que tuvo lugar en el Teatro Cervantes.
El jueves, la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, ratificó que está en estudio la cuestión al afirmar que "un país más federal implica preguntarse al menos si no podemos mudar la Capital Federal, como pensó en su momento Raúl Alfonsín y como le parece al Presidente". Y englobó el tema en un más amplio plan de reformas estructurales que incluye al poder judicial.
Repercusiones no faltaron. El gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, no anduvo con demasiadas vueltas y respondió entre risas, al ser consultado tras reunirse con Juan Manzur en la Casa Rosada, que la capital nacional debería ser trasladada a su provincia.
Juan Grabois, líder de los movimientos sociales y aliado del Gobierno, respaldó la iniciativa: "Apoyo firmemente la propuesta del presidente de trasladar la Capital Federal al norte y creo que debería realizarse una consulta popular al respecto en forma inmediata, para definirlo mediante el mecanismo previsto en el artículo 40 de la Constitución Nacional", dijo en Twitter.
La oposición, en cambio, mantuvo mayormente el silencio, entendible en el caso de varias de sus máximas figuras que proyectan su futuro político a partir del territorio porteño. Apenas algún cuadro de segunda línea como Waldo Wolff salió a cuestionar la forma y oportunidad de la iniciativa.
Los antecedentesA su vez, antecedentes sobran. El más recordado es el propuesto por el ex mandatario Raúl Alfonsín. En 1987, el radicalismo logró aprobar en el Congreso el la ley 23.512, con la que se federalizó el territorio correspondiente a Viedma y Carmen de Patagones para mover allí a la capital. Poco después, sin embargo, sobrevino la escalada inflacionaria y la crisis económica y política dejó en nada el sueño alfonsinista, aunque la ley nunca fue derogada y podría ejecutarse solo con la voluntada política adecuada.
Alfonsín lamentó el fracaso de la iniciativa durante el resto de su vida. "¿Sabe por qué me quiero romper la cabeza contra la pared muchas veces? No haberme ido ni siquiera en carpa a Viedma...", dijo poco antes de su fallecimiento, más de 20 años después.
Más acá en el tiempo, la entonces presidenta Cristina Kirchner sugirió mover la capital a Santiago del Estero. "Tal vez podría ser aquí, podría ser en el centro del país", dijo sobre esta cuestión en una visita a esa provincia mediterránea en 2014. Unos meses antes, el entonces titular de Diputados y actual ministro de Agricultura, Julián Domínguez, había pedido "mudar la capital" al norte del país.
Una idea interesante, pero con varias condicionesEn general, aunque no niegan que pueda ser una idea interesante, politólogos y expertos en urbanística consideran que un eventual traslado de la Capital Federal debería ser parte de un plan más abarcativo, y ponen ciertas condiciones para que genere los efectos deseados.
"Me parece que puede ser una idea interesante si es parte de una estrategia territorial integral. La propuesta patagónica de Alfonsín tenía un sentido geopolítico, y se inscribía en casi un siglo de debates sobre cómo poblar y desarrollar el sur marítimo argentino. Trasladarla como medida aislada, carente de plan, persiguiendo el vago objetivo de 'desconcentrar el AMBA', no tiene mucha utilidad", afirmó a BAE Negocios el politólogo experto en geopolítica Julio Burdman.
Por su parte, Andrés Malamud consideró en diálogo con este diario que "en los países viejos o tradicionales (Europa, Japón, América hispánica), la capital es la ciudad más poblada y centraliza el poder político y económico. En los países nuevos o modernizantes (Estados Unidos, Canadá, Australia, India, Brasil), la capital es una ciudad más pequeña que cumple funciones administrativas pero no concentra el poder". "Personalmente prefiero la modernidad, pero este debate merece más estudio que un devaneo presidencial", agrega el politólogo, que publicó hace varios años un estudio sobre la necesidad de dividir la actual provincia de Buenos Aires.
Sin embargo, más allá de lo deseable o no de esta propuesta, ambos dudaron de que actualmente existan condiciones políticas para llevarla a cabo. "La viabilidad política estaría dada por la existencia de un plan general, más que por el contexto social. Este tipo de planes nunca pueden surgir desde las demandas de abajo: son por arriba. La pregunta, en todo caso, es si ese plan territorial existe", manifiestó Burdman.
Malamud fue más tajante: "Con estudios técnicos y acuerdos políticos, esta medida sería viable. Ninguna de las dos cosas existe en la actualidad".
Además, una medida de tal característica traería también la inevitable discusión de qué debería suceder con el estatus de la Ciudad de Buenos Aires. Burdman sostuvo que "no tiene sentido darle más poder a los gobiernos provinciales o hacer de la CABA una provincia más", porque, en cambio, "las políticas territoriales que necesita la Argentina pasan por dos niveles: regiones económicas más grandes, para crear mercados, y mayor autonomía a los gobiernos locales".
También Malamud fue partidario de una mayor autonomía, ya que considera que son "los ciudadanos de cada uno de los 24 distritos del país tienen derecho a decidir su futuro". "No se pueden hacer rediseños en una mesa de arena", graficó.
El urbanólogo Fernando Bercovich afirmó que el traslado de la capital "puede ser una buena acción simbólica" y que "puede ayudar a descomprimir el AMBA", pero también puso varios reparos: "Es muy caro de hacer. Requeriría de mucha inversión y hay que ver si vale la pena", sostuvo.
Además, explicó que es difícil que mudar la capital sea una medida que por sí sola "cambie la ecuación". Al contrario, esta debería ser complementada con "dotar de infraestructura y desarrollo económico a otras ciudades intermedias", por ejemplo "repensando el tendido ferroviario y las rutas para que inviten a la gente a vivir en otras urbes de país".
También hizo hincapié en que trasladar la capital seguramente encarezca el valor de la tierra a donde esta se ubique, lo que "puede ser un puntapié inicial de un proceso de expulsión de la población local".