Más allá del frío y las tormentas, Mar del Plata llena sus pantallas con muy buenas películas
Tras el arranque, la muestra parece a la altura de sus mejores ediciones
Enviado especial a Mar del Plata
Fin de semana desapacible, tormenta, rutas inundadas, aviones con retraso y la mega archi súper primera final entre Boca y River por la Libertadores parecieron conspirar contra el arranque de la edición 33° del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Pero da la impresión de que la muestra tiene vida propia: las salas se llenaron a pesar de todo. Eppur si muove.
La ceremonia de apertura, que precedió a la proyección del filme de Ana Katz Sueño Florianópolis (premiada en Karlovy-Vary y saludada en toda plaza del circuito de festivales donde se presentó) tuvo sus bemoles. Hubo abucheos e intentos de no dejar hablar al Secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto. Fue un momento incómodo, por cierto. Pero Avelluto habló igual e incluso tuvo aplausos a pesar de todo. No pasó lo mismo ni con el Presidente del INCAA Ralph Haiek, ni con el siempre saludado José Martínez Suárez, ni con la fl amante directora de la muestra, Cecilia Barrionuevo (Cecilia, seamos justos, es programadora desde hace años y uno de los baluartes en la continuidad estética del Festival junto con Marcelo Alderete y Pablo Conde: su nombramiento fue acertado sentido común). Siguieron homenajes, siguió la película y todo corrió como siempre.
Es cierto, anda por MDQ Jean-Pierre Léaud, un actor que vive en la pantalla grande desde su debut en Los 400 golpes, en 1959. Es un icono importante y otorga sustancia al evento. Como lo otorga, también, el Primer Foro de Cine y Perspectiva de Género, que tuvo lleno completo. Es el tema del momento y el hecho de que la muestra sea dirigida, por primera vez, por una mujer, lo vuelve aún más significativo. Es importante mencionar todo esto porque un Festival de cine tiene a las películas como columna vertebral, pero sus otros órganos son importantes. Se nota que vive.
La Competencia Oficial es buena y además incluye un verdadero criterio curatorial
Y hay películas. Desde hace años, la Competencia Oficial tiene un peso notable y se nota que esta vez hubo no solo una selección de lo mejor que puede encontrarse en el circuito, sino también el reflejo de una idea. La que surge a partir de lo visto, más allá de una mirada sobre lo femenino notable, es la de integración de diferencias. Aparece en Chuva é Cantoria na Aldeia dos Mortos, el filme brasileño ganador de Un certain régard del último Cannes, que observa a un joven indígena en el Norte de Brasil. Es al mismo tiempo una ficción y un documental, con herramientas de ambos registros, y tiene la diferencia cultural como núcleo pero no la señala con el dedo. Radicalmente diferente es In Fabric, un relato de terror burlesco que podría definirse como una película de David Lynch pensada por los Monty Python, dirigida por Peter Strickland (el de Berberian Sound Studio). Todo gira alrededor de un vestido endemoniado, pero sobre todo en su primera parte gira alrededor de las desventajas de ser mujer en el universo contemporáneo. La locura de la película -que incluye bizarras escenas sexuales con maniquíes, lavarropas destructivos, cenas incómodas y tiendas que hacen rebajas imposibles- a veces tiene algo de forzado. Lo que no sucede con la primera real gran obra de la Competencia, Una portuguesa, de Rita Azevedo Gómes basada en un relato de Robert Musil. Ambientada en el siglo XVI, inspirada en la pintura medieval, con tiempos lentos pero cargados de belleza, narra la espera de una mujer joven por un marido que ha partido a una guerra inútil. Lo notable de este paseo consiste en la narración puede ser lenta porque el ojo tiene muchísimo para ver en cada plano, y lo que es un relato de tensiones entre la naturaleza femenina y la masculina es, también, otra cosa: una reflexión notable sobre el uso y el sentido tanto del tiempo como de la duración. En realidad pasan muchas cosas en esta película, aunque no parezca: logra esa clase de hipnosis que está reservada al gran cine, al que crea su propio tiempo.