El espejo griego en el que se mira Argentina
Durante los diez años que duró la crisis griega, el país perdió un cuarto de su Producto Bruto Interno y debió recurrir a un ajuste estructural que incluyó un "corralito", en uno de los varios paralelismos tuvo con la crisis argentina de 2001. ¿Es posible que el FMI imponga un escenario similar al gobierno de Alberto Fernández?
Pese a las definiciones sobre el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), las chances de que Argentina no pueda pagar los vencimientos pendientes no son considerados un escenario de probabilidad cero en el mercado local e internacional. Esto se debe a que el FMI no posee en su “hoja de ruta” un período de gracia ante casos de impagos. De modo que si se incumple un vencimiento, incluso por un par de días, se caería en default de manera automática.
Una situación así le sucedió al entonces presidente Néstor Kirchner: el 8 de septiembre de 2003, incumplió un pago con el FMI, pero a los tres días anunció un acuerdo con el organismo para refinanciar la deuda por tres años. El ejemplo más reciente este tipo de situaciones fue el caso griego: el 30 de junio de 2015 el país helénico incumplió un vencimiento de deuda de USD 1.300 millones y otro de unos USD 600 millones el 13 de julio, solicitando una prórroga de ambos.
Sin embargo, el mismo 30 de junio el FMI emitió un comunicado “avisando” que Atenas no podría recibir nuevo financiamiento del organismo hasta que no haya pagado los vencimientos. Para el 20 de julio, Grecia saldó sus cuentas con el FMI mediante fondos de la Unión Europea. Pese a que el default griego apenas duró tres semanas, este atraso transitorio fue el de mayor magnitud en la historia del organismo.
De hecho, para la economista de Paridad en La Macro, Mara Pedrazzoli, la negociación de Grecia con el FMI “puede ser comparable con la Argentina”. Aunque consideró “difícil que el Fondo coloque a Argentina en un arrears”. En diálogo con BAE Negocios, también consideró que sería “difícil imaginar” en el país “medidas de austeridad tan rígidas como las que impuso a Grecia”.
La crisis helénica se inició a fines de 2009 y fue una de las primeras crisis de deuda soberana en la eurozona, luego conocidas como “crisis del euro". Con cierto paralelismo a la crisis económica que sufrió Argentina producto de la Convertibilidad, Grecia se vio incapacitada de devaluar su moneda y volverla más competitiva en el mercado internacional.
La razón detrás de esto es que la moneda griega, el dracma, había sido descartada en favor del euro durante la integración a la Unión Europea (UE). Volver al dracma hubiera significado abandonar la eurozona. Una decisión que podría haber derivado en una reacción en cadena en otros países en crisis y que hubiera amenazado la propia existencia de la comunidad europea.
Oficialmente la crisis terminó en junio de 2018 y fue anunciada con bombos y platillos por la “troika”, una suerte de triunvirato formado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI que supervisó durante casi diez años las decisiones macroeconómicas griegas. Pese a este tutalaje, los efectos de la crisis del euro aún perduran en la economía del país mediterráneo.
Para sobrellevar la situación, se debió incurrir en una serie de ajustes estructurales que incluyeron flexibilización laboral, reformas jubilatorias, tarifarias y tributarias. De hecho, en otro paralelismo con el caso argentino, el gobierno debió incurrir en un "corralito" bancario en 2015. De los diez años que duró la crisis, el país heleno tuvo nueve años consecutivos de recesión económica y perdió un cuarto de su Producto Bruto Interno (PBI).