El ascenso de los teléfonos tontos: dónde estamos cuando estamos con el celular
Algo más que una moda: la búsqueda de alternativas para una vida conectada más saludable. La decisión del presidente de Chile, Gabriel Boric, de usar un modelo sin internet y cómo afecta el smartphone nuestros días.
Esta semana, durante el discurso inaugural de la decimocuarta edición del Congreso Futuro, una plataforma de divulgación de ciencias y arte, en Chile, el presidente de ese país Gabriel Boric sorprendió a todos al anunciar que empezará una decisión tecnológica y se compró un teléfono tonto, uno de los antiguos sin internet, para estar más presente cuando nazca su hijo. Señaló con picardía que once de las dieciseis personas sentadas en la primera fila estaban constantemente mirando el smartphone (algún medio transandino les preguntó después qué veían) y que a él también le sucede cuando, durante una discusión importante, se pierdo unos segundos por estar a la vez conversando con otro ministro para solucionar otro problema. Los invitó a levantar la mirada de la pantalla. "No se trata de volver al pasado y negar a la tecnología sino de ver cómo nos relacionamos de manera sana con nuestro entorno para mejorar nuestra calidad de vida", indicó y soltó una frase potente: "¿Dónde estamos cuando estamos?"
Estos dichos, que fueron muy comentados tanto en el mundo virtual como en el real, vuelven a poner la lupa sobre la hiperconexión y la avanzada de los teléfonos tontos. Podrían verse también en un contexto más amplio en el que el presidente de Brasil, Lula Da Silva, impulsó la prohibición de teléfonos en las escuelas y, con una perspectiva aún más general aún, la actualidad del poderío de los grandes empresarios tecnológicos. Crece la preocupación de los padres por el uso del teléfono y las redes sociales, influencia analizada en un libro que está teniendo gran difusión: La generación ansiosa.
De todas maneras, no es cuestión de demonizar al smartphone, herramienta con grandes beneficios. El tema es encontrar formas saludables de utilizarlo. Para eso, muchos empezaron a optar por los llamados teléfonos tontos o "dumb phones". Son los clásicos aparatos del pasado que alguna vez tuvimos en nuestras manos. En Argentina se consiguen por precios que van desde $30000 (algún usado sin batería) a $80000 los nuevos básicos sin internet ni redes. En la web circula además un instructivo para volver "tonto" el celular moderno.
Distintos profesionales y especialistas consultados por BAE Negocios reflexionaron, a partir de los dichos de Boric, sobre la forma en que el celular impacta en nuestras vidas. "Me parece un acierto total su decisión, creo que en poco tiempo es probable que las empresas comiencen a vender celulares con funciones mínimas. Como reza un slogan "hoy el lujo es estar desconectado". Por eso creo que la idea de vacaciones en la vida cotidiana se vincula con eso: cuando uno está en un sitio relajado rodeado de naturaleza sin mayores responsabilidades y ocupaciones, el celular se ubica automáticamente en un segundo plano. El presidente de Chile deja en evidencia la dispersión que genera el uso del celular en muchas situaciones, lo que finalmente produce una desconexión", señala Manuela Gutiérrez. Socióloga UBA. Doctora en Ciencias en Salud Colectiva ( UAMx).
Aunque apunta que es evidente que el smartphone nos provoca la mayoría de las personas, una gran dependencia, sostiene que es "indispensable - o eso pensamos- para vivir porque nos mantiene comunicados, entretenidos, informados, entre miles de otras funciones". Pero habla también del lado B, que puede ser perjudicial para la salud: "Por ejemplo, el concepto de "fear of missing out" (FoMO), estudiado por Przybylski (2013), se relaciona con la ansiedad generada por no estar conectado o al tanto de eventos sociales, lo cual impacta negativamente en la salud mental. Porque nos desconecta, nos "atonta", nos aísla. Preferimos scrollear con el celular que salir al parque. O quedarnos "bobos" en un jueguito que conversar. Podría decirse que el celular tiene una manera imperceptible o sutil de subyugarnos a la pantalla".
Por su parte, la Licenciada Diana Litvinoff, psicoanalista, miembro de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) y autora del libro El sujeto escondido en la realidad virtual, explica respecto al celular que "la posibilidad de comunicación sigue siendo lo que se destaca. Pero también puede ser un instrumento de desconexión: nos aísla si estamos en una reunión que no nos interesa, nos desconecta si algo nos angustia o nos distrae si estamos aburridos. Fundamentalmente el celular es un medio, es un instrumento, no es el generador de una adicción. Una persona tendiente a desarrollar una adicción va a encontrar en el celular una manera de canalizarla por ese medio y si no existiera el celular utilizaría otra cosa. El celular puede favorecer tanto la adicción como la comunicación". Remarca que cuando hablamos de hiperconexión, nos referimos a un exceso: ya no es la persona la que usa el celular, sino que el celular parece manejar a la persona.
En cuanto a los comentarios del presidente de Chile opina que tienen un aspecto que resulta interesante. "Podemos decir que no podemos estar siempre conectados. Necesitamos estar al tanto de lo que nos rodea y qué sucede en el mundo, saber qué necesitan nuestros seres queridos, pero también precisamos desconectarnos. Es requisito para nuestra salud psíquica. Ya lo decía Freud es tan importante recibir estímulos como poder defenderlos de ellos. Por eso dormimos, por eso soñamos. Dejar de lado un smartphone y usar simplemente un aparato que comunique que sea un teléfono puede ser en un momento una manera de defenderse", indica.
Aunque la especialista también matiza la reflexión con otro punto: "También podríamos decir que lo que le sucede a él no tiene que ver con el celular. Tiene que ver con la organización de su vida. Tiene que ver con la persona que de pronto, tal vez por la función que ejerce, se dejó absorber mucho fuera de su familia y necesita nuevamente hacer una reconexión afectiva en su vida. En ese sentido, una de las recomendaciones que se puede hacer cuando una persona se siente muy apegada al celular, es que haga una consulta, por ejemplo con un psicoanalista, para poder comprender más de sí mismo, de su vida y por qué necesita tanto aislarse de los afectos o de las personas que lo rodean".
Aunque hay tendencias y cada año surgen nuevos desarrollos tecnológicos, en esta ida hacia adelante y esta mirada hacia atrás, está nadando (o dando manotazos en el agua) el ser humano actual y sus relaciones. "Es una marca registrada de esta época, una herramienta emblemática de la modernidad tardía, sirve para que los niños se mantengan entretenidos mientras la mamá puede disponer ese tiempo para otra cosa, o para desconectar de la realidad viendo el último chimento de moda. Estos dispositivos han reconfigurado cómo experimentamos la soledad y la conexión", comenta Gutiérrez.
Aunque destaca que son innegables las virtudes y beneficios que la tecnología del smartphone nos brinda, propone algunas recetas para evitar el exceso: "Sería buena idea llevar las vacaciones a la vida cotidiana, aunque suene difícil o exagerado, incorporar algo de la calma de los días reposo. Desafiarse a uno mismo respecto a los tiempos de conexión, apagarlo de noche. Copiar a las generaciones que no lo tenían tan incorporado a lo cotidiano y "olvidarlo", no estar con el celular todo el día encima de uno. Despegarlo del cuerpo, ponerlo en silencio. No generar chats innecesarios. Disponer de un momento puntual para el entretenimiento".
Son algunas ideas para sacar lo mejor de un instrumento virtuoso sin que domine por completo nuestros días.