Temporada de premos

Los BAFTA acercan a Netflix al Oscar mayor

El triunfo de El poder del perro en los premios de la Academia Británica de Cine preanuncia la tendencia en los galardones de Hollywood. Netflix, muy cerca de conseguir la medalla que busca para formar parte de los grandes productores de cine.

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Los premios BAFTA -los equivalentes británicos de los premios Oscar se convirtieron en un buen termómetro para pensar el estado del cine actual, más allá de que sirven para entender qué puede pasar con los galardones de la Academia de Hollywood. El premio mayor a Mejor película fue para El poder del perro, mientras que Duna se llevó la mayor cantidad de estatuillas (cinco). El poder... también se llevó el premio a la Mejor dirección (para Jane Campion), los premios para mejores actuaciones fueron para Will Smith (actor), Joanna Scanlan (After Love), Ariana de Bose (secundaria por Amor sin Barreras) y Troy Kotsur (secundario por CODA). La mejor película británica fue Belfast, la mejor extranjera Drive my Car y la mejor animada, Encanto.

¿Cómo hay que leer estos premios? Más allá de la corrección política y de que la gala tuvo referencias poco halagüeñas para la invasión rusa a Ucrania (la cantante Shirley Bassey le dedicó su dedo medio levantado a Vladimir Putin, por ejemplo), hay detalles mucho más interesantes. Primero: ganó una película de Netflix. Esto implica que la firma de streaming está (mucho) más cerca del Oscar (ya se llevó el Globo de Oro por El poder...) y eso implica cartas de ciudadanía definitiva entre los grandes productores de Hollywood, algo que aún la empresa no tiene. Segundo: Duna fue reconocida en rubros técnicos, lo que significa que el divorcio entre "fantasía" y realismo grave cinematográfico continúa más allá del triunfo en 2004 de El Señor de los Anillos-El retorno del Rey (paralelismos: un prestigio literrio previo). Tercero, el multiculturalismo y la inclusión son un mandato para las películas de prestigio (el caso de El poder... y la segura ganadora del Oscar animado Encanto).

Fue también interesante que haya sido una ceremonia similar a las de la vieja normalidad, sin zooms con barbijos, con personas sentadas normalmente (sin tapabocas) aunque testeadas con PCR negativo 24 horas antes del evento. Y que la mayor parte de las diatribas contra Rusia se hayan registrado en la alfombra roja (un grupo de activistas, de hecho, saltó las vallas para hacer una demostración contra el combustible fósil en referencia a las causas de la guerra). ¿Qué se lee? Que la industria del cine, después de dos años de desgracia y anormalidad, necesita volver a mostrar su costado más glamoroso y, a la vez, ecuménico e inclusivo. Un gran acto publicitario, también necesario.

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