Lo que Trump nos dejó
En un contexto de crisis económica y social, Macri intentó capitalizar políticamente la Cumbre del G20 para levantar su alicaída imagen. Dentro de ese esperado evento, la Cancillería argentina puso especial atención y cuidado a la visita más riesgosa: la de Donald Trump.
El propio presidente le confesó a Joaquín Morales Solá en TN, apenas 48 horas después del fin del cónclave, que "Trump no quería venir al G20" y que finalmente lo hizo porque era su "amigo". Desde que llegó a la Casa Rosada, la política exterior de Cambiemos tuvo como principal objetivo congraciarse con Washington. No es casual que Macri haya sido el primer presidente argentino en recibir a dos pares estadounidenses en un mismo mandato. Superó así la "proeza" de Menem, quien había desplegado la alfombra roja ante Bush y Clinton, pero con siete años de diferencia. Como mostramos en Bienvenido Mr. President, las visitas presidenciales bilaterales fueron siempre un "premio" a alineamientos previos. En este caso, si bien no fue una bilateral, como la de Obama en 2016, sino en el marco de una reunión multilateral, el hecho de que Trump haya finalmente venido, luego de muchos amagues y faltazos (como a la Cumbre de las Américas de Lima, en abril de este año), fue leído por la Casa Rosada como un gran triunfo diplomático. El segundo, que el imprevisible magnate neoyorquino no haya "pateado el tablero", provocado algún escándalo o escalado el enfrentamiento con China.
La política exterior de Cambiemos buscó, desde el principio, congraciarse con Washington
Claro que esa es la lectura benévola, refrendada por la mayor parte de los medios de comunicación. En esta bucólica visión, se soslayan los desplantes de Trump (acortó la visita, que no fue de Estado, llegó media hora tarde a la reunión con Macri, tiró el auricular a través del cual le traducían las palabras del anfitrión, no dio una conferencia de prensa en la Casa Rosada, faltó al primer "retiro de líderes" y lo dejó plantado a Macri sobre el escenario de Costa Salguero) y el incidente que ocurrió cuando la vocera de Trump señaló que habían hablado con Macri de la actividad económica "depredatoria" de China, lo cual debió ser desmentido por el propio canciller Faurie, para no arriesgar el éxito de la visita de estado de Xi Jinping.
La sobreactuación del alineamiento con Estados Unidos, que remite a las "relaciones carnales" de los años noventa, se presenta como un supuesto gran logro, como prueba de la "vuelta al mundo" de la Argentina. En realidad, las felicitaciones que recibió Macri eran esperables. Si el gobierno del país anfitrión abandona cualquier iniciativa vinculada con los intereses de los países menos desarrollados, si elude cualquier propuesta planteada en conjunto con el resto de América latina, si quita de la agenda los temas más urgentes y ríspidos (creciente desigualdad económica, restructuración de las deudas soberanas, cambio climático, crisis migratorias) es esperable que los representantes de los países centrales y de los organismos financieros internacionales festejen esa actitud pasiva y acrítica. Vanagloriarse por organizar medianamente bien un evento parece bastante poco.
Lo más grave, la costosa Cumbre del G20 y la visita de Trump, de escasísimos resultados en términos concretos, se utilizaron para intentar legitimar el plan de ajuste impuesto por el Fondo Monetario Internacional, esgrimiendo el trillado argumento de que es el único camino posible. Claro que, si en el corto plazo la economía explota, como auguran muchos analistas, las fotos con Trump y Lagarde, que cosechan altísimos niveles de rechazo en la Argentina, van a terminar siendo más un lastre que una ayuda para Macri.
*Profesor UBA. Investigador Adjunto del Conicet. Autor de Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (Editorial Octubre, 2018). Coeditor de Estados Unidos contra el mundo. Trump y la nueva geopolítica (Clacso, 2018) y del sitio www.vecinosenconflicto.com