Laclau, esta vez en versión PRO

Panorama económico

ehadida

A pesar que en el núcleo duro del Gobierno se molestan cada vez que desde los mercados se habla de un “populismo macrista”, la idea de que la administración Macri ha dado un giro hacia una especie de “kirchnerismo de buenos modales” es casi una certeza para gran parte de quienes toman decisiones importante en Argentina. Las palabras de Mirtha Legrand acerca de que se sentía ahora “como estafada” -cuando unos años antes solía hablar de la “estafa moral del kirchnerismo”- no hizo más que blanquear ante millones de televidentes lo que en los círculos más selectos de poder se repite a diario.

Pero más allá de las peleas parroquiales, a quienes mueven las piezas de la geopolítica les preocupa cada vez más que para que el macrismo salga exitoso en las urnas o conserve sus chances de mantenerse en el sillón de Rivadavia tenga que aplicar con pocas modificaciones el manual de Ernesto Laclau, el filósofo del populismo, base ideológica del kirchnerismo y de partidos extendidos por toda Europa, como Syriza en Grecia y Podemos en España. Un guión de terror para muchos funcionarios del Gobierno, quienes llegaron al poder con las intenciones manifiestas de poner en practica los conceptos de Francis Fukuyama, que en su libro “El fin de la Historia y el último hombre” se sostenía que la lucha de ideologías entre izquierda y derecha había terminado y que la democracia liberal reinaría en el mundo.

Lo cierto es que en esta fase, el macrismo parece haber elegido llevar adelante una versión singularmente creativa de la tesis laclausiana. Se sabe: Laclau afirmaba que para lograr administrar el poder y cambiar el presente, el proyecto político debe basarse en dos pilares que sostendrán todo el relato: el de la autonomía y el de la hegemonía. Es decir, en la autonomía horizontal del pueblo (las movilizaciones sociales, la “calle” en el kirchhnerismo, las redes sociales y los trolls para el macrismo) y en la verticalidad de una transformación del Estado (hecho en que el kirchnerismo y el macrismo acuerdan). Ese era el secreto para que la democracia radical pudiera sostenerse, según Laclau.

“El populismo no es una ideología. Es una forma de construcción de lo político que interpela a los de abajo frente al poder, pasando por encima de todos los canales establecidos de vehiculización de las demandas colectivas”, afirmaba Laclau en “La razón populista”, obra ineludible para entender la política contemporánea. El macrismo, en su singularidad política, parece haber invertido la tesis y busca construir lo político interpelando a los de arriba frente al poder de los abajo -poder que a esta altura, no por desigual, es menos existente- pasando, con Laclau “por encima de todos los canales de vehiculización de las demandas colectivas”. O dicho en buen criollo: ahondar la grieta. Casi como una ironía de la historia, allí Laclau y el kirchnherismo buscan redefinir lo “nacional y popular” e ir hacia la radicalización de la democracia; el Macrismo ha logrado exitosamente utilizar y reunir a través de la construcción política a grupos diferentes que ven en el populismo una “venezuelización” de Argentina, y que no parecen percibir que la rígida frontera entre un “nosotros” y un “ellos” que pretende levantarse contra las distintas formas de subordinación está trazada con la indeleble pintura del populismo.

Mientras tanto, gran parte de los inversores internacionales miran con cierta indiferencia cómo para mantener su interés el FMI otorga un crédito StandBy de 57.000 dólares -el más grande de la historia del Fondopara ayudar a un gobierno que el FMI y Estados Unidos consideran amigo y que ellos, cada vez, entienden menos.

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