Pamela Anderson y Tommy Lee: próceres de la revolución erótica y digital
El tabú de la intimidad se rompió definitivamente cuando el famoso e infame video de la pareja teniendo sexo se filtró en Internet
La noticia ayer fue que el turbulento matrimonio entre Pamela Anderson -la pulposa rubia de BayWatch, algo que hay que aclararle a los centennials: googleen "BayWatch"- y Tommy Lee -ídem anterior salvo que no pulposo y tienen que googlear Mötley Crue- tendrá una serie protagonizada por la delgadísima Lily James -la de La Cenicienta versión actores- y Sebastíán Stan -Bucky o Soldado de Invierno en el Universo Marvel. Dejemos de lado lo adecuado del physique du rôle. El productor del asunto es ese genio de la sátira llamado Seth Rogen y el director, Craig Gillespie, el de Yo, Tonya. Eso lo pueden leer en el sitio de BAE Negocios. Lo importante es la oportunidad para la efeméride: será un cuarto de siglo exacto después de que el famoso e infame video de la pareja teniendo sexo se filtrara en Internet.
Bueno, era "otra" Internet, queridos centennials: había que conectar la PC al teléfono con un ruido ensordecedor, y cada foto tardaba en bajar lo que hoy cursar Álgebra II con final y todo. En fin, eppur si muove decía uno y ahí estaba buscando esas cosas que el mundo real no ponía a disposición de cualquiera. La cuestión del video en cuestión desencadenó una batalla legal que terminó cuando la pareja realizó un acuerdo económico y embolsaron buena tarasca. Eso llevó a que los sitios que tenían sindicado el video (recuerden, era di-fí-cil ver un video en la web) triplicaran visitas. Aunque ustedes no lo crean, desató dos revoluciones.
La primera, la del video on demand que hoy domina el Universo conocido. Era di-fí-cil (creo que ya lo dijimos) ver videos. Pero el interés (del público y pecuniario de quienes lo explotaban) llevó a adoptar medidas para asegurar la provisión al curioso. Se testearon formas de comprimir y transmitir datos más fieles y eso hizo impulsó la investigación en ese campo. También en otro: la securización de pagos. No sería demasiado exagerado decir que hoy usted puede homebankear porque, alguna vez, alguien le robó el videíto de chaca-chaca a Pamela y Tommy. Bueno, un poco exagerado, sí: fue la industria completa del porno la que creó todos esos algoritmos que luego fueron adoptados -y mejorados- entre otras industrias por la financiera. Pero créanme: sin Pam & Tom todo habría llevado más tiempo.
Por las dudas, el video sigue por ahí dando vueltas. Están en una lancha, hacen cosas que haría cualquier pareja más o menos normal con ganas de sexo, y sí, es explícito. No tiene demasiada calidad (todo es cámara en mano, no en "manos" porque una de ellas en la mayoría de los momentos está ocupada en, ejem, otra cosa) y sí, son ellos, no otros. Dura unos minutos pero es, para el porno en Internet, lo que El Nacimiento de una Nación para el cine. Recuerden: es de 1995, es decir del mismo año en que comenzó la revolución digital en el cine con Toy Story. Sí, bueno, también el video podría llamarse "Toy Story", pero mejor no expliquemos por qué.
La segunda revolución fue, quizás, más fuerte: la del video casero. Ya existía el video casero y, desde que las cámaras se compran y el tape es barato, cientos y miles de parejas se han grabado teniendo relaciones sexuales. Hoy con el celular, alcanza, de hecho. Pero Mondo Porno dejaba de lado eso y seguía produciendo de acuerdo con estándares o formas que provenían directamente del cine. Cuando apareció la idea de ver a una "celebridad" haciendo lo que las celebridades ocultan, también surgió la curiosidad de saber qué hace el vecino en su alcoba. Y eso generó un cambio rotundo en las condiciones de producción y recepción (pongámonos académicos) no solo del video sexual. Dejó de importar el movimiento en sí dentro del fotograma y pasó a tener peso lo espontáneo, lo inesperado. El viejo mito del cine, en realidad: el de ver lo que es extra-ordinario, aquello a lo que no tenemos acceso naturalmente. El voyeurismo real entroncó, finalmente, con las herramientas de la era digital. Luego vinieron las cámaras de las computadoras, completamente integradas, de buena definición y baratas. Habrá que ver qué pasa ahora que la pandemia nos acostumbró tanto al Zoom, pero eso ya venía pasando.
Pero hay una tercera razón para considerar que el tabú de la intimidad se rompió definitivamente. Después de Pam&Tom, la cacería de videos de celebridades comenzó en serio y eso se transformó en una especie de negocio. Bueno, no en "una especie" sino en un verdadero negocio. Más tarde llegaría el video de Paris Hilton, que también generó un negocio monumental. Y, con ello, las acciones legales contra Google y toda suerte de nuevos horizontes para las leyes respecto de esa cosa inasible y omnipresente que es Internet. Más tarde, mil nombres de famosos y no tanto comenzaron a circular. Mucho más tarde, incluso se revierte la situación: estrellas porno como Mia Khalifa llegan al mainstream un poco gracias a la difusión de ese trabajo. De todos modos, aún el porno no es algo "respetable" en ninguna parte. Pero sí es un enorme negocio.
Casi toda la estética -la poética, digamos- del porno hoy tiene que ver con aquel legado de lo espontáneo y breve. En principio, se "actúa" la idea de que no hay cámara. O bien, se sobreactúa la idea de que la hay (eso derivó en otro género, el "casting", también en el "gonzo", realizado con cámara subjetiva). El punto es que aquel video y su larguísima y fructífera descendencia, además de impulsar cambios culturales y tecnológicos fuera del sexo, también influyó en la propia industria erótica y en el modo en que nos relacionamos con sus productos. De algún modo, Pam y Tommy son pioneros en una revolución mucho más interesante y profunda que excede con mucho los raros planos de la rubia redondeada con anteojos de sol prodigando oralidades al sexo de su entonces pareja. La revolución digital completa cabe en ese video que tiene veinticinco años y que saludamos como la Biblia Gutenberg del erotismo universal.