Arabia Saudita apuesta al sol y pone en jaque el precio del petróleo

El país islámico está invirtiendo fuertemente en energía solar para producir electricidad, reducir su consumo interno de crudo y aumentar sus exportaciones

BAE Negocios

Arabia Saudita avanza en una transformación energética que podría alterar de manera significativa el mercado mundial del petróleo.

Con una política centrada en la diversificación de su matriz energética, el reino está acelerando el desarrollo de energías renovables, especialmente la solar, con el objetivo de sustituir el uso de petróleo en su sistema eléctrico y liberar así millones de barriles para la exportación.

Este cambio responde a una estrategia de largo plazo que busca consolidar su posición como el principal exportador de crudo del mundo, optimizando el uso de sus recursos y asegurando su competitividad en un mercado donde la demanda futura es incierta.

En contraste, Estados Unidos enfrenta un panorama caracterizado por cambios políticos, incertidumbre regulatoria y un enfoque fluctuante respecto a la transición energética.

Al mismo tiempo, la Unión Europea avanza en su propia estrategia de reducción de la dependencia del petróleo, con una creciente inversión en energías renovables y políticas de descarbonización.

 

Transformación total

Arabia Saudita es el mayor consumidor mundial de petróleo para la generación de electricidad, con un uso interno estimado en 450.000 barriles diarios, lo que representa el 40% del crecimiento anual de la demanda mundial de crudo proyectado por la OPEP.

Sin embargo, con el despliegue de su plan Visión 2030, el país busca reducir esa dependencia mediante una inversión masiva en energía solar, con el objetivo de que el 50% de su electricidad provenga de fuentes renovables hacia el final de la década.

Según estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), este proceso permitirá que Arabia Saudita e Irak sumen hasta 1,1 millones de barriles diarios adicionales al mercado internacional para 2030, una cantidad equivalente al consumo total de crudo de España.

Este movimiento no solo aumentará la oferta mundial de petróleo, sino que también ejercerá una presión significativa sobre los precios, en un contexto donde el crecimiento de la demanda global sigue siendo moderado.

A diferencia de otras estrategias que buscaron aumentar la producción para ganar cuota de mercado, Arabia Saudita está liberando crudo sin necesidad de incrementar su capacidad extractiva, simplemente mediante la optimización de su consumo interno. Esta estrategia refuerza su influencia en la OPEP y le permite consolidar su posición en el mercado sin incurrir en una competencia directa con otros productores.

 

Cambios en EE.UU.

Mientras Arabia Saudita implementa un plan estructurado para maximizar el valor de sus recursos, Estados Unidos enfrenta un escenario de incertidumbre. En 2024, la producción estadounidense de petróleo alcanzó niveles récord, y las proyecciones indican que 2025 podría superar esas cifras. Sin embargo, el futuro de la política energética del país sigue siendo incierto, especialmente con la nueva administración en la Casa Blanca.

Donald Trump prometió una estrategia basada en la expansión de la producción y la eliminación de regulaciones ambientales para hacer de su país el primer exportador mundial de petróleo, pero los efectos reales de estas políticas recién empiezan a ser debatidos por analistas.

El aumento de la producción no garantiza una mayor rentabilidad en un mercado donde los precios podrían verse afectados por la sobreoferta. Un ejemplo reciente de los desafíos que enfrenta EE.UU. es la falta de interés en la explotación del Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico (ANWR), donde la última subasta de concesiones petroleras quedó desierta. Los costos elevados, la falta de infraestructura y la incertidumbre regulatoria disuadieron a las empresas de invertir en proyectos de largo plazo.

 

Transición en la UE

Mientras que Arabia Saudita busca maximizar sus exportaciones de crudo y Estados Unidos enfrenta incertidumbre sobre su política energética, la Unión Europea avanza en la reducción de su dependencia de los combustibles fósiles. En 2024, por primera vez en su historia, el bloque generó más del 50% de su electricidad a partir de fuentes renovables, con la eólica y la solar representando el 30%, superando a los combustibles fósiles.

Las emisiones netas de gases de efecto invernadero en la UE son ahora un 37% menores que en 1990, mientras que el Producto Interno Bruto (PIB) del bloque creció un 68% en el mismo período, lo que refuerza el argumento de que el crecimiento económico y la descarbonización no son excluyentes.

En este contexto, la UE sigue consolidando su independencia energética mediante inversiones en hidrógeno verde, almacenamiento de energía y una política de electrificación del transporte. Además, los líderes europeos buscan fortalecer sus alianzas con otros países para contrarrestar el impacto de los cambios políticos en Estados Unidos.

Los Verdes europeos instaron a la UE a asumir un liderazgo más activo en la acción climática global, particularmente luego de que Trump revierta compromisos internacionales como el Acuerdo de París. En este escenario, la UE podría convertirse en el principal contrapeso a las políticas de expansión petrolera de EE.UU. y Arabia Saudita.

 

Posible sobreoferta

La posibilidad de que Arabia Saudita aumente sus exportaciones de crudo sin incrementar su producción plantea un desafío significativo para el mercado global. La experiencia de 2014, cuando una guerra de precios llevó a una fuerte caída en la cotización del barril, demuestra el impacto que puede tener un exceso de oferta en la estabilidad del sector.

Si los planes sauditas se concretan, el mercado podría enfrentar una presión bajista en los precios del petróleo en los próximos años. Esto dejaría a Estados Unidos en una posición vulnerable, con una industria petrolera que depende en gran medida de los costos de producción. El equilibrio de su mercado también podría verse alterado.

Con todo esto, el mercado mundial de la energía deberá adaptarse a un escenario donde la sobreoferta de petróleo saudita, las fluctuaciones en la política energética estadounidense y la aceleración de la descarbonización en Europa podrían redefinir el equilibrio global en los próximos años.

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