Jardines con historia para recorrer en primavera
Paseos floridos por algunos de los rincones verdes de Buenos Aires. Orígenes que vale la pena descubrir, agenda de actividades y especies esplendorosas en esta temporada.
Son un remanso de naturaleza en medio de la ciudad y en estos meses revelan sus secretos en forma de colores y aromas florales. La primavera es una invitación a descubrir los jardines de Buenos Aires y conocer la historia que les dio origen. En muchos de estos vergeles urbanos se pueden realizar actividades como visitas guiadas o talleres. Si no, simplemente es cuestión de entregarse a la contemplación y perderse por los senderos que se bifurcan siguiendo el fervor de temporada.
Arboledas de ombúes, cedros y araucarias, alineaciones de palmeras, tilos y jacarandás, emblemáticos rosedales y azaleas son algunas de las especies vistosas con las que los paseantes del verde se pueden topar esta temporada en la ciudad.
Los jardines botánicos acompañan la historia del hombre desde que a través de sus viajes por el mundo y el conocimiento del valor de las plantas, comenzaron con su aclimatación y domesticación. La web del Jardín Botánico de Buenos Aires incluye un interesante repaso de la historia de estos jardines. Según se describe, los antecedentes más antiguos que se conocen de la Botánica se remontan a la Grecia antigua con Teofrasto, creador de un Jardín Botánico en las cercanías de Atenas. Cambiaron en los albores de la modernidad, cuando comenzó la introducción en Europa de especies exóticas de América y África que requerían un cuidadoso proceso de aclimatación
Los primeros jardines botánicos modernos fueron desarrollados en el Renacimiento, a partir de las colecciones que albergaron los monasterios del Medioevo. Eran conocidos como Hortus conclusus. Durante las invasiones y guerras los monasterios fueron refugios ocasionales que lentamente se convirtieron en centros de vida autosuficiente. Tras los muros de castillos, fortalezas y monasterios comenzó a desarrollarse una actividad que mantendría viva la esencia del jardín: el huerto, que estaba ligados no sólo a la alimentación de la población sino también a la medicina medieval.
El primer jardín diseñado como tal es el de Pisa, creado entre los años 1543/44 por Luca Ghini a pedido de Cosimo de Medici, seguidos por los de Padua, Florencia y Bolonia. Estos espacios de plantación eran generalmente pequeños y de planta cuadrangular, con subdivisiones internas para una perfecta ordenación interior. Las familias botánicas eran reunidas en un orden taxonómico que mostraba la clasificación general de las plantas, reflejo de la Ilustración y el Enciclopedismo.
En nuestro país, ya desde la época colonial, hubo precursores de jardines de aclimatación en nuestras tierras.
El Jardín Botánico es uno de los espacios verdes más emblemáticos y especiales de la ciudad y este mes cumplió 125 años. El hombre detrás de su diseño no es otro que el arquitecto y paisajista Carlos Thays. Para homenajearlo, fue bautizado con su nombre. Las huellas de Thays pueden encontrarse en proyectos como el Parque Ameghino en Barrancas de Belgrano, el Parque Los Andes, el Parque Chacabuco, el Centenario y hasta el Parque Nacional Iguazú.
El Botánico Alberga más de 900 especies y 2.000 ejemplares de árboles y plantas del país y del mundo. Existen recorridos guiados gratuitos para conocer sus tesoros naturales y escultóricos los sábados, domingos y feriados a las 10 y 15. A partir de la primavera y hasta el otoño amplió su horario de visita, con ingreso hasta las 18,30. Quienes prefieran ir por su cuenta, pueden acceder a circuitos autoguiados mediante código QR. Se pueden realizar además visitas al jardín de mariposas, un mariposario a cielo abierto, el primero de la Argentina en ser creado en un espacio público, donde se pude apreciar el ciclo vital completo de estos insectos. La primavera es la época ideal verlas en plena actividad. También, a partir de octubre, se ofrecen expediciones Botánicas para niños y sus familias. Hace dos semanas, en coincidencia con su aniversario, inauguró un Centro de Interpretación Botánica, un área de educación para el visitante, que sirve como portal de entrada al predio y permitirá disfrutarlo con otra mirada.
