Películas salvajes de los setenta para disfrutar en Max
Los años setenta son, para muchos, el punto máximo del cine estadounidense. Por suerte, en Max hay una buena cantidad de clásicos representativos de esos años donde la violencia, la creatividad y el desprejuicio salpicaron la pantalla grande.
Como cualquiera sabe, encontrar películas clásicas en las plataformas es cada vez más difícil. Sin embargo, con paciencia es posible hallar una buena cantidad para comprender cómo ha sido el cine que nos hizo los cinéfilos que somos. Bueno, si el lector no es cinéfilo, es lo mismo: hay que buscar estas películas que inventaron o desarrollaron el cine con lupa. Suele tener bastante -por épocas, tampoco es como para aplaudir demasiado- Max, así que vamos a recomendar lo mejorcito que tiene hoy de la década de los setenta, para muchos la cumbre de Hollywood. Un cine feroz, con jóvenes que venían a arrasar y gente que salía de la televisión para intentar otra cosa. Así que allí vamos.
De hecho, Reto a muerte, de Steven Spielberg, era un largo para televisión. Su primera película para cine fue Loca evasión, que fue un éxito y hoy está un poco olvidada. Volviendo a Reto..., seguro la vio: es la historia de un pobre tipo que pasa a un camión en la ruta de un modo apenas grosero. Pero el camión (y el jamás visible, demoníaco camionero) empieza a perseguirlo de modos cada vez más terribles. Es una película de terror, una película de monstruos, una película de aventuras y una película extraordinaria. Todo al mismo tiempo. Incluso si el entonces pibe Steven no hubiera hecho nada más, hoy sería un clásico. Siempre la recomendamos y nunca está de más.
Otro pibe de entonces era Martin Scorsese, apenas mayor que Spielberg. Además de montar y trabajar en documentales (por ejemplo el clásico Monterrey Pop), había hecho un par de filmes antes de que su amigo, Brian De Palma, le presentara a Robert De Niro. Con él y otro de sus actores fetiche, Harvey Keitel, hizo Calles Salvajes, la historia de dos hermanos, uno que quiere salir del barrio (Keitel) y otro más violento (De Niro) en una película que pasa del costumbrismo duro al policial fuerte. Para quien esto escribe, es mejor que Taxi Driver (siguiente película de don Martin y también en Max), y de las más sinceras y autobiográficas de su obra.
En cambio, Sidney Lumet era ya un veterano. Había hecho mucha -quizás demasiada- televisión desde los años cincuenta y era entonces un cineasta aplaudido por películas como Poder que mata y Sérpico. Luego de ésta, se volvió a reunir con Al Pacino y lo unió a John Cazale (ambos "hermanos" en El Padrino: Michael y Fredo) para hacer Tarde de perros, uno de esos filmes mil veces copiado. Dos ladrones inexpertos tratan de tomar un banco, la cosa sale mal y terminan todo el día con la gente como rehén, mientras la TV los vuelve celebridades. La ironía y el pesimismo de los setenta en versión desaforada, especialmente por la actuación de Pacino. Lo de Cazale, personaje que merece un libro, es más silencioso y, en serio, más efectivo.
MIentras tanto, en Australia pasaban cosas. Por ejemplo, que el gobierno relajó las normas para la representación de la violencia y el sexo en el cine. Eso creó el fenómeno "ozplotation", es decir el cine de explotación de -claro- sexo y violencia hecho en -claro- Australia. Y hubo mucho y aparecieron grandes directores como Peter Weir (Enigma en París, Picnic en las rocas colgantes) y el médico devenido cineasta George Miller, que con un par de pesos, un par de autos y un par de actores (entre ellos un neoyorquino mudado a Sidney) hizo la desaforada película de venganza y clásico inigualable Mad Max. El neoyorquino era Mel Gibson y seguro saben qué pasó después. La original mezcla comedia negra con híper violencia. Dato anecdótico: la dictadura argentina la prohibió pero se podía ver en los cines de la costa en el verano de 1980.
También los setenta son los años del surgimiento de un actor y luego director extraordinario: Clint Eastwood, quizás el último depositario de la tradición clásica de Hollywood aunque ha hecho un cine definitivamente moderno. Al mismo tiempo que dirigía su opera prima (Play "Misty" for me, también por estos pagos), don Clint protagonizó la historia de un detective que comprendía que las reglas demasiado rígidas del accionar policial (y, lateralmente, una crítica a cierta corrección política antes de que la llamáramos así) no alcanzaban en ciertos casos y había que "ensuciarse". Tildada de fascista y saludada como una perfecta combinación de acción y suspenso, Harry el sucio, de Don Siegel -otro gran realizador salvaje-, creó a un personaje y le dio otra dimensión (sí, política) al cine de policías y ladrones. Sigue siendo un clásico y funciona como el primer día.
Y si quieren más violencia, tienen Deliverance, o Amarga pesadilla, de John Boorman, realizador que entonces estaba en su mejor momento... a pesar de cierta película loca llamada Zardoz. Aquí tienen a cuatro empresarios de ciudad que deciden recorrern un río en kayak, en un lugar que pronto será inundado por una represa. Las cosas más o menos marchan hasta que se encuentran con gente de la zona, mucho más rústica (no se puede utilizar otro término) que ellos. Y lo que empieza como burlas y tonito sobrador se transforma en auténtico horror, una guerra sorda entre dos grupos de hombres que jamás van a comprenderse. La película es célebre por algunas de sus secuencias y en parte sirvió de inspiración a Rambo. El final genera escalofríos todavía hoy. Hoy, digamos, cuando el cine tiene tanto miedo de contar cosas que no son ciertas. Pruebe por aquí.