ANIVERSARIO

Un año de Javier Milei: la receta que usó para bajar la inflación anual a casi a la mitad

A un año de la asunción de Javier Milei, la inflación desaceleró sustancialmente. Qué instrumentos usó y cuáles fueron sus costos

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A un año de la asunción de Javier Milei como presidente, la inflación anual muestra señales de alivio al ubicarse, según estimaciones, en casi la mitad de lo registrado el año pasado. El descenso estuvo impulsado por un drástico ajuste económico, el uso de la "motosierra" presupuestaria y un constante discurso de austeridad: “No hay plata”. 

La desaceleración de la inflación contrasta con las sombrías proyecciones previas a su llegada al poder e incluso con la propia estimación del presidente. Sin embargo, hay costos significativos: recortes en áreas, menos transferencias a las provincias y algunas tensiones sociales.

Mientras tanto, el Gobierno está a la espera de los datos oficiales: el miércoles 11 de diciembre se conocerá la inflación de noviembre y, en enero, llegará el dato de diciembre 2024. 

Los pronósticos de la inflación antes de la asunción de Milei

Entre los economistas no es habitual la unanimidad en los pronósticos, pero los días previos a las elecciones del 22 de octubre de 2023 marcaron la excepción, ya que todos coincidieron en que, cualquiera fuere el resultado de los comicios, la inflación de 2024 sería mayor a la de un año que ya se perfilaba como la del índice de precios al consumidor más alto en tres décadas.

Tal era el convencimiento acerca de lo que se consideraba inevitable que en el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) presentado por el Banco Central antes de la asunción presidencial de Javier Milei, el promedio de los consultados proyectó una inflación del 191,8% para 2024 (aún no se contaba con los datos definitivos del 2023, que cerró con 211,4%).

Con todo, esa estimación fue menor a la que dieron a conocer a fines de diciembre, cuando el promedio subió al 213% y más aún en comparación con el 227% prevista en enero.

Pero esas proyecciones quedaban moderadas ante la previsión de un 300% del exministro Domingo Cavallo, un porcentaje con el que coincidieron economistas como Fausto Spotorno (que lo consideró “inevitable”) o el también exministro Hernán Lacunza.

Y en la carrera por dar el porcentaje más alto, nadie estuvo ni cerca de lo señalado por el propio Javier Milei en el mensaje que pronunció el 10 de diciembre, de espaldas a la Asamblea Legislativa. “En muy poco tiempo se podría cuadruplicar la cantidad de dinero y con eso elevar a la inflación a niveles de 15.000% anual. Esa es la herencia que nos dejan, una inflación plantada de 15.000% anual”, enfatizó, al recurrir al recurso -cuestionable para muchos- de anualizar la tasa diaria de inflación de la primera semana de diciembre.

 

 

Precios en ascenso

Los precios venían mostrando una trayectoria ascendente en la segunda mitad de la Presidencia de Alberto Fernández, luego del impasse provocado por la caída de la actividad en el inicio de la pandemia en el 2020. El IPC de 2021 fue del 50,9%, trepó al 94,8% al año siguiente y terminó 2023 con el 211,4%, lo que mostraba que, en números gruesos, cada año duplicaba la inflación del anterior y presagiaba un resultado preocupante para 2024. Mucho más después del 25,5% de diciembre.

Para empeorar la situación, ese salto inflacionario se produjo con un esquema de tarifas congeladas o administradas y un dólar oficial contenido por debajo de la mitad de las cotizaciones alternativas. La corrección de las dos variables ya había sido intentada durante la Presidencia de Mauricio Macri y el traslado a precios no se hizo esperar.

 

 

Subsidios y tarifas

En ese marco, el ministro de Economía, Luis Caputo, luego de la devaluación inicial del peso respecto del dólar oficial anunció que los más de US$ 15.000 millones de subsidios que anualmente destinaba el Estado nacional para atenuar las subas tarifarias en energía eléctrica, gas natural, agua corriente y transporte de pasajeros se recortaría a razón de un tercio por año. 

