Enfoque

Argentina está en decadencia: no da respuestas ni discute ideas

Martín Hourest

El sistema político volvió a apostar por sí mismo. Aunque parezca mentira a casi 20 años de una crisis inédita las especulaciones, el desprecio del sufrimiento, el recurso al miedo y la apuesta a la paciencia infinita vuelven a hacer de las suyas. 

La preservación de las élites, en este caso partidarias, es su motivación en este cierre de listas. Nada novedoso en materia programática, de candidatos y de espacios. Dos bloques de orden (uno mayoritario en términos históricos) y a sus costados, una izquierda estallada que se repite y una derecha alocada (libertarios) que tiene más espacios de rating que de sentido común.

Efectivamente,  apostaron a lo conocido y a los conocidos (políticos tradicionales mezclados con celebridades de ocasión) para retener su monopolio en el sistema de representación. Sistema representativo que está en crisis severa porque unifica arriba y desprecia hacia abajo.

Representar es traer a la presencia de nuevo los cuerpos, los deseos, las aspiraciones. Representar no es una colecta de votos para cambiar de empleo,  es poner en "riesgo" a los representes para que se hagan cargo de los  riesgos reales que acechan a mujeres y hombres.

Así se  bloquean debates, agendas, angustias y expectativas para ejercer una repetición que degrada. La vida, cruda y dura, está ausente de esas mesas; la que duele y riega de inseguridad, personal y colectiva,  las de las familias, de las y los trabajadores, de los jóvenes y de todos aquellos  que quieren crecer y tener su futuro. 

Chile y un ejemplo

Ejemplos sobran de resultados conservadores, facciosos o reformistas de las crisis de representación. Chile es uno de ellos. Dijimos muchas veces que la concurrencia de polarización política y desigualdades sociales bloquea y pone en peligro la democracia. Las élites, dueñas del juego, nos ponen en peligro a todos.

Un sistema capitalista que no garantiza el crecimiento y el bienestar y un sistema representativo considerado inútil o que está enfrentado a la vida colectiva,  conforman un atentado a las formas de considerar aceptable o agraviante una forma de vivir.

Desandar ese camino donde la ganancia de corto plazo orienta todo, como si los políticos fueran rentistas financieros,  no es fácil. Nuestra vida está llena de oportunidades perdidas. Lo que debe quedar claro es que no habrá mejoras con estos modos y estos actores.


Como todo aire viciado,  intoxica,  impide  explorar la riqueza y diversidad de posibilidades que ofrece el futuro. Decir "mañana" no es reivindicar pasados irrepetibles. La melancolía es un problema, no un proyecto político.  No hay 2003 al que volver ni ideas de los 90 u hombres del 2001 que nos permitan confiar. Todo eso se agotó y tenemos otra década perdida.


Peor aún,  a mediados de los 70 éramos 24 millones de habitantes,  hoy somos 45, 20 millones más, 20 millones de pobres.

Los que  tenemos un inventario de defraudaciones en las espaldas no queremos seguir viéndolas en el horizonte. 

La Argentina está en decadencia.  No da respuestas,  ni discute ideas; en este plano inclinado seguir es caer más bajo y peor.

Se necesitan mayorías sólidas  para construir una democracia con poder,  no una de arrebato. Democracia con poder es que cada mujer y cada hombre no baje la cabeza ante el mercado ni marche al ritmo del gobierno de turno. 

La decadencia y el desprecio no son una plaga, son  prácticas que concentran poder y desechan personas. Este no es nuestro destino, si construimos un sentido de cuidarnos en común, de cuidar lo común. 

Sin dueños, ni tutores,   debemos retomar nuestros nombres y recuperar nuestras voces. Ninguna conquista es fácil y sin costo pero se trata de la vida.


* Economista. Ex diputado porteño.

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