Argentina campeón del mundo: a un año de la gloria eterna en Qatar
Después de 36 años, Argentina volvió a consagrarse en el Mundial 2022. Se cumplen 365 días del momento que quedó inmortalizado en la memoria de todo el pueblo
La distancia temporal suele ser un recurso eficaz para dimensionar la magnitud de los acontecimientos. Pasaron 365 días desde que el universo dejó de ser el mismo. El tiempo vuela, pero ese instante del penal de Gonzalo Montiel quedará en la memoria colectiva para siempre. "La final del mundo" fue realmente percibida de esa manera. El final del mundo como lo conocimos, y el comienzo de uno nuevo.
Los sentimientos que generó el hecho cultural "Argentina campeón del mundo" son tan potentes como diversos. Lo vivido el domingo 18 de diciembre de 2022 es difícil de explicar.
Los 120 minutos más excitantes y cambiantes de nuestras vidas. La tensión se apoderó del cuerpo y el alma de todos los que presenciaron el mejor partido de la historia de los mundiales en el estadio Lusail, como también de aquellos que se encontraban en cada ciudad, cada pueblo y cada rincón del país, intentando sobrevivir al vaivén emocional.
El reloj marcaba las 14.53. Habían pasado casi tres horas desde el inicio del partido contra los franceses. Los corazones de los argentinos no soportaban un segundo más de angustia e incertidumbre. Era el momento.
"Salgan campeones del mundo, que la gente se los va a recordar toda la vida", le dijo Carlos Salvador Bilardo a su plantel en México 1986, con Diego Armando Maradona a la cabeza. Como siempre, el Doctor tenía razón.
Y fue el momento. Una sensación que no olvidaremos nunca. El derechazo cruzado de Montiel infló la red y desató la máxima alegría. Esa felicidad que, tantas veces idealizamos, incluso fue mejor de lo que podríamos haber imaginado: más de 5 millones de personas salieron a las calles. La marea humana transformó un festejo en la mayor manifestación popular en la historia del país. La unión y la alegría convirtieron a desconocidos en una inmensa familia.
Algunos se besaban apasionados, otros levantaban a sus hijos o nietos en brazos y trataban de poner en palabras el significado de lo que se logró. Muchos observaban sentados en el cordón de una vereda en silencio e intentaban retener cada segundo, o simplemente buscaban reponer el aire después de tanta emoción contenida.
Entre abrazos largos y sentidos, estaban quienes brindaban mirándose a los ojos con alguna bebida con la que intentaban calmar un poco el calor de un atípico e inigualable diciembre. Toda una generación había visto incansables derrotas mundialistas durante el frío y crudo invierno de junio o julio. Sin embargo, el final de año de 2022 fue diferente a todos: se gestaron un sinfín de momentos que quedaron inmortalizados en la memoria y, en muchos casos, también en la piel.
Después de 36 años, Argentina volvió a ser el mejor equipo del mundo. Pudimos ver a la selección de la que nos hablaron nuestros padres, tíos y abuelos. La de íconos albicelestes. La de Kempes, la de Diego y muchos otros que alcanzaron el olimpo del deporte argentino.
El pueblo pudo nutrirse de una alegría real, auténtica y genuina. En el país de la grieta y las interminables divisiones, el equipo de Lionel Scaloni consiguió apoyo unánime. Los objetivos importantes se consiguen entre todos. Todos lo hicimos. Y todos festejamos.
Todo comenzó en el Maracaná. El triunfo en julio de 2021 liberó a ciertos jugadores de la pesadísima mochila que cargaban por tantas frustraciones previas. Finalmente, la moneda cayó para este lado, y Argentina gritó campeón después de 28 años. La histórica conquista en Brasil llenó de felicidad a hogares durante tiempos difíciles de pandemia, donde las emociones negativas generaban un impacto difícil de sobrellevar.
Ese logro signicó el comienzo de un año y medio irrepetible. No es normal ni habitual lo que hizo este grupo. No se conformaron con ese éxito histórico. Querían más gloria. Jugaban cada vez mejor. Clase magistral ante Italia en la Finalissima de Wembley. Desle en la eliminatoria sudamericana camino a Qatar sin perder un solo partido. Un recorrido que generó una identicación y un sentido de pertenencia.
La conexión entre la gente y el grupo sembró la ilusión de 45 millones. El sueño de todos partía hacia Medio Oriente. Fue un recorrido de película, que empezó con un traspié en la mañana del 22 de noviembre. Una vez finalizado aquel fatídico partido ante Arabia Saudita, la tristeza era inevitable. Se terminó un invicto de 36 partidos contra un seleccionado que nunca había ganado un partido en la Copa del Mundo. Sin embargo, el capitán de la Selección argentina, Lionel Messi, dio un mensaje claro y avisó que este grupo "no iba a dejar tirados a los hinchas". Y realmente fue así.
