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Compra de discografías y derechos: ¿negocio del momento?

Las obras de Bob Dylan, Bruce Springsteen, Justin Timberlake y muchos más alcanza precios récord en el mercado discográfico. Por qué es un negocio cada vez más frecuente y por qué se relaciona con todos los demás aspectos del entretenimiento.

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Hace algunos meses, Variety publicó un informe sobre las ventas (millonarias) de catálogos musicales. La lista incluye a una gran cantidad de los más centrales entre las estrellas de la música pop, desde Sting (cuyo catálogo y derechos se vendieron en enero por 300 millones de dólares) hasta los hasta ahora más "ganadores" Bruce Springsteen (500 millones de dólares) y Bob Dylan (un trato por sus partituras de 300 millones y otro, por sus grabaciones, en 200 millones). Hay mucho más (Justin Timberlake ganó 100 millones, Justin Bieber, nada menos que 200). Pero la pregunta es por qué se mueve tanto dinero. 

Primera respuesta: las compras permiten a los que detentan los derechos a imponer condiciones sobre todo a las plataformas musicales. Más derechos exclusivos, más dinero se recauda. Por supuesto que la mayor popularidad de un artista sube su precio. Pero también pasa algo más: cuanto más nuevo es el artista, más vale. Comparemos los 200 millones de dólares por todas las grabaciones de Bob Dylan (desde los años sesenta) con la misma cantidad por las de Justin Bieber (menos de 20 años en el mercado). Y Bieber seguramente -si la biología sigue su curso normal, aunque con los artistas pop nunca se sabe...- va a producir más de aquí en adelante, lo que al mismo tiempo otorga valor al catálogo anterior. No es cuestión de calidad o género, sino de inversión.

Hay una segunda respuesta: el manejo de exclusividades es absolutamente indispensable para otorgar valor a una plataforma. El que tiene los derechos de -digamos- Sting, puede imponer una serie de condiciones -monetarias- a quien quiera difundir tal catálogo integral mucho más fuertes que si tuviera sólo una parte de dicho acervo. De todos modos, hay artistas que sólo venden las canciones pero no las grabaciones, o una parte de cada cosa. Eso tiene otra explicación.

La tercera respuesta, pues: vender a productores de otros contenidos. El lector quizás haya visto Guardianes de la Galaxia (de paso, la mejor película del año) y se haya dado cuenta del peso que tiene su banda de sonido pop en la acción. Pues bien, en la generación de contenidos audiovisuales, las canciones pop son un valor gigantesco, porque permiten aprovechar la fama de un artista o una canción para incrementar el conocimiento de la película o serie. Se retroalimentan. Y esos derechos (de uso del original o de generación de un cover, por ejemplo) son muy valiosos. De allí que las publicaciones -partituras, letras, etcétera- se pagan más que las grabaciones. La interconección de todo el negocio del entretenimiento ha generado estos negocios, que sin duda van a seguir con nuevos récords.

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