La crisis de la natalidad amenaza el crecimiento económico global

Los gobiernos fracasan en sus intentos por incentivar la natalidad y enfrentan serias consecuencias para la sostenibilidad de la actividad y las jubilaciones

BFernandez

A medida que la tasa de natalidad cae en varias economías desarrolladas, los gobiernos buscan desesperadamente estrategias para evitar una crisis económica y social. Incentivos como subsidios, licencias parentales extendidas y tratamientos de fertilidad gratuitos fueron implementados en países como Finlandia, China, Japón y Dinamarca, pero sin éxito.

El problema, que hasta hace algunos años se consideraba una preocupación exclusiva de naciones como Japón o Italia, ahora se convirtió en un desafío global. Según el Financial Times, dos tercios de la población mundial vive en países donde la tasa de fecundidad es inferior al nivel de reemplazo de 2,1 hijos por mujer. Este fenómeno, combinado con el envejecimiento poblacional y la reducción de la fuerza laboral, pone en jaque la sostenibilidad de los sistemas económicos actuales.

Un informe reciente de la consultora McKinsey señala que países como Reino Unido, Alemania, Japón y Estados Unidos deberán duplicar su crecimiento de productividad en las próximas décadas para mantener los niveles de vida alcanzados en los años noventa.

 

 

Impacto económico inminente

En tanto, el envejecimiento de la población está generando serias consecuencias económicas. Olli Rehn, gobernador del Banco Central de Finlandia, alertó que la disminución de la natalidad está ejerciendo una presión significativa sobre las finanzas públicas y debilitando el dinamismo económico. "Una sociedad que envejece tiende a ser menos emprendedora y menos innovadora", advirtió el funcionario.

Según un análisis de la calificadora S&P, si los gobiernos no adoptan medidas inmediatas, los déficits fiscales mundiales podrían dispararse del 2,4% del PIB actual al 9,1% en 2060. Esto significaría que la deuda pública neta global casi se triplicaría en las próximas décadas.

McKinsey detalló que, para igualar el crecimiento del PIB per cápita registrado entre 1997 y 2023, Francia e Italia tendrían que triplicar su productividad en los próximos 30 años, mientras que España necesitaría cuadruplicarla antes de 2050.

Chris Bradley, director del McKinsey Global Institute y coautor del informe, advirtió que el descenso en la natalidad pone en riesgo el flujo de riqueza entre generaciones. "Los jóvenes heredarán un menor crecimiento económico y asumirán el costo de más jubilados, mientras que el tradicional flujo de riqueza entre generaciones se erosiona", afirmó.

 

Dificultades

Hasta ahora, los incentivos gubernamentales no lograron cambiar significativamente la tendencia demográfica. En Finlandia, por ejemplo, un programa que otorgaba beneficios monetarios a las familias en un municipio con baja natalidad fracasó. A pesar de las bonificaciones, las tasas de natalidad no aumentaron lo suficiente como para hacer sostenible el crecimiento poblacional.

China, que alguna vez restringió los nacimientos con su política del hijo único, ahora enfrenta un problema inverso: una población envejecida y una tasa de fecundidad en caída libre. El país asiático flexibilizó sus restricciones e incentivó a las familias a tener más hijos, pero el impacto fue mínimo.

En Alemania y el Reino Unido, la caída de la natalidad también encendió las alarmas. La tasa global de fecundidad en Inglaterra y Gales cayó a 1,49 hijos por mujer en 2022, frente a 1,55 en 2021, según la Oficina Nacional de Estadísticas británica. En Alemania, la natalidad descendió drásticamente en los últimos dos años, lo que generó preocupación entre los economistas.

 

Los incentivos gubernamentales no lograron impactar en la baja natalidad
Los incentivos gubernamentales no lograron impactar en la baja natalidad

¿Puede ayudar la tecnología?

Algunos economistas sugieren que la inteligencia artificial y la robótica podrían compensar la reducción de la fuerza laboral mediante un aumento en la productividad. Sin embargo, el informe de McKinsey advierte que, hasta ahora, no hay evidencia suficiente de que estas herramientas estén generando un impacto significativo.

La productividad en Europa se mantuvo estancada desde la pandemia, ampliando la brecha con Estados Unidos, que ya se había abierto tras la crisis financiera de 2008. McKinsey calculó que, en Europa Occidental, la disminución de la proporción de personas en edad de trabajar podría reducir el PBI per cápita en un promedio de 10.000 dólares en los próximos 25 años.

Japón es uno de los países que trató de mitigar este impacto con una mayor participación de los adultos mayores en el mercado laboral. Actualmente, el 26% de las personas mayores de 65 años en Japón siguen trabajando, una cifra significativamente superior al 19% en Estados Unidos y al 4% en Francia. No obstante, incluso con una vida laboral más prolongada, el crecimiento del PBI per cápita en Japón fue solo un tercio del de Estados Unidos en los últimos 25 años.

 

Población activa

Para mantener el nivel de vida actual, un trabajador alemán tendría que trabajar 5,2 horas más por semana o la proporción de población activa debería aumentar en casi 10 puntos porcentuales desde su nivel actual. En España e Italia, se requeriría un incremento de dos dígitos en la proporción de población activa para alcanzar objetivos similares.

El informe de McKinsey también hace eco de advertencias previas de la OCDE, que el año pasado alertó que la caída de la natalidad pone en peligro la prosperidad de las generaciones futuras. La organización instó a los gobiernos a prepararse para un futuro marcado por tasas de fecundidad bajas y a implementar políticas que mitiguen los efectos de esta crisis demográfica.

 

Sin soluciones rápidas

El informe de McKinsey concluye que el "arrastre demográfico" es un fenómeno severo e inevitable, lo que hace que el crecimiento de la productividad sea aún más crucial para las economías afectadas.

Sin embargo, las soluciones propuestas, como extender la vida laboral o aumentar la participación de los jóvenes en el mercado, enfrentan barreras sociales, económicas y políticas que dificultan su implementación.

A pesar de la urgencia del problema, muchos gobiernos optaron por centrarse en crisis más inmediatas, como la inflación y la desaceleración económica. Sin embargo, si no se toman medidas ahora, el impacto de la crisis demográfica será aún más profundo en las próximas décadas.

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