Los mejores colores de las mejores películas para ver en casa
Ahora que quebró Technicolor, recordemos -plataformas varias mediante- algunas de las películas que mejor utilizaron el color (aquel color) en la historia del cine. De todos los géneros y de grandes autores, obras maestras que siguen brillando.
Tanto como los Oscar, la noticia de la semana para Hollywood es la caída de Technicolor, una de las firmas más icónicas del universo audiovisual. Fundada en 1915, le llevó colores a lo que entonces sólo eran luces y sombras y, en la década de los años 30 del siglo pasado, se convirtió en un gran motivo para llenar los cines. Ahora quebró y comenzó a cerrar todas sus operaciones, pero las grandes películas realizadas con el procedimiento que le dio renombre a la firma (que hacía muchas otras cosas, especialmente posproducción) están disponibles y demuestran que, alguna vez, hubo gloria en la pantalla grande.
Primero, qué fue el Technicolor. En principio, se utilizaban negativos coloreados que, al revelarse, daban el tono de un color a una escena. Se usó mucho en los primeros tiempos del cine (vea El Caballo de Hierro, de John Ford, cómo las escenas nocturnas son "azuladas"). Luego el procedimiento se amplió a dos colores que daban una cierta paleta de tonos (podían ser cian y magenta, o amarillo y cian). Hasta que apareció el Technicolor tricromático. Las cámaras enormes llevaban tres rollos, una con cada color primario, y se compaginaban en el laboratorio. Era un procedimiento muy estable (las drogas que daban el color quedaban muy fijas), caro y engorroso. Por eso el color no fue estándar hasta que hubo un procedimiento más sencillo (el Eastmancolor desde los 50) que hacía todo con un solo negativo. El problema es que el Technicolor se mantenía brillante y con una gran paleta de tonos por muchísimo tiempo, y el Eastmancolor viraba al rojo en poco tiempo. Esto se solucionó definitivamente en los años 80.
Pero el procedimiento Technicolor permitía que surgieran tonos nuevos, aterciopelados, múltiples. Ninguna película de hoy tiene la textura y el brillo de aquellas películas. Para prueba, vamos a recomendar los más grandes éxitos del procedimiento. El primero, el que empujó a los estudios a usarlo, fue el -todavía, actualizado por inflación- décimo filme más taquillero de la historia: Blancanieves y los Siete Enanitos (Disney+), el largo animado de Walt Disney y primero en hacerse completamente en colores y sonoro. Vean los tonos del vestido de la Reina, con su combinación de azules, violetas y negros. Vean la huída de Blancanieves al bosque, oscura pero llena de contrastes, y cuando, al culminar, los animales de llenan de luz y de tonos diferentes, o los vestidos de los Enanos. La paleta del filme es tan atractiva como su ritmo y su música, aún inigualados.
Por la misma época, Warner Bros. decidió hacer en colores Las aventuras de Robin Hood, con Errol Flynn, Olivia de Havilland y Basil Rathbone. Aquí la corte de Ricardo Corazón de León y los vestidos de paños de los amigos de Robin brillan en las escenas diurnas e incluso aparecen brillantes en las nocturnas. Incluso el duelo final en sombras de Robin y el sheriff de Nottingham (probablemente el mejor duelo a espada de la historia, a cargo de Flynn y Rathbone que eran además esgrimistas profesionales) es puro brillo. La película atrae el ojo justamente por sus juegos de colores, sus bosques, sus castillos ocres, sus trajes fantasiosos, sus escudos dorados. Puede verla en YouTube.
Pero quizás el estudio que mejor usó el Technicolor, Disney aparte (que fue uno de sus impulsores) fue la MGM en sus musicales. Más allá de Cantando bajo la lluvia (Max), con su enorme musical danzado por Gene Kelly y Cyd Charisse, quizás el más grande ejemplo de color en un musical sea Un americano en París (YouTube), donde Vincente Minelli cuenta la historia de un joven ex soldado en Francia que desea convertirse en artista plástico inspirado por la cuna del impresionismo. Al final, la historia se resuelve en un enorme musical con Kelly y Leslie Caron recorriendo escenografías basadas en Renoir, Matisse, Gauguin, Van Gogh y Lautrec (Minelli era fan; haría luego la biografía de Van Gogh, Sed de Vivir, puro color). Allí los colores estallan de acuerdo con la imaginación del director y de la música de George Gershwin, que desde el título pautan la película. De paso, gran película para ver con chicos y recordar que, alguna vez, Hollywood daba felicidad.
Por último, Alfred Hitchcock comprendió como nadie el uso dramático del color. Lo usaba narrativamente, como "clave" para ciertos elementos de una película. Por supuesto, el mejor uso del color en toda su carrera está en la obra maestra Vértigo (Max) con James Stewart y Kim Novak. Hay colores que implican datos (el verde es el recuerdo y lo fantasmal; el rojo es la pasión insana del protagonista por la elusiva Madeleine; el gris es el color de los datos; el amarillo, el del Mal manipulando lo que no es más que una puesta en escena, una estafa amorosa) y se tejen en la pantalla como los temas musicales de la banda creada por Bernard Herrmann. El momento en el que la "nueva Madeleine" (no spoileamos, pero véala porque tiene más vueltas de tuerca que un toldo desplegable) sale del labavo bañada en luz verde, con su traje sastre gris, además de dejar llorando a generaciones, es una muestra de cómo manipular los colores para crear una emoción precisa. Esta película terrible y compleja, llena de detalles, es una muestra de hasta dónde Technicolor era más que un procedimiento técnico: era una paleta que, en manos de grandes artistas, permitía obras maestras.