Los riesgos del instinto de emigrar
Si bien puede pesar la promesa de una vida mejor, representa desafíos significativos que requieren una consideración cuidadosa y un apoyo integral. Se subestiman los desafíos del desarraigo cultural y familiar, así como también los riesgos de explotación y de discriminación en entornos desconocidos
"Cada migrante no solo lleva consigo sus sueños sino también el peso de las pérdidas, en un equilibrio delicado entre el pasado y el futuro"
Isabel Allende
Es muy frecuente encontrar notas sobre las virtudes de emigrar, mostrando casos individuales de personas supuestamente exitosas.
Luego de la pandemia se incrementó la intensidad de la migración poblacional en el mundo, probablemente como un rebote ante una crisis que se encontraba retenida, exacerbada tanto por la situación socioeconómica como por los conflictos bélicos. La necesidad de nuevas experiencias y el impulso de moverse parecen ser actividades instintivas que constituyeron nuestra especie desde sus orígenes. Quizá sea uno de los instintos básicos que nos llevó a conquistar los cinco continentes y dominar momentáneamente el mundo.
La migración del homo sapiens, que se inició en África hace unos 300.000 años, marcó el comienzo de una expansión que eventualmente nos permitió dominar el planeta. Esta migración no solo fue realizada por el homo sapiens sino que el homo erectus (tronco común) ya había podido consumarla miles de años antes, transformándose luego en neandertal. Esta capacidad de desplazamiento, fundamentada en adaptaciones físicas y sociales, como la bipedestación y el desarrollo de herramientas, armas a distancia y lenguaje, refleja una profunda necesidad de exploración y adaptación.
El reconocido arqueólogo Curtis Marean, de la Universidad Estatal de Arizona, sostiene que fueron claves dos funciones para superar al resto de las especies: la capacidad genética de sociabilidad (cooperar con grupos similares) y la creación del proyectil a distancia. Marean pantea la hipótesis de que la calidad de intercambiar con nuevos homos sapiens y asociarse con objetivos logrables generó nuevas relaciones gregarias.
Sin embargo, esta narrativa histórica no debe simplificar la complejidad y los peligros inherentes a la migración contemporánea. Mientras que la migración fue impulsada en el pasado por la necesidad de supervivencia y la búsqueda de recursos, actualmente se ve influenciada por factores como campañas dirigidas especialmente a los jóvenes, promoviendo la migración como una vía hacia oportunidades mejoradas. Estas iniciativas, si bien pueden ser bienintencionadas, a menudo subestiman los desafíos del desarraigo cultural y familiar, así como también los riesgos de explotación y de discriminación en entornos desconocidos.
El complejo proceso de migrar es intrínsecamente arriesgado e involucra no solo el acto físico de moverse de un lugar a otro sino también enfrentarse a barreras legales, económicas y sociales. Además, el impacto psicológico y emocional del desarraigo no puede ser subestimado. Perder contacto con la cultura y la comunidad de origen, mientras el migrante busca integrarse a una nueva sociedad, plantea desafíos significativos para la identidad y el bienestar personal.
La historia nos muestra que la migración fue un proceso constante en la evolución humana, impulsado por nuestra adaptabilidad y curiosidad. No obstante, en la actualidad, la decisión de migrar debe considerarse con cautela, reconociendo tanto las oportunidades que ofrece como los peligros que conlleva. La necesidad de pertenecer y la búsqueda de un futuro mejor deben equilibrarse con la comprensión de que el desarraigo y la adaptación en una nueva cultura representan circunstancias desafiantes.
La necesidad de migrar, como instinto básico, pone a los adolescentes y a los jóvenes más vulnerables ante una decisión incorrecta o poco asertiva, dado el predominio de los instintos sobre las inhibiciones cognitivas corticales del adulto. Mientras que la migración puede ofrecer la promesa de una vida mejor, también acarrea desafíos significativos que requieren una consideración cuidadosa y un apoyo integral.
La migración es una toma de decisión a largo plazo que debe ser muy analizada. El peor castigo para los griegos era el exilio, no la muerte. La necesidad instintiva migratoria nos expone al desarraigo y puede ser muy riesgosa, especialmente en los extremos de la vida. De muy jóvenes porque condicionará nuestra vida, de adultos porque quedará poco tiempo para revertir la decisión.
En ese marco, resulta clave que tanto los migrantes como las sociedades de acogida trabajen en conjunto para facilitar la integración y el respeto mutuo, reconociendo que la migración, con todas sus complejidades, fue y seguirá siendo una parte esencial de la experiencia humana. Reconociendo, además, campañas y promociones falsas que pueden generar la toma de decisiones difíciles de modificar.