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Vacunas y pandemia en el cine: para entender la ciencia desde las imágenes

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Uno de los temas de la semana fue "la vacuna". Que si está, que si no está, que si llegará. En realidad, tras la pandemia global que se llevó puesto eso que conocíamos como "normalidad", es lógico que "vacuna" sea un término repetido, deseado y generador de frustraciones. Hay una realidad: es imposible acelerar los tiempos de la investigación y la creación -también hay arte en esto- científicas. Y los tiempos de la Naturaleza son otros; también los de los humanos. 

El tiempo es, en realidad, el tema. Cada vez que encontramos películas sobre epidemias, vacunas y ciencia, nos encontramos con el tiempo. En general siempre son filmes de suspenso -así se trate de biografías o de documentales- por el mismo concepto del término. "Suspenso" es que algo queda suspendido, a la espera -desesperada en muchos casos- de resolución. No otra cosa que "suspenso" es lo que sostiene el final de una comedia romántica ("¿se besarán o no?") o de un musical ("¿Triunfará o no?"). "Suspenso" no es algo privativo del thriller, sino el principio básico de la narración de cualquier cosa. En este caso, además, la sociedad humana completa está en suspenso: suspendidos a la espera de algo que solucione una enfermedad traicionera y, en ocasiones, inasible como el Covid.

Primero, a por la investigación científica. En 1993, Roger Spottiswoode -un muy interesante realizador- hizo para la TV (aunque en casi todo el mundo se estrenó en cines) Y la banda siguió tocando (puede encontrarse en HBO Go). Es la historia del estallido de la crisis del SIDA y de la búsqueda de tratamientos, a la par de las reacciones contra las comunidades gay -sobre todo en los EE.UU. El filme cuenta varias historias a la vez: la de algunos enfermos célebres (el ejemplo es el personaje de Richard Gere); el de la cobertura periodística -muchas veces desinformada, obligada a decir algo para "mantener el negocio"-; el de la competencia absurda entre dos equipos para aislar el virus sin importar la salud; y el de la sociedad, testigo temeroso y prejuicioso del drama. Sigue siendo una película capital para comprender cómo funciona esa relación lábil entre la ciencia (lenta, compleja, llena de preguntas y callejones sin salida) y la sociedad, siempre urgida de soluciones. También, claro, es una película política.

Más política es Epidemia (en Netflix), del alemán Wolfgang Petersen. Es de 1995, y se basaba en el temor por el virus ébola, absolutamente siniestro. Este "virus" del filme era ficticio y terrible: desangraba a los pacientes en cuestión de días y se transmitía incluso por aire. La única esperanza es encontrar al "paciente cero", un monito en medio de África. Aunque la película es sobre todo de suspenso y acción (rarísima intervención de Dustin Hoffmann en ese género), también plantea un problema básico y final. El brote está aislado y la solución que plantea el Estado es eliminar con una bomba nuclear todo antes de que se esparza. Los médicos (Hoffmann) tratan de evitarlo por todos los medios en una carrera contra el tiempo. El gran dilema moral de la película consiste en si vale la pena sacrificar a unos miles para salvar a millones. Aunque parezca increíble, aún hay estados que plantean tal dilema.

Aunque el filme básico es Contagio, de 2011, que tiene enormes coincidencias con lo que ha sucedido con el Covid-19. No solo porque el virus se desarrolla en un murciélago, sino porque muestra no solo la búsqueda de una cura con absoluto rigor. Pero no se detiene ahí: también muestra las tragedias mínimas, personales, de las víctimas y sus familiares y, sobre todo, el pánico inducido por la falta de información y la manipulación política. El filme (disponible en Netflix) fue dirigido con brío y precisión por Steven Soderbergh basándose en información fehaciente de brotes epidemiológicos. De allí las coincidencias (la Naturaleza sigue pasos muy similares cada vez) y la pertinencia. Por otro lado, Soderbergh -que tiene amplios conocimientos de medicina: recordar su genial serie The Knick en HBO Go, sobre un hospital neoyorquino a comienzos del siglo XX- usa una estructura coral (muchos personajes, muchos actores, entre ellos Kate Winslet, Matt Damon y Jude Law) para que el prisma se comprenda perfectamente, así como la dinámica -diabólica- del contagio.

Por último, el tema de la enfermedad inasible que destruye el mundo ha dado pie para muchas películas de ciencia ficción y terror donde la figura del zombi (ese resto metafórico del hombre en la "vieja normalidad" que plantea cada una de estas películas) inunda la Tierra. Tanto Soy Leyenda (Netflix, basada en un clásico texto de Richard Matheson), que no solo plantea la posibilidad de una "cura" para una Humanidad que, a pesar de todo -gran descubrimiento de la película- no ha perdido la piedad, como Guerra Mundial Z (también Netflix) donde, ante la invasión total de zombies violentos, los héroes son los que buscan una vacuna. Más allá de la fantasía, es una película sobre la cooperación internacional desinteresada, sobre la contraindicación del "encierro" (vean la secuencia en Israel) y sobre la solidaridad. Verla más allá del terror deja sus lecciones.

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