El agradecimiento es la memoria del corazón
Un sencillo acto que representa una forma de liberación personal.
Es cierto que no necesitamos que nos den las gracias a cada instante, pero lo que sí esperamos de alguien a quien ayudamos, apoyamos o demostramos afecto es respeto y algo de reciprocidad. Tal vez por ello sea necesario saber reconocer a las personas desagradecidas, esas figuras que conjugan el egoísmo con la falta de empatía.
Hay personas que no dan las gracias, que son incapaces de tener un mínimo gesto de cortesía, amabilidad o incluso respeto hacia quienes se esfuerzan por ellas. Es más, en ocasiones hasta llegan a respondernos con quejas porque se sienten insatisfechas. Por lo general, la ingratitud conductual esconde una incapacidad de reconocer el valor de las cosas. Son corazones áridos de aprecio y muy hábiles al momento de aprovecharse de la amabilidad ajena. Les encanta pedir favores que nunca devuelven y que, incluso, menos aprecian.
Una persona desagradecida es alguien sin aptitudes en inteligencia emocional e incapaz de conectar de manera profunda con los demás. Porque el agradecimiento se nutre del aprecio. Si esta última esfera no está presente, rara vez se devolverá lo ofrecido o se reconocerán los esfuerzos realizados.
Las personas desagradecidas presentan una gran ceguera ante la inversión emocional ajena. No solo no dan las gracias sino que tampoco asumen que el papel del otro es ese: estar ahí para lo que necesiten. Son figuras que desconocen el aprecio ajeno y que jamás ejercitan esa cualidad denominada "reciprocidad". Hay quienes son adictos a pedir favores de forma cotidiana, normalizan y dan por sentado que son la prioridad de los otros, al tiempo que carecen de filtros y de medida, sin importar la hora o el momento. Hay quien siente que sus derechos son más importantes y urgentes. Esto les da carta blanca para pedir lo que quieran y no agradecer nada. Dan por sentado que el resto hará lo que sea por ellos y que es lo habitual por ser quienes son. A menudo, detrás de este patrón de conducta se esconde el narcisismo.
"El agradecimiento es la memoria del corazón", decía Lao-Tsé. Quienes son incapaces de pronunciar la palabra "gracias" están perdiendo su potencial para crear relaciones satisfactorias e incluso para realizarse a sí mismos como personas. Quien no agradece (porque no quiere o no sabe) de alguna manera invalida o lastra el valor de los esfuerzos y gestos positivos de los demás. Y algo así crea impacto. Poco a poco acaban recibiendo lo que ellos mismos proyectan: desconfianza y hostilidad.
En ocasiones, más que falta de educación lo que falla son las habilidades sociales. No saber comunicar, no esforzarse en practicar la cordialidad, la amabilidad y así como un mínimo sentido de reciprocidad, son otros aspectos que considerar. Muchas de las personas que no dan las gracias no lo hacen porque sencillamente no ven ni aprecian los gestos amables. Sus gafas son muy oscuras, su corazón algo frío y su cerebro muy falto de inteligencia emocional. Esa falta de empatía y esa frialdad emocional se cronifica hasta llegar a estados disfuncionales.
Dar las gracias es el acto más noble y sencillo de reconocer al otro. Es darle visibilidad, es agradecer lo que es y lo que hace. No es únicamente una actitud hacia la vida, es también saber reconocernos a nosotros mismos y a los demás con humildad y gratitud. Ser agradecidos es más que una norma de cortesía. El agradecimiento es una forma de cruzar fronteras para llegar a un plano más emocional, personal e incluso espiritual.
Lo sabemos, no es nada fácil adentrarnos en el llamado "conocimiento del corazón". Las personas vivimos casi cada día ancladas a este cerebro que nos guía por el camino más objetivo y racional, ahí donde habitan algunos rencores, algunas frustracionesà El sencillo acto de ser agradecidos, supone ya un modo de liberación personal. Es reconocer, es actuar con humildad y sin artificios, aprendiendo a valorar lo que de verdad es importante en la vida.
Pocos valores son tan poderosos como reconocer a nuestros semejantes mediante la gratitud. Es una forma universal de conocimiento y de unión, de crear vínculos: "Te reconozco a ti por lo que eres, por tus virtudes, por tu forma de ser y te doy las gracias por formar parte de mi vida enriqueciéndola con tu presencia". Es casi como lo que nos transmite la palabra "namasté".
Calderón de la Barca contaba: "Regresaban de una feria un tamborilero y un predicador. El primero había acudido con su tambor para intentar ganarse algunas monedas, mientras que el segundo había decidido ir a la feria para predicar.
El tamborilero regresaba a lomos de un burro y el predicador iba andando. Al pasar, el sacerdote decidió preguntar cómo les había ido en la feria. No muy bien, solo he conseguido algo de comida, buena bebida y 50 reales", respondió apesadumbrado el tamborillero.
El predicador miró su rostro triste y respondió enfadado: "¿Y te parece poco? Vengo del mismo sitio y todavía no he comido. Regreso con 12 reales que me dio caritativamente una feligresa".
Así, muchas veces no sabemos valorar lo que tenemos hasta que lo comparamos con lo que tienen los demás".