Había un sueño que trascendía fronteras y que rompía los límites imaginados: el anhelo de ver a Messi levantando la Copa del Mundo. Nunca en la historia del deporte hubo tanta necesidad de ver una imagen. Los futboleros de todo el planeta soñaron durante más de una década con la foto del "diez" con el trofeo más hermoso en sus manos. Aquel dolor en Brasil 2014 estaba latente. La mirada perdida detrás del objeto del deseo. El amor que no pudo ser.
No obstante, él sabía que ocurriría. Estaba confiado y tranquilo de que la vida le daría una nueva oportunidad. Lo consiguió a los 35 años, después de intentarlo cinco veces. Lionel jugó un torneo extraordinario y fue elegido como Balón de Oro mundialista por segunda vez. Pero esta vez, el desenlace fue distinto, el momento soñado llegó: la foto más esperada se materializó en posters, remeras y tatuajes. Luego de gambetear las patadas del destino, el capitán del seleccionado fue fundamental para lograr el objetivo y así, tachar de la lista el único logro que le faltaba en su gloriosa carrera.
No siempre los merecedores de felicidad la consiguen. Por eso, cuando ocurre esa magia, el mundo se equilibra un poco. Messi campeón del mundo resulta una muestra de que el talento, el temperamento y la constancia pueden tener premio. El planeta se alineó: el histórico triunfo transformó al mundo más justo para todos los que seguimos la trayectoria del ídolo desde sus inicios.
Todos juntosEn el fútbol, como en la vida, siempre necesitamos ayuda del otro. Si el capitán fue el mejor futbolista del certamen, también quedó muy claro que el campeón fue el seleccionado que mejores virtudes mostró a lo largo del torneo: el que mejor supo cuándo jugar y cuándo luchar. El que supo adaptarse a las circunstancias de cada uno de los partidos y potenció lo mejor para ese momento del juego. El que tuvo la mezcla justa de calidad individual con funcionamiento colectivo.
El objetivo siempre fue claro: acá juegan los mejores y todos tiran para un mismo lado. Por lo general, en una formación siempre hay una columna vertebral. Y este campeón también la tenía. Con Emiliano "Dibu" Martínez, Nicolás Otamendi, Rodrigo De Paul y Messi, el conjunto albiceleste construyó las bases para superar los obstáculos. La lesión de Giovani Lo Celso pudo haber sido la baja más importante en la previa del Mundial. Sin embargo, la aparición de jóvenes como Enzo Fernández, Julián Álvarez y Alexis Mac Allister demostraron que todo se puede solucionar con fútbol y hambre de gloria.
Otra gran figura fue Ángel Di María, que tuvo intervenciones fundamentales en el Mundial. Además de haber marcado un nuevo gol en otra final, le dio un pase clave a Messi para destrabar el partido con México en fase de grupos, cuando la situación era alarmante. Muchas veces cuestionado, "Angelito" siempre demostró sus ganas de revertir la situación con la gente, y luego de demostraciones de fútbol total, recibió las disculpas por los injustos insultos recibidos años atrás.
Por su parte, Paulo Dybala, Leandro Paredes y Montiel tuvieron en sus piernas la sangre que bombeaban absolutamente todos los corazones argentinos durante una de las tandas de penales más importantes de la historia. No les tembló el pulso.
Párrafo aparte para Lionel Scaloni. El "joven inexperto" cerró bocas. Gestó el sueño y lo transformó en realidad. Un técnico de otros tiempos. De épocas en las que los conductores ejercían un liderazgo de perfil bajo. Hombres que armaban sus equipos desde la plena confianza en sus instintos.
El apoyo de su cuerpo técnico resultó fundamental: Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala fueron piezas claves para consolidar una idea de equipo y grupo. Picardía, talento, toque, fuerza, garra y coraje. Scaloni y compañía supieron unir cada virtud y visión mostrada por combinados de técnicos trascendentales para la historia del fútbol argentino.
Terminó la película con ese guion único e irrepetible. Todo el camino recorrido, las lágrimas, el sufrimiento, las desilusiones, las broncas, las injusticias, todo quedó atrás. Después de ese instante de felicidad absoluta, de ese momento inolvidable, el tiempo avanzó nuevamente y cada uno de nosotros retomó la vida "normal". Pero la locura más hermosa que nos tocó vivir será recordada por el resto de nuestros días.