La taquilla anual del cine argentino se mantuvo a pesar de un año con enorme crisis económica

Creció el porcentaje de la "torta" que corresponde a filmes nacionales

ldesposito

Primeros apuntes de la taquilla argentina en 2018: vendió poco más de 44 millones de entradas contra 47 del año pasado. Es decir, tuvo una caída real de alrededor del 6,2%. Considerando la crisis que se vive en todos los sectores, y que el espectáculo y las distracciones en general son las que más sufren la merma, es un número excelente. Porque además va de la mano con las diferencias entre el mercado nacional y el internacional, por ejemplo. Si se considera que el precio promedio de las entradas pasó de $ 108 a $ 125, además, se ve que quizás el cine fue el sector que menos sufrió la contracción. Incluso se puede decir que fue nula. Hay algunos factores -esta nota es preliminar- que permiten asegurarlo.

Primero: los tanques concentraron todo. Al punto de que solo una película argentina, El Ángel, logró superar el millón de entradas vendidas. Lo curioso es que el cine nacional tuvo un 2% (14%) más que en 2017, básicamente porque hubo muchas más películas argentinas y porque las que funcionaron bien superaron en su mayoría el medio millón de espectadores. Claro que a la palada de cal se le agrega la de arena: menos de diez filmes argentinos lograron vender más de 100.000 entradas.

Pero volvamos a los tanques: hubo dos por encima de los 3,5 millones (ambos filmes de Pixar: Coco y Los Increíbles 2), pero en nuestro país no funcionó como en los EE.UU. Pantera Negra, tampoco algunos otros espectáculos masivos. Es decir, en parte la baja de espectadores se debe a que las películas masivas, que son las que mueven definitivamente la aguja, no estaban a la altura del gusto del público local. Es cierto que hay casos a la inversa (Bohemian Rhapsody funcionó muchísimo mejor aquí que en su país de origen, proporcionalmente, y lo mismo sucede con Hotel Transylvania 3), pero no compensan: Avengers debería de haber hecho un millón más y Black Panther, superar el millón o millón y medio para que estuviéramos a la par. Curiosamente, si sumamos esa "diferencia" estamos muy cerca de las recaudaciones de 2017.

Es decir, no fue el precio de la entrada, que se vio menos afectada que las gaseosas y los pochoclos por la inflación, sino el tipo de películas que hubo en la cartelera la que mostró la baja. Eso y que, cada vez más, se nota el peso de un público que accede al audiovisual desde su casa y no tiene ganas de trasladarse a una sala salvo cuando el peso del espectáculo lo justifica. Otra vez, por eso es que la cosecha de tanques anual es la que marca qué ha de pasar con la taquilla. Y otra vez, aunque sigamos concentrados y con lanzamientos globalizados a mansalva, el público no come exactamente lo mismo de un lado y otro del Río Grande. Continuará.

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