Argentina, ante la disyuntiva de barajar y dar de nuevo o seguir en recesión

Alejandro Vanoli

Fin de año es un momento propicio para hacer un balance y evaluar qué características tendrá 2019, el año que comienza. Es bastante sencillo hacer un balance de 2018. Hace pocos días el diario El País de España calificó 2018 en Argentina como el "annus horribilis" de la economía argentina.

Si se tiene en cuenta el conjunto de las variables económicas y sociales todas han empeorado: Ingresamos en recesión, la inflación alcanzó el 48%, fuerte deterioro del salario real, desempleo llegando a los dos dígitos, caída de la producción de dos dígitos, retroceso de la inversión a niveles de 2004, caída del consumo, fuerte déficit financiero fiscal, récord del déficit de cuenta corriente de balance de pagos, devaluación del 105%, tasas de interés del 59%, exportaciones estancadas, fuerte deterioro de reservas, un endeudamiento que alcanza el 90% del PBI y podríamos seguir con otras variables todas negativas.

De esta forma el boletín del gobierno es un cero. Que no es pobreza cero ni déficit cero. Un fracaso en toda la línea, si se supone que el objetivo que debería tener la política económica de un país es obtener al menos algunos logros en las principales variables económicas.

Queda claro que estos resultados se deben al set de políticas de apertura importadora, tarifazos, bicicleta financiera, ajuste y endeudamiento, desguace del Estado, recortes en el sistema previsional, desprecio por la investigación científica y tecnológica nacional, degradación de la salud y educación pública. Salvo muy pocos sectores concentrados que están mejor, el 99% de los argentinos está mucho peor.

En tal sentido a tres años de gobierno, no se puede hablar de ninguna herencia ni tampoco de un fenómeno global. Salvo Argentina y Venezuela todos los países de América latina están creciendo en 2018. La Argentina más que duplicó su riesgo país, ocupando el tercer lugar en el mundo entre los países de mayor riesgo y el segundo lugar en devaluación de la moneda. Entre los países emergentes.

¿Qué puede esperarse para 2019? El Gobierno ha decidido apostar al ajuste monetario y fiscal y al apoyo del FMI para pagar los intereses de la deuda como única tabla de salvación para surfear las embravecidas olas de 2019, bregando por una calma financiera en la superficie, que le permita lograr alguna reducción de la inflación, aunque en lo profundo la economía real esté en coma. Y así poder ganar las elecciones.

El equipo económico y Macri repiten el "mantra" y el intento de implementación del déficit cero, como lo hacían De la Rúa y Cavallo 17 años atrás.

El boletín de califi caciones del Gobierno es un 0, esto es, un fracaso económico en toda la línea

El argumento que se repite es que la baja del gasto público, reducirá el déficit fiscal, lo que bajaría el riesgo país y por ende la tasa de interés. Luego se recupera el acceso al mercado de capitales global, hoy como en aquel momento cerrado a la Argentina y volverán también las inversiones lo que recuperaría el crecimiento que derramará a todas y todos.

La lección de aquella época, que se replica hoy y se verificó en muchos países a través del tiempo es que la reducción del gasto provoca recesión. La recesión afecta a la recaudación impositiva y paradojalmente (o no) el ajuste del gasto aumenta el déficit y así se deterioran las expectativas generándose las condiciones para una crisis.

El Gobierno lo sabe pero apela a resistir con su programa y ganar las elecciones para barajar y dar de nuevo. En general los oficialismos perdieron las elecciones en contextos recesivos desde 1983 a la fecha, salvo el caso de Menem en 1995 que ganó en mayo de ese año en el medio de una corrida financiera y recesión, pero luego de revertir la hiperinflación de 1989-1991 y lograr tres años de alto crecimiento.

Lo cierto es que durante 2019 se mantendrán los ejes del programa, fuertes tarifazos ya anunciados para el primer semestre de 2019, lo que asegura un piso inflacionario muy alto para 2019 pero menor a 2018, el más alto desde 1991.

Existe unanimidad en que a la recesión inflacionaria se le suma un alto déficit financiero y un déficit externo menor pero muy alto. También 2019 marcará un mayor deterioro salarial si se respeta la pauta oficial del 23%.

A las complejidades propias de una dinámica recesiva e inflacionaria con alto déficit se le suman dos factores de riesgo que quitan margen de maniobra.

Por un lado todo año electoral, genera una mayor demanda de divisas en el mercado de cambios por una mayor cobertura de empresas y personas. Así las presiones devaluatorias serán muy fuertes lo que limita la posibilidad de reducir la tasa de interés para generar una reactivación vía crédito. Fuera de una demanda creciente y una oferta de dólares que se puede retraer en un contexto donde los exportadores no están obligados a liquidar las divisas en el mercado de cambios, una restricción adicional son los límites a la intervención cambiaria que establece el acuerdo con el FMI.

Todo año electoral genera una mayor demanda de divisas por cobertura de empresas y personales

A todo esto el contexto global luce poco favorable, en un contexto de suba de tasas en Estados Unidos, recesión global, guerra comercial entre EE.UU y China y creciente proteccionismo global, además de la incertidumbre en los efectos de la nueva política de Brasil, que genera tensiones por el lado comercial y por el lado financiero poniendo mayor presión sobre el sector externo del país.

En este esquema, la recuperación no puede venir por el consumo con esta política monetaria y el deterioro del salario, ni de la inversión,dadas estas tasas de interés y la citada incertidumbre global y local que hacen imposible una rentabilidad mínima para proyectos productivos. Tampoco por las exportaciones salvo parcialmente por la mayor cosecha que en 2018, con precios y demanda global inciertos. Exportaciones que casi no derraman al conjunto de la economía nacional por la apertura importadora y la fractura de las cadenas productivas que generan estas políticas.

Quizás el FMI puede hacer la vista gorda en 2019 y permitir una mayor obra pública y admitir un mayor gasto en el segundo semestre con fines electorales, para asegurar el mantenimiento del neoliberalismo por 4 años. Eso podría atenuar la recesión.

De esta forma, el año que viene puede ser de una mediocre decadencia o de crisis. Lo que determinará uno u otro factor son variables de la economía global y del clima (tasas de EE.UU, Brasil, crecimiento global, precio de la soja) que no están bajo control del Gobierno.

No parece probable un ingreso masivo de capitales especulativos en este contexto, con alta incertidumbre electoral y un endeudamiento con tendencia insostenible, que obligará en 2020 a recuperar el crecimiento y una política activa de administración de la deuda pública, para estabilizar la deuda/PBI y reducir el peso del servicio de la deuda para recuperar solvencia, crecimiento y equidad.

El Gobierno puede ganar las elecciones por motivos extraeconómicos. O puede perderlas si la oposición se une y presenta un programa claro y creíble, que implique priorizar la producción y el trabajo en el marco de una recuperación de la soberanía para efectuar políticas. La experiencia de Portugal para plantase ante el FMI es un precedente a tomar en cuenta. Lo que es indudable es que la Argentina gane quien gane va a tener que cambiar de políticas y barajar y dar de nuevo porque el estrecho sendero que generan las políticas del Gobierno es claramente insostenible.

*Expresidente del Banco Central

Esta nota habla de: