Día del Abogado: la profesión en tiempos digitales
La celebración del día del abogado el 29 de agosto es un momento propicio para reflexionar acerca de los profundos cambios que la tecnología está provocando en los negocios y en la forma en que ejercemos nuestra profesión
El contexto cambia permanentemente: la automatización de tareas repetitivas y su reemplazo por aplicaciones o software de gestión basadas en inteligencia artificial, el uso de multiplataformas de conexión, la omnipresencia y la velocidad de respuesta como presupuestos básicos de un buen servicio, el trabajo remoto en modalidades híbridas, la necesidad de entender negocios cada día más complejos, la creciente necesidad de interpretar y aplicar las leyes a situaciones no previstas y la demanda creciente de profesionales con habilidades blandas, entre otros, son algunos de los enormes desafíos a los que nos enfrentamos.
Este proceso de transformación es, ante todo, un gran cambio cultural respecto de la forma en la que trabajamos. Los abogados no dejamos de hacer lo que en esencia siempre hemos hecho, solo que tenemos que hacerlo de una manera diferente, en muchos casos para adaptarnos a estas nuevas circunstancias. Para decirlo más claramente: no cambia tanto el “qué hacemos” sino el “cómo lo hacemos”.
Sobrellevar este proceso requiere de una importante dosis de flexibilidad, creatividad, templanza y empatía.
Flexibilidad para adaptarnos a aquello que no conocemos y debemos aprehender, aceptando que nada se consigue sin esfuerzo y que las nuevas herramientas tecnológicas pueden ayudarnos a trabajar más eficientemente y a solucionarnos muchos de los problemas del presente.
Creatividad para buscar en cada uno de estos cambios la oportunidad de mejorar y de poder brindar un mejor asesoramiento; y para identificar nuevos servicios o negocios que surgen como consecuencia de la intersección entre la tecnología y el derecho.
Templanza para reconocer que las verdaderas transformaciones no ocurren de la noche a la mañana y que, al innovar en lo que hacemos, probablemente cometamos errores que nos dejarán enseñanzas que retroalimenten nuestro crecimiento.
Y, finalmente, empatía para reconocer que las personas siempre están primero y que en las relaciones humanas está la base de todo lo que hacemos. Ninguna máquina podrá reemplazar la confianza que se genera entre el cliente y su abogado o la tranquilidad que surge de un buen asesoramiento.
El futuro será cada vez más inmersivo. La realidad aumentada y virtual seguramente seguirá transformando la forma en que nos relacionamos y el derecho tratará, como lo ha hecho siempre, de encontrar un adecuado balance entre los distintos intereses en juego. Mientras tanto, los abogados tenemos que seguir preparándonos con entusiasmo y dedicación para enfrentar los desafíos de la modernidad como una forma de valorizar y enriquecer esta apasionante y digna profesión que hemos elegido.
*El autor es abogado, socio del Estudio Marval O´Farrell & Mairal