La Malvada: una de las grandes películas perfectas
Hay filmes que son perfectos: su forma, su historia y sus elementos nos convocan a volver a mirar. Y además, cada vez que las vemos, surgen ideas nuevas, las descubrimos en cada visión. La Malvada, de J.L: Manckiewicz, es un ejemplo clarísimo.
Las películas perfectas existen. La Malvada (Qubit.TV) es una de ellas. Ha sido, además, terriblemente influyente: el cuento del impostor que ocupa el lugar de otra persona es un mito recurrente en la cultura humana. Pero probablemente no haya tenido mejor realización que en esta película de Joseph L. Manckiewicz de 1950. Sigue siendo el filme más nominado al Oscar (14 nominaciones, nada menos, solo empatado por Titanic y La La Land) y uno de aquellos en los que se justifica el premio: se llevó seis, incluyendo el de mejor película.
La malvada nos sirve además para romper cierta idea: que lo "complejo" es "difícil". Es cierto que en el habla común solemos tratar ambas palabras como si fueran la misma, quizás porque es difícil explicar lo complejo. Pero "complejo" es que tiene muchas capas, que algo está lleno de datos, que no puede definirse con pocos rasgos. Complejo es el Charles Foster Kane de El Ciudadano, y complejo es el Tony Stark de Iron-Man. No suelen ser complejos los personajes de Godard como no suelen serlo, tampoco, los de los clásicos animados de Disney. Los personajes complejos tienen una gran ventaja: como tienen muchos intereses y aristas, pueden reaccionar de modos imprevisibles. Su presencia y su conducta siempre son motivos para el suspenso.
Pero en un filme, esa complejidad puede surgir o ir construyéndose de manera sencilla, límpida. Solo después de terminado nos damos cuenta de esa complejidad. Y para que esto suceda, el esqueleto (guión) y la forma de la película (puesta en escena) tienen que ser igualmente profundas. La Malvada lo es. En la superficie, es un melodrama ambientado en el mundo del teatro en el que una estrella, Margo -interpretada por Bette Davis- toma como asistente a una fan, Eve (Anne Baxter). Y esa asistente, poco a poco, la desplaza como actriz y busca quedarse con toda su vida.
Lo vemos todo desde el futuro. Es decir, la película -hablamos de El Ciudadano y es pertinente, porque es la misma estructura- se narra desde el momento en que Eve recibe un premio como actriz. Cada uno de los personajes va recordando cómo fue que llegó a suceder tal cosa. Especialmente el crítico de teatro Addison DeWitt (un genio llamado George Sanders), que es también quien provoca los conflictos tomando bajo su "protección" a Eve.
Que todo transcurra en el mundo del teatro permite esa profundidad de la que hablamos. En efecto: se trata durante toda la película, de saber qué es verdad y qué es mentira. Quién es, en definitiva, Eve, que utiliza toda clase de engaños, medias verdades y manipulaciones para llegar a su objetivo, que será -el último plano es revelador en este sentido- tan efímero como debe serlo. Pero además la película es una relectura del mito de Fausto en versión femenina.
DeWitt, que es quien entiende todo, ve todo, sabe todo y tiene el poder (maléfico, si quieren) de proponer un pacto fáustico a Eve, es el Diablo. Seductor, inteligente, gracioso, siempre mirando más allá y aprovechador de las debilidades humanas (no solo de Eve, sino de todos los personajes). Por eso es que es él quien nos narra la mayor parte de la historia. También es el que, finalmente -después de todo es periodista y sabe investigar- conoce "Todo sobre Eve", el título original de la película.
Como suele suceder en estos filmes donde hay un gran secreto, en el "mundo" de la película solo lo saben uno o dos, mientras que el espectador lo sabe todo. Pasa en -otra vez- El Ciudadano (solo Kane y nosotros sabemos qué es Rosebud) o en Titanic (solo Rose y nosotros sabemos qué pasó con el diamante). Aquí, solo DeWitt, Eve y nosotros sabemos todo sobre ella, quién es en realidad, qué busca, por qué y cuál es o será su destino final. En más de un sentido, es también un reflejo del mito bíblico de Eva y la serpiente: Addison ofrece la manzana y Eve la muerde cuando ya no tiene más alternativa.
Lo que no dijimos es que todo esto, que permite múltiples lecturas (alguna vez contamos que el gran tema de hoy en el arte es el estatuto de la realidad: La Malvada es un filme "de hoy" porque ese tema se entreteje en cada una de sus secuencias), es que no hay una secuencia aburrida. Todo es chispeante, ácido, demoledor. Los diálogos pueden catalogarse como los más venenosos de la historia del cine sin problemas. Manckiewicz, el director, era un genio en eso de combinar el gesto y la palabra para generar interés y, también, para decir cosas sin "decirlas" mientras "se dicen otras".
Vean por ejemplo cuando Addison acompaña a la "chica linda y tonta" que hace Marilyn Monroe (fue su primer papel importante) a un casting. Vean los rostros de los dos, especialmente vean cómo Marilyn se define a sí misma sonriendo y eso no es más que un insulto a su "protector", que lo recibe sonriendo a la vez como señal de impotencia del personaje (algo que prefigura la relación que va a tener con Eve). Es importante ese punto, porque Addison "descarta" a Marilyn por no ser suficientemente inteligente para sus fines y se acerca entonces a Eve.
En el fondo, todo es una gigantesca simulación y todos los jugadores lo saben. También en el fondo, es una defensa del talento. Margo podrá perder un par de batallas, pero seguirá siendo Margo, la gran actriz. Y Eve podrá lograr lo que desea (queda claro que es también una gran actriz), pero por ser instrumento del Mal (que va a aburrirse de ella y lo sabemos), su triunfo será efímero. Como toda gran historia, La Malvada es también, de modo soterrado, una sátira de nuestra propia megalomanía.