PARIDAD EN LA MACRO

¿Libertad o necesidad? El auge del emprendimiento

Si bien los emprendimientos a veces funcionan, en muchos otros casos estos intentos llevan al endeudamiento y a la obtención de ingresos por debajo del salario mínimo

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Desde hace un tiempo ya, y mientras el desempleo y la precarización laboral se tornan cada vez más agudos, florecen los discursos que celebran a la figura del emprendedor, que se convierte en sinónimo de esfuerzo individual, mérito, innovación, libertad y resiliencia ante la adversidad. Pero, en tanto fenómeno social y económico, ¿es la idea de emprender una alternativa inocente o es una trampa que desplaza la responsabilidad colectiva y los derechos laborales hacia la esfera del individuo?

La cultura del emprendimiento promueve la narrativa de que, con ingenio y sacrificio personal, cualquiera puede ser artífice de su propio destino. El emprendedor es considerado como aquella persona que ve oportunidades y se dispone a esforzarse, en lugar de frustrarse ante los obstáculos. Sin embargo, esta concepción romántica impide ver que emprender no se reduce únicamente a perseverar: también exige recursos, redes sociales, conocimientos administrativos y un entorno propicio.

En ausencia de esas condiciones, el emprendedor muchas veces termina siendo un trabajador auto explotado, disfrazado de dueño, sin acceso a derechos laborales básicos y sin ningún tipo de seguridad.

Qué es ser un emprendedor

Cabe destacar que el concepto "emprendedor" tampoco es homogéneo, sino que, como ocurre tantas otras veces, no todas las personas se encuentran en pie de igualdad al momento de emprender. Por el contrario, y según el lugar de partida de cada uno dentro del espectro económico, la figura del emprendedor abarca desde trabajadores de plataformas digitales, emprendedores en redes sociales hasta participantes de la construcción de start-ups cuyas ventas generan millones. Y a pesar de que la enorme mayoría no tiene la suerte de estos últimos, las construcciones sociales resuenan de manera similar para todos: emprender implica valentía, iniciativa, fortaleza y determinación, a la vez que representa una posible salida frente al desempleo o al salario congelado, y trae acarreado "invertir en uno mismo" (muchas veces, tomando crédito) para dar forma al emprendimiento que pronto dará frutos.

Si bien los emprendimientos a veces funcionan, en muchos otros casos estos intentos llevan al endeudamiento y a la obtención de ingresos por debajo del salario mínimo, a pesar de las largas horas de dedicación.

Ahora bien, ¿qué hay detrás del auge de este discurso?, ¿por qué ha tomado tanta fuerza y relevancia en los últimos años? La desilusión con la política tradicional y la acción colectiva es uno de los posibles argumentos para explicar esta situación. En este contexto, la idea de que la innovación surge de la iniciativa individual adquiere potencia, mientras que cualquier esfuerzo colectivo palidece en comparación.

Desempleo e informalidad laboral

Ante el aumento del desempleo y la falta de trabajo formal, el discurso emprendedor emerge como respuesta y presenta al emprendimiento como la solución a los desafíos sociales y económicos. El emprendedurismo, que podría ser una opción entre otras, se transforma en exigencia individual y salida necesaria, a la vez que desarticula y desvaloriza el principio colectivo de derechos laborales garantizados.

En Argentina se han dado experiencias distintas en contextos complejos para el mercado del trabajo, como la de las empresas recuperadas y auto gestionadas. Éstas pusieron en evidencia que hay formas de organización laboral emancipadoras y lograron resistir crisis sin dejar de sostener valores de equidad y gestión colectiva. Sin embargo, la decepción ante las salidas políticas y colectivas ha llevado al discurso por otros caminos.

El culto al emprendedor en tiempos de crisis es, en muchos casos, una exaltación del heroísmo individual sin reparar en las condiciones necesarias que permiten una verdadera independencia económica, y que, en ocasiones, generan aún más dificultades para quienes se aventuran en ese camino.

Este discurso exalta cualidades socialmente valoradas como la autonomía, la resiliencia y la creatividad e idealiza la figura del emprendedor, presentándolo como un modelo de éxito individual que, a través de su esfuerzo y talento, supera dificultades y limitaciones y alcanza metas en un contexto de absoluta libertad. Sin embargo, este refuerzo de la autoimagen heroica puede convertirse en trampa cuando se usa para disfrazar la falta de políticas públicas, la desprotección laboral y la ausencia de estructuras solidarias.

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