Cada 16 de septiembre, Argentina recuerda un episodio que quedó grabado en su historia como una herida abierta: la Noche de los Lápices. Esa madrugada de 1976, en plena dictadura militar, grupos de tareas conducidos por Ramón Camps secuestraron a estudiantes secundarios de La Plata que reclamaban por el boleto estudiantil gratuito. 

 

La noche del horror

El operativo comenzó días antes. El 8 de septiembre fue secuestrado Gustavo Calotti, alumno del Colegio Nacional. El 10 cayó Víctor Triviño, de 16 años, en su casa del barrio Hipódromo. 

Sin embargo, durante la madrugada del 16 la patota militar desplegó su cacería en distintos puntos de La Plata: primero se llevaron a Claudia Falcone y María Clara Ciocchini desde un departamento de calle 56; luego irrumpieron en la casa de Claudio de Acha; horas más tarde arrastraron a Horacio Ungaro y Daniel Racero desde un monoblock del Hipódromo; y al amanecer secuestraron a Francisco “Panchito” López Muntaner, de apenas 14 años, el más joven del grupo.

El operativo no terminó ahí. El 17 fue secuestrada Emilce Moler, que logró sobrevivir y años después escribió sus memorias. Esa misma noche también cayó Patricia Miranda, estudiante de Bellas Artes. El 21 de septiembre fue el turno de Pablo Díaz, quien con su testimonio en el Juicio a las Juntas en 1985 logró dar visibilidad al plan represivo contra los estudiantes.

 

Qué ocurrió con los estudiantes

Los estudiantes pasaron por el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y la Cacha de Arana, todos centros clandestinos que integraban el Circuito Camps. Allí fueron torturados y deshumanizados. Los sobrevivientes narraron el horror: golpes, interrogatorios, amenazas, y la certeza de que la dictadura los consideraba un enemigo por reclamar derechos básicos.

Del grupo, seis permanecen desaparecidos: Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Francisco López Muntaner, Horacio Ungaro, Daniel Racero y Claudio de Acha.

En un acto reciente en el Espacio de Memoria Ex Pozo de Banfield, Pablo Díaz recordó: “En este centro de horror me enamoré de Claudia (Falcone)… Nosotros hablábamos que afuera íbamos a seguir militando, que íbamos a tomar cerveza en la plaza… La memoria es la identidad que hoy tienen ustedes y hoy ustedes son nosotros. A mis compañeros los extraño, los tengo presente en cada charla”.

Emilce Moler, por su parte, suele repetir que la dictadura quiso borrar sus nombres, pero que la lucha estudiantil demostró que la voz de los jóvenes no se apaga con el terror.

Justicia y memoria

El camino de justicia avanzó con el tiempo. En marzo de 2024, el Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata dictó sentencia en el Juicio a las Brigadas, que investigó delitos en Banfield, Quilmes, San Justo y Lanús. Diez represores recibieron perpetua y uno fue condenado a 25 años de prisión. Entre las víctimas estaban los estudiantes de la Noche de los Lápices.

El Congreso estableció el Día Nacional de los Derechos de los Estudiantes Secundarios para que las nuevas generaciones reflexionen sobre lo ocurrido. Escuelas, murales y calles llevan los nombres de aquellos jóvenes que la dictadura intentó borrar.

Cada aniversario reafirma el lema: “Los lápices siguen escribiendo”. La Noche de los Lápices no es solo el relato de un crimen de la dictadura militar. Es también el recordatorio de que la memoria colectiva mantiene vivos a quienes pelearon por sus derechos, y la promesa de que la voz de la juventud nunca será silenciada.