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Clint Eastwood y el mundo real: una selección de gran cine para ver en Max

Algunas de las mejores películas de Clint Eastwood se basan sobre casos reales, momentos en los que la humanidad muestra lo peor y lo mejor de sí misma, y donde es necesario que alguien haga lo correcto. Aquí va una selección de esos filmes, todos en la grilla de Max.

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Está por estrenarse (desgraciadamente aquí sólo en streaming) la última película de Clint Eastwood, Jurado n° 2, una historia de suspenso que fue muy bien tratada por la crítica estadounidense pero que parece que a nadie le importa. Es una pena que no podamos verla en pantalla grande pero, ya saben: los cines son sólo para los fuegos artificiales que los más chicos podrían consumir. Es lo que hay. Dicho esto, la aparición de dicha película nos provee de la oportunidad -esto es un diario, después de todo- de hablar de algunas de las películas más interesantes que hizo don Clint y que refieren a hechos o personas reales. No suelen ser las más recordadas aunque suelen tener varias nominaciones al Oscar (el fetichismo de lo real, ay). Vamos a por ellas: están en Max.

Francotirador es una película complicada. Es la historia real de Chris Kyle, el más exitoso de los francotiradores del ejército estadounidense. Es importante que la película se llama, originalmente "American Sniper", y esa definición de origen es lo que le sirve a Eastwood para trazar la mentalidad y el comportamiento de un tipo nacido en el campo, de valores tradicionales, que toma decisiones complejas en el campo de batalla. Eastwood muestra todas las facetas del personaje (una cumbre para Bradley Cooper; la otra es el mapache Rocket) y lleva al extremo su marca ideológica de fábrica: el tipo que hace lo correcto caiga quien caiga y pese a quien pese. El final, que reproduce el funeral del personaje (no hay spoiler, cuidado), es al mismo tiempo una toma de posición personal y una exposición distanciada: nos deja a nosotros aplaudir o repudiar.

Invictus narra cómo Nelson Mandela organizó el Mundial de Rugby en Sudáfrica como un modo de hallar un principio de unión para una sociedad dividida. La relación con el capitán del equipo (muy buen trabajo de Matt Damon, de paso) es brillante y aunque la película se inscribe en el drama deportivo -un equipo que pasa de no ser nada a pelear el campeonato en las últimas instancias- con el drama histórico y político. Aquí lo que le interesa a Eastwood es menos, mucho menos, la transparencia respecto de los hechos reales como responder a la pregunta de cómo reaccionan los humanos confrontados a un momento límite, qué concesiones son capaces de hacer y qué relaciones tender para lograr lo -otra vez- que es correcto.

Sully, con Tom Hanks (qué bueno es Tom Hanks cuando un director sabe darle el papel que le corresponde) narra cómo un piloto de avión salvó a una nave y a todos los que estaban en la cabina aterrizando en el río Hudson, noticia que dio la vuelta al mundo. Pero es también la historia de cómo ese acto heroico, casi desesperado, realizado por el reflejo tanto físico como moral, es pueso en cuestión y se juzga al héroe. Es cierto que Eastwood -que además fue alcalde de su pueblo varias veces- tiene una enorme desconfianza no de las instituciones sino de la burocracia y de sus pliegues más oscuros y dañinos, y eso es lo que la película transmite, así como una pequeña verdad que todo el mundo olvida: el "sistema" son personas con sus virtudes, defectos y mezquindades. Algo interesante, también, es que Eastwood sabe utilizar los efectos especiales en la medida justa, sin exagerar ni ponerlos como protagonistas, y que lo que les otorga fuerza son los personajes que viven en medio de esas pirotecnias.

Quizás la película más compleja de su carrera en las últimas décadas sea J. Edgar, la biografía del hombre que creó el FBI, J. Edgar Hoover, interpretado por un Leonardo Di Caprio que logra otorgarle a una de las figuras más oscuras y reprobables de la historia moderna de los EE.UU. una dimensión humana que lo aleja del espantajo unidimensional de los slogans. El Hoover de Di Caprio es un tipo ambiguo, un homosexual que persigue con saña homosexuales, un fanático cuyas intenciones pueden ser incluso venales. Pero también es alguien que entiende que hay ciertas cosas que, en bien del Estado y de las personas, deben hacerse a como dé lugar. Es decir: Eastwood nos obliga a seguir a la persona más deplorable posible y a juzgar cuándo tiene razón. El filme, por lo tanto, vuelve a colocar en el centro la cuestión del deber (moral) contra el "contexto". Y Di Caprio entiende todo, lo que le otorga un espesor dramático a la película muy difícil de encontrar en Hollywood hoy.

Queda claro hasta aquí que Eastwood es un gran director de actores, uno sintético (suele hacer sólo una toma) y preciso en instrucciones y registro. También es un gran director de actrices, algo que se menciona poco pero basta con recordar que le regaló a Meryl Streep (nada menos) la que se puede considerar la actuación de su vida en Los puentes de Madison (entre las cinco mejores películas del director, y es decir mucho). Logra lo mismo con Angelina Jolie en El sustituto, también basada en una historia real: una mujer a la que le raptan al hijo y le imponen otro que ella no reconoce como propio. La tratan de loca y hasta la encierran, pero sigue la pelea. Jolie, a contrapelo de cualquiera de sus éxitos, conmueve en cada fotograma: la película es también sobre pequeños héroes ante un sistema que pretende acallarlos. Si alguna actuación de la actriz merecía un premio (estuvo nominada al Oscar aquí, dicho sea de paso) esta esta.

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