Mar del Plata: arrancó la competencia con la calidad de siempre
El pasado sábado comenzó la edición virtual -pandemia obliga- del 35° Festival de Mar del Plata. Se sabe que hay menos películas pero, también, que hay más público: casi todas las funciones agotan sus tickets digitales gratuitos. En ese contexto, es buen momento para hablar de lo que se ha visto de la competencia oficial internacional. Por lo menos tenemos dos películas interesantes e importantes. Una es El año del descubrimiento, un largo (200 minutos) documental que muestra, a traves de conversaciones cotidianas entre personas comunes, en un bar, con pantalla dividida. Podría ser un riesgo el aburrimiento, pero no: la idea de contar qué sucedía en esa España en crisis en 1992, a quinientos años de la llegada a América y con Juegos Olímpicos y CE a la vuelta de la esquina, desde el recuerdo fragmentado de testigos. El filme es no solo original sino siempre interesante, siempre está vivo y lo que narra vibra hoy.
Otra película interesante por motivos casi opuestos es Sophie Jones, opera prima de la estadounidense Jessica Barr, que muestra el doble conflicto de la protagonista, una adolescente, de llegar a su edad (y sobrepasarla, con los cambios que implica) y enfrentar la realidad de la muerte ajena. Con absoluta sensibilidad el filme construye a sus personajes y su historia sin caer en lugares comunes, con una elegancia que se refleja, en muchos momentos, en la belleza de las imágenes.
El Festival también presentó dos bellas películas argentinas. Las mil y una, de Clarisa Navas, que muestra con sensibilidad una historia coral de descubrimiento de la sexualidad en un contexto cercano a lo marginal, pero sin caer en golpes bajos ni eludir el humor o la calidez; e Isabella, otro juego shakespereano de Marías Piñeiro (Rosalinda) con una muy libre y festiva estructura narrativa.