Inteligencia artificial y ADN: el riesgo de los tecnohumanos
Los desafíos que representa poner el material biológico al servicio de la informática
La inteligencia artificial (IA) y el ADN son informaciones emparentadas que podrían generar una nueva revolución cognitiva. Es lo que el conocido historiador Yuval Harari planteó como posibilidad de generar una segunda revolución cognitiva luego del salto que homo sapiens género hace 70.000 años al incorporar funciones intelectuales metafóricas asociadas a mejoras comunicativas claves como el lenguaje y la praxis de las manos.
Existen increíbles adelantos científicos en temas como la acumulación y la transferencia de la información. La bioinformática está avanzando más rápidamente que lo previsto y ha llegado a límites pensados hace años por pocos científicos.
Por ejemplo, investigadores han creado una red computacional neuromórfica formada por neuronas de silicio, procurando que se conecten entre sí de forma similar a un cerebro. Por ejemplo la Deep Blue, el ajedrecista de silicio, o Spaun, lo último en inteligencia artificial y que cuenta con 2,5 millones de neuronas. A este último sus creadores, neurocientíficos teóricos de la Universidad de Waterloo (Canadá), lo tienen todo el tiempo resolviendo tests de inteligencia.
Estos estudios se plantean a través de imitar al material biológico con elementos inorgánicos. Sin embargo, ha sucedido una gran revolución en los últimos tiempos: poner el material biológico al servicio de la informática. Específicamente, usar el ADN como material bioinformático sabiendo que es el material de transmisión más antiguo, más complejo y con el que más información se puede generar.
Hace tiempo se sabe que sería posible clonar cualquier ser biológico a partir de una célula madre. De hecho, se está probando clonar órganos humanos con el fin de generar trasplantes autólogos (es decir, de uno mismo). También se han generado organoides complejos, como por ejemplo minicerebros para poder introducir diferentes terapéuticas. Incluso se pueden producir órganos desde células muy básicas, como las de piel (fibroblastos), y reprogramarlos al órgano que se desee con la corrección genética que mejore alguna patología.
Clonación y éticaSe ha avanzado así con la posibilidad de cortar la información patológica y mejorarla con el fin de evitar enfermedades a través de un método llamado Crispr, que corta ADN y remplaza genes patológicos por otros sanos.
Dicho esto, actualmente se puede producir un órgano o clonar un ser biológico, además de corregirlo. Sin embargo, esto genera un justificado temor que estos métodos puedan generar decisiones reñidas con la ética.
Pero lo que sorprende últimamente es un trabajo de la Facultad de Medicina de Harvard, publicado recientemente en la prestigiosa revista Nature, que demuestra cómo el ADN permite acumular información para memorizar cuestiones externas y además reproducirse.
Este grupo ha podido grabar una famosa película de principio de siglo en el ADN en una bacteria (obviamente traducida al idioma genético). También ha sumado un libro de Shakespeare en el ADN de bacterias intestinales (escherichia coli) y encima la han hecho reproducir millones de veces. Es decir, le hacen memorizar otras cuestiones con la técnica utilizada para cortar genes patológicos y reproducirse.
Pero, no contentos con este método, también se han planteado incursionar en la memoria neuronal a través de copiar los genes cerebrales que han sintetizado nuevas proteínas como consecuencia de lo experimentado (por ejemplo, hechos meramente biológicos, pero también podría ser lo aprendido culturalmente), pues la memoria es proteínas que son sintetizadas por el ADN. Así, se propone que las bacterias puedan extraer la información producida en nuestras células. Podría no solamente ser información inmunología o farmacológica sino también de la misma expresión proteica de nuestro aprendizaje, o incluso de nuestra conciencia.
Parece ciencia ficción, pero ya lo es clonar animales y modificarlos. Ya se ha planteado en forma preocupante en la clonación humana, pero además aportar la información aprendida. De este modo, podríamos conseguir una copia bastante parecida de nosotros mismos; hoy parece difícil acercarse a esta cuestión, pero no lo es tanto. El humano se vio tentado en las últimas décadas a usar la medicina, la psicología y la biotecnología no solo para curar sino también para mejorar.
Harari planteó que el nuevo concepto de "tecnohumanos" es una especie de desarrollo de superhumanos apelando a cuestiones ya diferentes a la evolución darwiniana o a la terrible postura de la eugenesia. Actualmente se pueden aplicar posibilidades biotecnologías que apelan a "algoritmos y ADN", un poco menos crueles que lo anterior pero bastante problemáticas y con complejidades bioéticas, como la reformulación bioinformática del ADN humano.