El Jardín Japonés es otra de los oasis verdes más queridos de la ciudad. Fue inaugurado el 17 de mayo de 1967, proyectado y construido por la colectividad japonesa, para luego ser donado por intermedio de la Embajada del Japón, a la Municipalidad de Buenos Aires, en agradecimiento al pueblo argentino por ser el país que le abrió sus brazos en tiempos de inmigración. Es un lugar mágico, considerado como un "pequeño Japón en Argentina" y un "pulmón de armonía y tranquilidad en medio de la gran ciudad". Según puntualizan desde el lugar, en esta época hay más de 7000 azaleas florecidas. También hay glicinas y unas 1000 sunpatiens, que es una variedad única en Argentina: son de la familia de la "Alegría del hogar" y son flores oriundas de Indonesia y desarrolladas en Japón. "Brilla ahora el Jardín Japonés", destacan. Fuera de la ciudad, Escobar, una localidad que es precisamente capital nacional de la flor y que contó con fuerte inmigración del país asiático, también cuenta con un hermoso Jardín Japonés, más pequeño.
El Jardín andaluz del Museo Larreta es un espacio único que también transporta con sus elementos, formas, aromas y colores a tierras distantes. Su diseño responde al de los jardines hispánico-islámicos, cuyo mayor exponente es el Generalife de La Alhambra en Granada. Los árabes construían sus jardines como la antítesis del desierto: con agua, plantas, tierra fértil y buen clima. Éste tiene setecientos metros lineales de boj, arbusto con el que se construyen paredes verdes -setos-; que dibujan un camino laberíntico. Adquiere su carácter andaluz con los naranjos amargos, los cipreses, la granada, el membrillo, el níspero y el olivo, entre muchas otras especies. A su vez, sus dos fuentes, la de las Ranas y la del Patio del Naranjo, generan un clima propicio para la meditación. Hay visitas guiadas el cuarto jueves de cada mes con el jardinero del museo, a las 12, o el primer sábado de cada mes a las 15 con el equipo de educación. La actividad está incluida en la entrada del museo y se suspende por lluvia.
Otro valioso jardín de museo es el del Museo casa Ricardo Rojas. Fue el hogar del escritor y su mujer Julieta Quinteros. En el centro del jardín, custodiada por rosales, una fuente cuadrilobular, principal elemento de tradición española que representa la armonía entre lo espiritual y lo terrenal. Alrededor, una galeria interna con arcadas en las que conviven techos góticos, capiteles corintios y columas con elementos de la simbología incaica: el sol inti; la mazorca, base de la alimentación del imperio incaico; la cantuta, flor nacional de Perú y Bolivia; y el rostro de un indígena americano. Son símbolos que se identifican con la concepción de Rojas de una Argentina inserta en el resto de las naciones americanas nacidas del mestizaje cultural. La casa tiene, además, un jardín de invierno inspirado en un estilo andaluz que propone un juego lumínico con enormes ventanales de colores y un Jardín de Naranjos en su parte posterior. Los jardines cuentan con mesas y sillas para uso de los visitantes y pueden ser utilizadas como espacios de descanso, conversación, lectura. En los patios está permitido beber y comer.
La primavera está presente también en las grandes áreas verdes. "La ciudad cuenta con 1.224 espacios verdes distribuidos a lo largo de las 15 comunas, entre los que se incluyen parques, plazas, pasajes, corredores, plazoletas, boulevares y otras áreas", señala Julia Domeniconi, secretaria de Atención Ciudadana y Gestión Comunal del Gobierno porteño. El Rosedal es uno de los puntos más clásicos y llamativos. Alberga 93 especies diferentes de rosas que crecen dentro de un jardín diseñado por el paisajista y agrónomo Benito Carrasco, discípulo de Thays. Entre los rosales se levantan bustos de poetas famosos, a quienes se rinde homenaje en el Jardín de los Poetas. Allí conviven Dante Alighieri con Jorge Luis Borges, Antonio Machado y Federico García Lorca con Alfonsina Storni, entre otros.
Una caminata florida para renacer.