Fed, inflación y tasas en Estados Unidos ¿Qué sucederá con la economía más grande del mundo?
Bajaron los precios de los alimentos y la energía, pero la guerra contra la inflación no está terminada
A principios de 2022, la Reserva Federal de Estados Unidos comenzó a batallar contra las consecuencias de las medidas llevadas a cabo para paliar los efectos de la pandemia. La postura sumamente agresiva adoptada por la máxima autoridad monetaria, que la llevó a subir la tasa de referencia hacia el rango de 5,25% - 5,50% en tiempo récord, cumplió con su cometido de contener una inflación que parecía descontrolada. De hecho, las últimas dos mediciones fueron bastante alentadoras.
En octubre, la inflación mensual general sorprendió al mantenerse flat respecto del mes anterior, y en noviembre apenas sumó 0,10%. Es cierto que los registros núcleo muestran mayor resistencia, ubicándose en 0,20% y 0,30% en los últimos dos meses, respectivamente, dado que los precios de los servicios siguen siendo un escollo que la Fed no logra superar. Sin embargo, la baja en los precios de alimentos y, particularmente, de energía, son una buena noticia que debería ir trasladándose al resto de los bienes.
Como sea, es claro que la guerra contra la inflación no está terminada. En ese sentido, parece propicio repasar ciertas dinámicas para entender qué puede suceder en adelante, más allá del comunicado del FOMC del miércoles. Después de todo, desde hace meses que el mercado está desencontrado con los pronósticos de la Fed, y ello es producto de la visión sobre el devenir de la economía. Por un lado, ambos difieren en el nivel en el que la tasa de referencia finalizará el año, algo que se resolverá en el corto plazo.
Aunque el último dot plot señala que debería haber una suba en diciembre, el mercado no lo cree y pricea con un 98,4% de probabilidad que el rango de tasas se mantendrá. Por otro lado, el mercado confía en que el camino de reducción de la tasa de referencia comenzará pronto (entre marzo y julio) y que las tasas descenderán más rápidamente de lo que la Fed pronosticó a través de su dot plot. En definitiva, estas dos cuestiones apuntan hacia incongruencias entre ambos agentes, y ello se debe a distintas aristas en las que vale la pena indagar.
En lo que respecta al primer desencuentro, pareciera que el mercado acertará. Por más que se haya equivocado varias veces en el año al esperar un pivot en diversas ocasiones, esta vez todo apuntaría a que tendrá razón. Sin embargo, es posible que el acierto no sea tan lineal. No sería descabellado que la Reserva Federal sostenga el nivel de tasas, pero amenace con la posibilidad de una suba futura “si los datos así lo requirieran”, como ya ha hecho durante los últimos meses.
De esta manera, patearía al 2024 la potencialidad de un nivel de tasas más restrictivo, sin faltar a su palabra. Ahora, ¿por qué querría hacer eso la Fed? Es sencillo. De no hacerlo, y anunciar el fin del ciclo restrictivo, podría enfrentarse a un rally de equity, y bonos, muy fuerte. Sin ir más lejos, ya en noviembre, ante datos que señalaban hacia un leve debilitamiento económico que podía derivar en una baja de tasas, las acciones tuvieron una performance inmejorable.
El riesgo que correría la entidad si la reacción en cuestión se consumara es generar un repunte en la confianza del consumidor y en la percepción de riqueza de los individuos. Consecuentemente, el consumo podría dispararse, aún más considerando la época del año, y ello imponer presión sobre el nivel de precios, provocando un rebote inflacionario, la peor pesadilla de la Fed.
En cuanto al timing y magnitud del pivot, que es el segundo desencuentro entre el mercado y la Fed, demuestra que hay diferencias en la visión respecto de la inflación y de la fortaleza de la economía. Que el mercado establezca que la Fed comenzará un proceso de reducción de tasas de manera anticipada, sostiene implícitamente que esperan que la economía se debilite antes de lo esperado.
En esta línea, cabe recordar que ya hace más de un año y medio que las tasas del Tesoro se invirtieron por primera vez, y su señal en promedio tarda dos años en materializarse. También vale la pena rememorar que el mercado de bonos ha sido sumamente proficiente en la predicción de recesiones, teniendo en sus vitrinas las de 1970, 1975, 1980, 1982, 1991, 2001, 2009 y 2020. No menos importante, los ahorros como proporción del ingreso son de 3,8%, comparables con los niveles de 32% y 26% de 2020 y 2021, respectivamente, lo que puede derivar en serios problemas en un contexto complejo.
Sin embargo, también es cierto que la mayor parte de los datos macroeconómicos parecen apuntar hacia el famoso soft landing, y así se posiciona una buena parte del mercado. El nivel de actividad se mantiene sólido, registrando una expansión ; el nivel de consumo mostró un repunte con las ventas retail creciendo mes a mes; el mercado de empleo, que parecía debilitarse, en el último registro mostró una imponente recuperación; el mercado inmobiliario permanece ajustado; y el sector de servicios continúa expandiéndose.
En resumen, los tiempos siguen siendo complejos para el inversor. La Fed parece señalar hacia una economía fuerte y una lucha contra la inflación extendida. Los mercados, si bien ya no necesariamente coinciden en una recesión, parecen apuntar a un debilitamiento de corto plazo. Anticiparse a los movimientos de tasas es sumamente complicado, y la situación económica es difícil de leer. Además, hay que tener en consideración que quienes componen el comité tienen como prioridad afectar las expectativas, imponiendo su agenda.
Pueden tener una visión sobre los hechos, y comunicar otra, por el simple hecho de no preocupar al mercado. Quizás sea mejor estrategia seguir al mercado de bonos, cuya profesión depende de anticiparse a las tendencias de la economía, que a la Fed que busca influenciar el comportamiento de los individuos. Además, el primero tiene un notable track record. No por nada lleva el nombre de smart money.
* Analista de PPI