DESDE ADENTRO

Nuevo año, que salga lo malo y entre lo bueno

Pisemos el pasado y reiniciemos nuestras emociones  

Aldo Godino

Capítulo 2025. Página número 1. Un nuevo año comienza, lo que supone una excusa perfecta para sacar lo malo y permitir la entrada de lo bueno. El 2024 ya es historia, y con él se cierra un ciclo. Un ciclo que trazamos de manera imaginaria pero que nos sirve como punto de inflexión para maquillar nuestros proyectos, manejar nuestras distancias y aclarar la mente.

En este 2025 recordemos que para convertirnos en alguien especial debemos ser nosotros mismos. Que podemos ganar con el “quiero” la guerra del “puedo”, que las “grandes cosas” no son tan significativas como las pequeñas sino que los pequeños detalles nos hacen ver la felicidad que hay en lo sencillo de la vida.

No olvidemos que los mundos sutiles encierran belleza en sus cosas efímeras, las cuales nacen para ayudarnos a volar y a soltar. O sea, no arruinemos las 365 oportunidades que tenemos llevando al futuro un pasado que ya no existe. Pisemos el pasado, ese que nos angustia, y reiniciemos nuestras emociones.

Recarguemos nuestra batería y sumemos esperanza de vida. Porque aunque nada cambie de un segundo a otro, el cambio de año es tan simbólico que podemos acompañarlo con un toque de dulzura. Podemos romper con algo y amortiguar el golpe. Ahí está la magia de los comienzos.

Durante este año no nos olvidemos de que no hay mejor regalo que compartir un momento con las personas que queremos. No dejemos que sean los convencionalismos los que determinen cómo es nuestra vida. No permitamos que el segundero de nuestro reloj deje de marcar el tiempo que nos dedicamos a nosotros mismos. Recordemos, también, que no son los kilómetros los que ponen distancia sino las actitudes que permanecen.

Planear sobre nuestra nueva vida, cerrar ciclos, acariciar puntos finales y relatar nuevos textos con el lenguaje de nuestras emociones. Comenzar la aventura. Hacer lo que amamos y recuperar la pasión. No nos olvidemos de amar intensamente, especialmente a la persona que aparece cada mañana frente al espejo.

Cuidemos nuestra salud y hagamos todo lo que podamos por la de quienes nos rodean. Alejémonos de las personas que viven en una queja constante, ya que pueden arruinarnos la vida. Hay personas conflictivas que nos agotan, que nos chupan la energía y que aniquilan nuestra capacidad de reacción. Así que tomemos esto en serio: alejarse de los conflictos mejora nuestra salud, tanto física como emocional.

Recordemos que a veces la sociedad es egoísta. No esperemos que los demás valoren lo que hacemos o no hacemos, hagámoslo nosotros. Tengamos seguridad en nosotros y en lo que construimos. No construyamos castillos en el aire, no vendamos humo. Apreciemos lo que tenemos y no deseemos en exceso lo que no tenemos. Que todo lo bueno nos siga, nos encuentre, nos abrace,  se quede con nosotros y que lo malo pase de largo.

Que seamos conscientes de lo bueno y de lo malo. Que sepamos, porque lo hemos podido experimentar, que todo lo bueno de la vida despeina, que es mejor vivir revolucionado mirando al horizonte, que la mejor manera de estar a salvo es temer la mediocridad. No nos olvidemos de vivir todos los días de nuestra vida.

Miremos el futuro con ilusión, aunque realmente no haya una nueva vida con la llegada de un nuevo año. Nos encaminamos hacia una nueva oportunidad de retomar las cosas que vamos dejando en el tintero. Vivir, disfrutar la vida como venga, sonreír cuando va bien y tener paciencia cuando no va tan bien.

Todos sabemos que el cambio de año es, en último término, un asunto del calendario. Sin embargo, es un momento para dejar atrás lo que nos hace daño. Si bien no es que vaya a ser todo diferente, lo que sí puede cambiar es nuestra actitud. Esto depende solo de nosotros, de nuestra capacidad para decidir cómo actuar y cómo recibir lo que sucede. Los rituales en el comienzo y en el final de una etapa son una buena ocasión para renovarnos. 

“Miguel y Felipe eran dos hermanos muy diferentes. Durante una Nochevieja se les apareció un hada  y les dijo: ‘¡Hola! Soy el hada de Año Nuevo y vengo a traerles un regalo’.
Los niños se quedaron muy sorprendidos, ya que nunca habían visto un hada. De pronto, el ser mágico les entregó un libro a cada uno. Pero los libros tenían todas las hojas estaban en blanco. 
Miguel sonrió, le dio las gracias al hada y guardó el libro con mucho cuidado. Felipe, en cambio, se enfadó y exclamó: ‘¿Qué clase de regalo es este? ¡No hay nada adentro!’, tra lo cual salió de casa y tiró el libro en un charco. 
Al año siguiente, el hada de Año Nuevo regresó y les dijo a los hermanos: ‘Vengo a buscar los libros que les dejé el año pasado’. 
El hada comprobó el interior de cada libro: el de Miguel estaba lleno de historias preciosas, escritas con letras doradas, mientras que el libro de Felipe estaba lleno de manchas ininteligibles.
‘Cada libro refleja todo lo que hicieron este año. Cada año les traeré un nuevo libro con hojas blancas. Estos dos me los tengo que llevar a la biblioteca del tiempo pero cada año llevaré los nuevos. Ojalá puedan escribir siempre historias hermosas’, les dijo el hada”.

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