¿Dónde terminaron los dólares que generó Argentina en 2025?

La restricción externa estructural de Argentina, junto con su elevado nivel de endeudamiento, hace que la disponibilidad de dólares siga siendo el principal condicionante

Luciana Rolón y Cecilia Galarza

Aunque el Gobierno, respaldándose en la baja de la inflación, las cantidades exportadas récord y el superávit fiscal, insista en que los "fundamentals están ordenados", cualquier análisis serio sobre la sostenibilidad macroeconómica del país no puede soslayar un indicador clave: la acumulación genuina de reservas. La restricción externa estructural de Argentina, junto con su elevado nivel de endeudamiento, hace que la disponibilidad de dólares siga siendo el principal condicionante tanto de la política económica como del desarrollo.

La necesidad de divisas es innegable. Para atenderla, el Gobierno desplegó múltiples estrategias: la aprobación del RIGI, la activación de un tramo del swap con China, la ley de blanqueo, la renegociación y ampliación del préstamo con el Fondo Monetario Internacional y otros organismos, el "rescate" anunciado por el Tesoro de Estados Unidos y la quita temporaria de retenciones para adelantar liquidaciones.

Exportaciones récord, pero sin acumulación

Argentina se enfrenta a una oportunidad histórica para generar divisas. Desde 2024, el saldo energético pasó a ser superavitario gracias a la expansión de Vaca Muerta, que permitió revertir un déficit estructural del sector y ampliar la capacidad exportadora. En paralelo, los productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario registraron este año volúmenes récord de exportación, alcanzando niveles históricos a pesar de la caída de los precios internacionales.

En contraste, los volúmenes de manufacturas de origen industrial (MOI) disminuyeron, lo que provocó una caída en su participación al 26% del valor exportado (el mínimo histórico exceptuando la pandemia), a pesar del incremento de precios internacionales (7,3% acumulado anual). En promedio, esa participación fue del 34% entre 2009 y 2015.

Esta contracción no es casual sino el reflejo directo de una apreciación cambiaria que erosionó la competitividad de la producción local. El atraso cambiario, combinado con la desregulación y la apertura importadora, impulsó un aumento inédito de las importaciones. En lo que va de 2025, los volúmenes superaron por un 1,7% el máximo registrado en 2017, con alzas marcadas en bienes de consumo (11,6%) y de capital (1,7%).

En este sentido, resultan gráficos los resultados de la Encuesta de Turismo Internacional publicados por el INDEC. Con datos a agosto, el turismo emisivo presenta un crecimiento anual acumulado de 57%, mientras que el receptivo se contrajo un 17%.

Además, en términos mensuales, el turismo emisivo crece en términos interanuales de manera continua desde abril 2024, en tanto que el receptivo acusa sucesivas caídas desde la misma fecha. Este desbalance, resultado de un tipo de cambio barato, amplifica la salida de divisas en lugar de estimular su ingreso.

El caso argentino vuelve a mostrar una paradoja recurrente: aun en contextos de crecimiento y exportaciones récord, la apertura importadora, la apreciación cambiaria y la salida por formación de activos externos terminan reproduciendo la restricción externa.

Balance cambiario: ingresos y egresos de dólares

Con los datos del Balance Cambiario-MLC del Banco Central podemos ver que, durante los primeros ocho meses del año, Argentina registró ingresos significativos de divisas: las exportaciones de oleaginosas y cereales generaron USD21.759 millones netos y el superávit energético derivado de Vaca Muerta propició la entrada de USD3.824 millones adicionales, a lo que se suman los aportes del blanqueo de capitales y los desembolsos tanto del FMI como de otros organismos internacionales.

No obstante, gran parte de esos dólares se esfumó a través de egresos que impidieron sostener la acumulación. Las ventas netas por formación de activos externos (FAE) alcanzaron USD17.400 millones en lo que va del año, el nivel más alto desde 2019, año donde se evidenció la mayor fuga de capitales del macrismo (USD 27.033 millones).

La balanza turística también se convirtió en un drenaje relevante, con un saldo negativo acumulado de USD6.871 millones hasta agosto, el mayor desde 2017. En paralelo, los pagos de intereses y utilidades totalizaron USD6.682 millones, incluyendo las transferencias al FMI y a otros organismos, parcialmente compensadas por un ingreso en concepto intereses de USD1.104 millones.

Por último, las inversiones financieras externas mantuvieron un sesgo negativo. La inversión extranjera directa (IED) acumuló un saldo negativo de USD1.559 millones (un dato inédito), lo que muestra que, más allá de los anuncios vinculados con el RIGI, los flujos de inversión genuina siguen sin materializarse. Las inversiones de portafolio, por su parte, registraron un egreso neto de USD372 millones.

Un esquema transitorio y frágil

Argentina tiene capacidad de generar divisas a partir de sus sectores agroindustriales y energéticos, pero la actual política económica no prioriza la acumulación genuina de reservas.

El esquema basado en el atraso cambiario, la apertura importadora y el endeudamiento externo produce un ingreso transitorio de dólares que rápidamente se diluye en salidas por formación de activos externos, turismo, pago de intereses y utilidades.

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