Esa postura inicial de priorizar el equilibrio fiscal y la reducción del gasto público por sobre la evolución de los precios fue posteriormente atenuada, al igual que con la puesta a punto de la actualización de los importes de los impuestos a los Combustibles. Ya sobre la segunda mitad del año y con índices de precios al consumidor en desaceleración, se adoptó el criterio de adecuar los ajustes tarifarios a la inflación estimada, lejos de los incrementos de los primeros meses.

Ese aumento de las tarifas -contracara inevitable de la quita de subsidios- se reflejó en un cambio en la composición de la inflación: en el 211,4% del año paso los bienes subieron 63,2 puntos porcentuales más que los servicios, en el 193% interanual acumulado a noviembre de 2024 la relación se invirtió y los servicios subieron 53,9 puntos más que los bienes.

Para que ese impacto tarifario no disparara la inflación a los niveles temidos antes de su asunción, Milei y Caputo aplicaron desde un principio un riguroso ajuste fiscal al amparo de una frase de tres palabras que pasó a hacerse corriente: “No hay plata”.

 

Motosierra y licuadora

Esa falta de recursos, con ingresos reales en caída y un déficit financiero que en 2023 había ascendido a $ 8,7 billones, llevó al binomio a aplicar tanto la “motosierra” (recortes en los gastos) como, al menos en un principio, la “licuadora” (pagos postergados diluidos por el efecto de la inflación). Esta fue parte de la receta del ajuste de Javier Milei.

Aunque se aseguró desde la Casa Rosada que el blanco del ajuste sería lo que Milei denominó “la casta”, los ejes del recorte pasaron por la obra pública y las provincias, con un inédito ajuste en las transferencias discrecionales y los gastos de capital, las universidades y, más que en ningún caso, los dos principales factores del gasto de la Administración Nacional: las jubilaciones y los subsidios económicos.

El resultado de ese ajuste fue haber alcanzado el superávit financiero desde el principio de 2024, luego de más de una década continua de déficit, que evitó la necesidad de recurrir al financiamiento del Tesoro por la vía de la emisión monetaria.

Sin embargo, Milei había advertido desde antes de asumir que el efecto de la no emisión no es inmediato y que el rezago monetario demandaría una espera de 18 a 24 meses.

 

Inflación 2024 vs. 2023: la recesión como aliada para desacelerar la inflación

Por eso, la lucha contra la inflación tuvo desde el principio un aliado no deseado en la recesión y fue el Presidente quien lo anticipó en su discurso inaugural: “habrá estanflación (inflación con estancamiento), es cierto, pero no es algo distinto a lo que ha pasado en los últimos doce años”, expresó, para completar augurando que “habrá luz al final del camino”.

Si la “luz” es la inflación cero, el final del camino no parece próximo, a juzgar por las propias estimaciones oficiales de un 18% para el 2025. 

El Indec dará a conocer el Índice de Precios al Consumidor de noviembre este miércoles 11 de diciembre y quedará para enero el dato oficial de la inflación de diciembre. Sin embargo, hasta el momento, la inflación anual acumula un 107% frente al 211,4% del 2023. 

El contraste con todos los pronósticos de hace un año es notoria y la expectativa para este año es un índice por lo menos 90 puntos porcentuales, inferior al de 2023.

 

Inflación: lejos del resto de la región
 

Pero los buenos resultados en materia de desaceleración de la inflación aún están muy lejos de los que hace años muestran los países vecinos, con algunos casos -como los de Perú y Ecuador- con índices anuales inferiores a los que la Argentina puede exponer en un mes.

Cuando aún resta que Brasil dé a conocer su Índice de Precios al Consumidor Amplio, los guarismos que ya se dieron a conocer dejan en evidencia el camino que debe recorrer la Argentina para ubicarse a la par.

Con la excepción de Venezuela, con una inflación interanual del 67% según estimaciones privadas, el único caso con una inflación cercana a los dos dígitos es el del Bolivia, con un 9,51%, seguido en orden decreciente por Colombia (5,20%), Uruguay (5,03%), Chile (4,2%), Paraguay (3,4%), Perú (2,06%) y Ecuador (1,51%).

Si se cumplen las expectativas oficiales, quizás en 2026 se alcance una inflación equiparable a la del resto de América del Sur. Mientras tanto, la Argentina deberá conformarse con iniciar 2025 con una tasa interanual de dos dígitos por primera vez en 24 meses.
 

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